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domingo, 19 de febrero de 2012

ADOLFO MILANÉS, EN EL ANIVERSARIO DE SU FALLECIMIENTO

Euquerio Amaya (Adolfo Milanés)
Óleo de Luis Navarro. Pinacoteca de la
Academia de Historia de Ocaña

El Próximo 22 de febrero se cunple un aniversario más del trágico fallecimiento del poeta ADOLFO MILANÉS. La Secretaría de Educación, Cultura y Turismo, a través de la Coordinación de Cultura, prepara un acto público para recordar la vida y obra del desaparecido Felibre.

El siguiente, es un modesto aporte para que conozcamos un  poco más sobre Euquerio Amaya.

MILANÉS, EL PROSISTA Y EL POLÍTICO


Por Luís Eduardo Páez García
Academia de Historia de Ocaña

Culminada la denominada Guerra de los Mil Días, retorna la calma a la provincia de Ocaña y con ella se reinicia la actividad cultural. Aparece, entonces, en el panorama de las letras, el grupo literario integrado por Euquerio Amaya, Diego Jácome, Joaquín Roca Niz, Víctor Manuel Paba, Enrique Pardo Farelo, Santiago Rizo Rodríguez y el sacerdote-poeta Alfredo Sánchez Fajardo.

De tal núcleo, conformado por poetas, periodistas e intelectuales, en general, nacerían Los Felibres, grupo consolidado hacia 1904 con la aparición del periódico Espigas. Este centro de cultura regional se vería reforzado también con la presencia del poeta Jesús Emilio Ceballos y el intelectual venezolano Gonzalo Carnevali.

El nombre de Felibres fue tomado del movimiento provenzal aparecido a mediados del siglo XIX, cuyas características modernistas y regionalistas adoptaron Euquerio Amaya, Santiago Rizo Rodríguez y Enrique Pardo Farelo, conocidos en el mundo de las letras con los pseudónimos de Adolfo Milanés, Edmundo Velásquez y Luis Tablanca, respectivamente. En Bogotá, la revista Trofeos, dirigida por Cornelio Hispano, da cabida a los versos de estos tres exponentes de nuestras letras. Su ideología liberal y determinación de ruptura frente a la sociedad que les tocó en suerte, desató sobre Los felibres la persecución política o la indiferencia de sus contemporáneos. Sólo hasta la aparición del Centro de Historia, en 1935, comienza prácticamente a reconocerse el valor literario de este movimiento que marcó un hito en la historia regional.

SÍNTESIS BIOGRÁFICA

Poeta, cronista y periodista, nacido en Ocaña en 1882 y fallecido en la misma ciudad el 22 de febrero de 1931. Cursó estudios en el colegio de la Presentación, iniciándose allí como poeta. Muy pocos aspectos se conocen de su juventud. Como liberal, fue partidario de la revolución de 1899. En 1904 fundó, junto con Velásquez y Tablanca, el periódico literario Espigas y, más tarde, Ideas (1915), de índole política.

Adolfo Milanés. Fotografia. Museo Antón
García de Bonilla, Ocaña

En 1930 publicó su primer libro de poesías, titulado Curvas y rectas, editado en Bogotá. Después de su trágico fallecimiento, se dio a la luz pública una compilación de sus prosas: Ocaña por dentro (1932).

La poemática de Milanés recibió el influjo de Julio Flórez y del español García Lorca y, naturalmente, de los simbolistas franceses, sin desconocer la huella romántica y regionalista de los bardos provenzales. Su temática tiene que ver con el paisaje nativo, las vivencias familiares y conceptos trascendentes que, como la muerte, tiñen de tristeza su obra. Su prosa es ágil, saturada de fina ironía y cierto humorismo que se mezcla a veces con el apunte político.

En 1936, Rafael Gómez Picón, en un afortunado ensayo biográfico titulado Adolfo Milanés, que hace parte de su obra Estampillas de timbre parroquial (Editorial Renacimiento, Bogotá, 1936), escribía así sobre Milanés:

