viernes, 6 de junio de 2014

LEONELDA, LA REBELIÓN DE LOS BÚRBURAS


CINEMATOGRAFÍA DE OCAÑA

Después de cumplida la etapa de  selección de actores y actrices, talleres y prácticas en varias locaciones, quedó todo listo para iniciar el rodaje de la nueva película nortesantandereana, que se llevará a cabo en la ciudad de Ocaña.

El proyecto fue presentado al programa Nacional de Concertación Cultural del Ministerio de Cultura, por la Asociación "Juan C. Pacheco" en 2013.

La película está dirigida por Miguel Páez, con libreto de María Fernanda Figueroa. Jackson Danilo Chaustre Picón, dirigió los talleres de actuación, así como María Fernanda Figueroa, y Luis Eduardo Páez García, la asesoría histórica.

Actrices y actores, son jóvenes ocañeros, algunos de los cuales  ya habían han demostrado su talento en la pasada película documental "El Hijo de la Independencia".

 El equipo de trabajo


EL CONTEXTO SOCIO POLÍTICO Y ECONÓMICO

La Ocaña del siglo XVII, era una población floreciente, convertida el “puerto seco”, que facilitaba el intercambio comercial entre los valles de Cúcuta y Pamplona con Puerto Real, sobre el río Magdalena y, a su vez, servía como centro de acopio y distribución de mercaderías para la zona minera de Antioquia y el interior del Virreinato de la Nueva Granada.

Había sido fundada el 14 de diciembre de 1570 por el Capitán Francisco Hernández (o Fernández), por orden del Cabildo de Pamplona, con el propósito de servir de punto estratégico entre Pamplona y su área de influencia y el río Magdalena.

Se cultivaba el maíz, el trigo y el cacao y en los valles del Magdalena aumentaban las haciendas ganaderas, cuyos propietarios eran criollos ocañeros.

Cuatro rutas coloniales unían a Ocaña con el río Magdalena, la zona minera de Antioquia y el interior del virreinato:
Ocaña – Venadillo - La Camarona – San Roque de Aguachica –Puerto Real.
Ocaña – Pueblo Nuevo – Los Ángeles – zona minera de Antioquia.
Ocaña – La Cruz (Ábrego) – San Pedro – Salazar.
Ocaña – La Cruz – Jurisdicciones – Mataza – Girón.

Debido al maltrato sufrido por las tribus indígenas de la región, por parte de los encomenderos, varias de ellas se habían levantado contra los funcionarios reales.

"Leoneda, la rebelión de los Búrburas" narra la historia de esta mestiza que fue condenada por la Inquisición, a raiz de sus presuntas prácticas de hechicería y que, finalmente, se convirtió en el símbolo de la ebeldía aborígen contra la opresión española. 

La base histórica de esta leyenda, se remonta a finales  del siglo XVII, coincidiendo con la “visita pastoral que en esos días hacia a sus feligreses de la comarca ocañera, el Ilustrísimo señor Obispo de Santa Marta, Monseñor Liñán de Cisneros” [1], es decir, en enero de 1667, como lo consigna Monseñor Manuel Benjamín Pacheco [2]y Alejo Amaya [3]

La leyenda tiene como escenario la población de la “Loma de González [4] y el Cerro de la Horca, en la ciudad de Ocaña.