“En abierta contraposición con Edmundo Velásquez –honra y prez de las letras y de la romántica ciudad – creemos que Milanés nació y vivió en un medio propicio para saborear amplia y lentamente, con goloso sibaritismo, las intensas torturas del espíritu, por su discreto aislamiento, por los juguetones airecillos paradisiacos que se complacen en saturar su ambiente, por su clima suavísimo que invita, algo más, que empuja al ensueño. Lo prueban sus cantores de largo aliento y de inspiración robusta y fecunda que han sido tan numerosos como sus bellas mujeres. Por repetidas veces recorrimos el Valle de Hacarí en la grata compañía del bardo. Enorme la cabeza, abrazada por la intrincada selva de su cabello indómito, ancho tórax de atleta, mordaz, agresiva y cortante la sonrisa, como un fino puñal acerado, las manos entre los bolsillos de los pantalones, andar desgarbado, olvido absoluto de sí mismo; todo parecía obstinarse en negar al poeta exquisito, perdurable y afortunado cantor de las cosas triviales. Y en aquel corpachón de hombre fuerte, dos espíritus a cual más de arraigado sostenían una lucha tenaz, un verdadero duelo a muerte: el poeta y el político, las curvas y las rectas. Cuando Adolfo Milanés era vencido, Euquerio Amaya hacía irrupciones ruidosas, ásperas, incontenibles, por los sinuosos campos de la política. Saturado de un temible y admirable misticismo, se agigantaba el hondo fervor con que amaba sus ideales políticos y se convertía en un corajudo mosquetero que desde las columnas de la hoja periodística transformaba la privilegiada pluma en catapulta destructora, atacaba con fe, con arrojo, con temeridad, con empenachada rudeza, sin compasión, las fortalezas del adversario… Pero cuando Adolfo Milanés triunfaba, delicado, sutil, amoroso, sonoro, despojado ya de la sórdida corteza endiablada, entonces sí que se descolgaban de las sierras, describiendo maravillosas curvas, todos los ruiseñores que en divino y alegre tropel invadían la ciudad para oírlo cantar, atraídos por la dulzura de sus gorjeos melodiosos… y renacía la ingenua maravilla del pesebre. Y los villancicos eran más alegres. Y se exaltaba la sonrisa de los niños y florecían coplas de amores. Y se entonaban cantos al héroe. Y se rezaba por el alma del agua. Y se interrogaba con infinita tristeza a los cántaros y al musgo…”

Sobre la producción milanesiana, Luis Eduardo Páez Courvel escribió un incomparable ensayo crítico titulado Interpretación estética y lírica de Adolfo Milanés, que se convirtió en pieza clave para analizar la obra del poeta. Y el doctor Lucio Pabón Núñez, en 1982, al posesionarse como Miembro de Número de la Academia Colombiana de Historia, presentó la ponencia Valores intelectuales de Ocaña: El romántico Adolfo Milanés y el crítico Luis Eduardo Páez Courvel (Separata del Boletín de Historia y Antigüedades, Vol. LXIX, Nº 730. Kelly, Bogotá, 1982), donde también hace certero análisis de la vida y obra de Milanés, concluyendo, con Páez Courvel que “para estudiar las estética de Milanés, se olvidó de todo, absolutamente de todo, menos de la belleza`”.

Colegio Milanés, construido en terrenos que ocupara
la casona que habitó el poeta. Calle 10, carrera 8

Regionalmente, consideramos a Adolfo Milanés como uno de los exponentes más puros de la lírica comarcana. Apreciemos en la siguiente composición, la profundidad y espontaneidad de sus versos:

LIED

Los hombres nos vamos
y las cosas quedan;
queda lo insensible,
queda la materia.

Y se esfuma la célula activa
que piensa;
y se esbarata el cordaje divino
que vibra y que sueña;
y desaparece la lengua que canta
y el ojo que vela.

Los hombres se van y no vuelven nunca
mas las cosas quedan...

Los hombres vivimos unos pocos soles
y siglos y siglos perduran las piedras.
¡Señor!
¿Por qué viven menos las cosas que viven
y por qué más viven las cosas ya muertas?

Linda mujercita
que el ámbito oscuro de mi vida alegras,
dame pronto el licor que del labio
es miel que se acendra,
porque yo me voy, me voy y no vuelvo,
y las cosas quedan.

Sobre el poeta Euquerio Amaya, conocido en las letras como Adolfo Milanés, se han escrito varios ensayos literarios, entre ellos, la Interpretación estética y Lírica de Adolfo Milanés (1935), de Luís Eduardo Páez Courvel, y Valores intelectuales de Ocaña (1982), de Lucio Pabón Núñez, este último trabajo presentado por su autor ante la Academia Colombiana de Historia, durante su posesión como Miembro de Número. El Dr. Freddy Trillos Vergel publicó también un corto ensayo sobre el poeta, en 1987, denominado Reflexiones sobre Adolfo Milanés, el poeta ocañero por antonomasia (VII Anuario Pontificia Universidad Javeriana. Bucaramanga, 1987), que pretende otro acercamiento psicológico a la obra de Milanés.

Existen, naturalmente, otros trabajos y comentarios críticos sobre Milanés, que se acercan más a la apología de lo local, que a la verdadera concepción crítica de la integralidad de la obra milanesiana. La mayoría de las veces, sólo vemos a Adolfo Milanés como poeta, muy pocas como periodista y menos aún como político, defensor a ultranza de un ideario partidista de la más pura estirpe del liberalismo radical del siglo XIX.