 Jackson Danilo Chaustre dictando el taller de actuación


 Según el relato, Leonelda era una joven hechicera de la tribu Búrbura. “ No pasaba ella de los 26 años, y su cuerpo era esbelto y su porte gentil, pese a su evidente condición  de campesina…En el bello rostro de color aceituno y de trazos casi perfectos brillabanle con fuego casi misterioso unos grandes ojos negrisimos, cuyo luminoso encanto parecía encenderse más con el contenido impulso de una inocultable ira interior “ [5]. Hacia parte Leonelda de un grupo de hechiceras, entre las cuales se encontraba María Antonia Mandona, María Pérez, María de la Mora y María del Carmen, cuya labor consistía en la preparación de brebajes mágicos compuestos por mezclas de “…raíces y flores de plantas extrañas, reptiles inmundos y cierta clase de animales agoreros…”[6], con los cuales curaban enfermedades, procuraban el amor y otra suerte de sortilegios propios de la hechicería nativa. Las actividades de estas mujeres llegaron por fin a oídos de las autoridades españolas, que no vacilaron en proceder a la detención de las magas. Así, María Mandona, “la jefe y directora del endiablado elenco”, es ejecutada en presencia de sus compañeras. Tiempo después, era detenida Leonelda Hernández  por la Inquisición, acusada de “sus prácticas de hechicería y tener amenazados a todos los pueblos circunvecinos de convertirlos, un día cualquiera, en infectas lagunas de aguas letales” [7]. La rebelde hechicera es conducida a Ocaña, de gala en ese instante debido a la llegada del prelado Liñán de Cisneros. En vista de este acontecimiento, sus captores deciden ejecutar a Leonelda en el siniestro Cerro de la Horca. Ya casi a punto de cumplirse el infeliz destino, la joven lanza un imponente grito:

-          ¡Aquí los Búrburas!


[1] OSORIO, Ciro A. Op. cit. p. 170.
[2] PACHECO, Manuel B. Op. cit. p. 216.
[3] AMAYA, Alejo. Los Genitores. Biblioteca de Autores Ocañeros, Vol. 2.  p.120
[4] Antigua parcialidad de Ocaña.
[5] OSORIO, Ciro A. Op. cit. p.165.
[6] OSORIO, Ciro A. Op. cit. p.165.
[7] OSORIO, Ciro A. Op. cit. p.170
  

En los talleres

Y como llamados ante un conjuro misterioso, brotan de todas partes los  indómitos nativos, que después de saetear a la soldadesca y colgar a su jefe, parten con Leonelda hacia sus reductos inexpugnables.

Cabe destacar que, habiendo el Tribunal del Santo Oficio ejecutado a la Mandona y detenido a Leonelda, las parcialidades de Burgama y Borotaré (Brotaré u Otaré), se encontraban sublevadas contra los españoles.

Seguidamente, algunos detalles de la leyenda, de acuerdo a las versiones literarias existentes:

“Su edad según el proceso que tenemos a la vista, era de ventiseis años, de regular estatura, ojos negros, vivos y quemadores, color moreno claro, cabello negro como el azabache, su talle gentil y su donaire encantador  colmaban las miradas penetrantes de aquella simpática mujer que tenía fama de guerrera cruel y sanguinaria” [1]

Como se ha podido observar a través de las descripciones que de Leonelda se hacen, se destaca en ella su osadía y singular hermosura, cualidades que durante mucho tiempo han adornado a la mujer ocañera. El episodio de la liberación de la india por sus hermanos de raza, es expuesto en forma dinámica y atrayente, poniendo de manifiesto claramente el triunfo del elemento indígena sobre el peninsular:

“ Cuando oyó el grito: Aquí los Búrburas! Ya tenía una rama en sus manos y  agarrado por el cuello a uno de sus verdugos. El asalto fue rápido y la venganza  atroz. Los Búrburas que habían seguido desde Aguas Claras las huellas de los que traían a la prisionera, cayeron sobre ellos en los momentos en que iban a consumar el crimen, y con lanzas y machetes destrozaron a la guardia y colgaron de la horca al capataz” [2].

  “Fue entonces cuando Leonelda, sacando energías de su propio agotamiento y obrando con extraordinaria rapidez, grito con todas sus fuerzas, al tiempo que  agarraba por el cuello  a uno de sus verdugos:

-             Aquí de los Búrburas!

 Fue un grito de guerra y de muerte. Una orden de acción y de exterminio. Porque saliendo de entre la maleza, como si los brotase la tierra, en medio de un indescriptible vocerío, los indios amigos de Leonelda cayeron como una tromba sobre la sorprendida y asustada tropilla, la pasaron a cuchillo, colgaron al jefe y libertaron a la hechicera” [3].

Las leyendas de Antón García de Bonilla y Leonelda Hernández constituyen, pues, la síntesis histórica del pueblo ocañero, la justificación necesaria de un ancestro que une  los valores propios del español con altivez indómita del aborigen; la belleza de sus mujeres y el principio libertario de una raza que cayo cercenada ante la espada y la cruz de un dios extraño.

Si nos detenemos sobre las épocas conquistadoras y colonial de los pueblos de Colombia y América, no dejaremos de encontrar casos semejantes. La Gaitana y el cruel Añasco,el cacique Pipatón y su irreductibilidad en la región de Barrancabermeja, los mandatarios chibchas en la meseta Cundi- Boyacense y Quesada, etc. En todos existe un común denominador: la lucha del indígena por tratar de conservar su independencia. Y un mismo final: la destrucción de su cultura, el martirio y la muerte de sus líderes. Se unen así dos polos  antitéticos de nuestra génesis histórica: el indio americano y el español.

Veamos otros fragmentos sobre la leyenda mencionada:

          “ La india aunque comprendió el fin que se le preparaba, miró con desprecio aquel aparato y todos los planes que formaban. En vano esperaron de ella una sola  súplica” [4]

                                                     EUSTOQUIO QUINETRO. 1895

         La luna de aquella hermosa noche de San Juan, en lugar del tronchado cuerpo cenceño de Leonelda, hubo de alumbrar, inerte, desmadejado, trágicamente suspendida en la oscura  cuerda punitiva, la uniformada corpulencia del arrogante capitán de los esbirros” [5]
                                                     CIRO A. OSOSRIO Q. 1962

         La autoridad, vecinos y vecinas van entonces al monte; buscan como sabuesos,  inquieren y al fin el mismo Juan de la Cruz a quien se huyó la bruja dio con ella y dio en ella tantos azotes que solo a rastras pudo volver, al cepo y la cadena. También cayeron la Pérez, la de Mora, la Hernández, María del Carmen y  además, santo protector del poblado, cayeron los embrujos que habían de destruirlo y que, como   lo quiso la justicia, ante la temerosa multitud los fue sacando de entre unos trapos viejos”[6].

                                                                   GREGORIO HERNANDEZ DE ALBA 1936


 El Director y un grupo de actores y actrices seleccionados

BIBLIOGRAFÍA

AMAYA, Alejo. Los Genitores. Biblioteca de Autores Ocañeros, Vol. 2. Ocaña, 1970.
CEBALLOS GÓMEZ, Diana Luz. La Inquisición de Cartagena de Indias o de cómo se inventa una bruja en el siglo XVI. U. Nacional sede Medellín 2001.
HERNÁDEZ DE ALBA, Gregorio. Las brujas de la Loma, En Revista Hacaritama, No. 16 – 17. 1936.
OSORIO QUINTERO, Ciro A. El Valle de los Hacaritamas. Imprenta Departamental. Barranquilla, 1962.
PACHECO, Manuel Benjamín. Monografía de la parroquia. Biblioteca de Autores Ocañeros. Vol. 5. 1970.
PÁEZ COURVEL, Luis Eduardo. Crítica e Historia. Biblioteca de Autores Ocañeros, Vol.6. Ocaña 1970.PÁEZ GARCÍA, Luis Eduardo. Ocaña, Leyendas de la ciudad de Ocaña. En Nueva Revista Colombiana de Folclor, Vol. 4  N° 16. 1996.QUINTERO, Eustoquio. El Cerro de la Horca. En Revista Hacaritama, No. 252 a 254, p.187.


[1] QUINTERO, Eustoquio. “El Cerro de la Horca”. En Revista Hacaritama, No. 252 a 254, p.187.
[2] QUINTERO, Eustoquio. Op. cit. p.189.
[3] OSORIO, Ciro A. Op. cit. p.171.
[4] QUINTERO, Eustoquio. Op. cit. p.188
[5] OSORIO, Ciro A. Op. cit. p.171
[6] Hernández de Alba, Gregorio. “Las brujas de la Loma” En Revista Hacaritama, No. 16 – 17. 1936.

1 comentario:

  1. HERMOSO CONOCER DE NUESTRA HISTORIA NORTESANTANDEREANA. FELICITACIONES.... QUE ORGULLOSOS DE SER OCAÑEROS Y OCAÑERAS. UN ABRAZO DESDE PAMPLONA

    ResponderEliminar