Milanés publicó las siguientes obras: Curvas y rectas (Bogotá, 1930), y Ocaña por dentro, obra póstuma que vio la luz gracias al escritor Alejo Amaya Villamil, en 1932. No nos ha sido posible consultar el periódico Ideas, donde aparecen sus escritos políticos, sobre los cuales se hace imprescindible un análisis profundo para lograr una aproximación certera a su pensamiento político. El mismo doctor Ciro Alfonso Lobo Serna, de la Comisión de la Biblioteca de Autores Ocañeros, señalaba que: “Falta el análisis de sus escritos políticos, en los que lucían el polemista vigoroso y el comentarista sarcástico” (1). El historiador Jorge Meléndez, al referirse al poeta en su primer libro, titulado La región de Ocaña y su desarrollo (2), acude al comentario centrado en un Milanés dedicado a la tradición. Dice así, el profesor Meléndez, al referirse a Ocaña por dentro: “Se trata de una antología en prosa y en verso, donde la tradición halló caminos religiosos, culturales y personales. El tema lo daba el momento, el suceso por devorar. Se recubría de pasado y todo era importante; la medida de la trascendencia la daba el cura, el albañil, el amigo; la inspiración la daba unos alcoholes o la borrachera del mismo ambiente”. En síntesis, Meléndez Sánchez, pone a Milanés como el exponente de una expresión trágica, anquilosada y tradicional. Agrega más adelante el historiador: “Milanés es uno de los exponentes de la mentalidad ocañera y, por lo tanto, exponente de una cultura maniatada por la geografía y por un ir y venir sin salida. De allí que su nombre esté unido, unas veces, a la remembranza terrígena del migrante y, en otras, a la justificación de una calle empedrada, de una casa vieja y hasta de un escrito más sobre la patria chica…”

El cronista y poeta Ciro A. Osorio Quintero, al referirse a Milanés, durante la inauguración de la Escuela “Adolfo Milanés, lo exalta como ser humano y como poeta, indicando la tragedia de la existencia del bardo ocañero; otros escritores, como Carnevali, siempre hicieron referencia al Milanés poeta, al lírico por excelencia, olvidándose del prosista y del político y de las fuentes donde bebió su conocimiento.

Es importante destacar, que la época en la cual se desarrolló la infancia y la juventud de Euquerio Amaya, estuvo signada por las confrontaciones bipartidistas armadas. Entre 1882 y 1931, se produjeron contiendas civiles, entre ellas, la famosa y aterradora Guerra de los Mil Días que dejó al país desbaratado y a los hogares colombianos de luto. Adolfo Milanés, era liberal, como se sabe. La Ocaña de finales del siglo XIX, bajo la política económica del Librecambio, florecía en desarrollo material y la cultura y la educación mantenían índices elevados. De Europa llegaban textos en francés e italiano, y de Estados Unidos, obras en inglés que los usuarios ocañeros compraban y leían con deleite. La dirigencia política y los intelectuales, hablaban o escribían francés e inglés y tenían amplios conocimientos de gramática, de retórica, de literatura universal y colombiana. Es decir, aquella Ocaña era una Ocaña culta que gozó de las bondades de la cultura universal que entraba por Puerto Nacional desde la Costa Norte, proveniente de Europa y los Estados Unidos, antes que los libros llegaran al centro del país. La ciudad contaba también, por aquellos días, con librerías que facilitaban el acceso a las publicaciones por parte de las gentes. Los autores franceses eran los predilectos de nuestras viejas generaciones. Así se acercaron los miembros del grupo de Los Felibres, a la literatura de Francia, en especial, al movimiento literario provenzal aparecido a mediados del siglo XIX, en Europa.

La palabra FELIBRE, viene del provenzal FELIBRIGE, “el que hace o compone libros”, y en bajo latín, la palabra FELIBRIS, designa al niño de pecho (de FELLARE, mamar, que dio FILIUS). La institución del FELIBRISMO, se debe originalmente al poeta y filólogo provenzal FEDERICO MISTRAL, nacido en Maillane (Bocas del Ródano) el 8 de septiembre de 1830 y fallecido en le misma ciudad el 25 de marzo de 1914. Mistral se propuso crear un poema épico que refejara la vitalidad de su región y rescatara, de paso, la lengua de OC, reflejando la mística legendaria de los trovadores medioevales y la filosofía mística de los antiguos Cátaros. Con este fin, elaboró el poema MIREIO, y junto con su colega de letras José Roumanille, se dio a la tarea de conformar un grupo de poetas, con los cuales se fundó el movimiento FELIBRIGE, el 21 de mayo de 1854. Los fundadores de este movimiento, fueron: Pablo Giera, José Roumanille, Teodoro Aubanel, Anselmo Mathieu, Brunet, Alfonso Tavan y Federico Mistral. Como el nombre de trovadores no les pareciera adecuado, Mistral propuso el de FELIBRES, denominación con la cual eran conocidos, en la antigua lengua prvenzal, los doctores de la Ley en el Antiguo Testamento.

La defensa de la lengua provenzal y el nacionalismo, fueron, pues los objetivos centrales de los Felibres originales. Adoptaron la defensa de la región y el cuestionamiento constante al estado de cosas que se vivía por aquel entonces. Recordando, tal vez, a los sacrificados Cátaros, que sucumbieron casi todos ante el ataque de las fuerzas católicas del Papa, los Felibres ocañeros se convirtieron en furibundos anticlericales, hecho que se facilitó por su convicción liberal radical. Milanés, sobre todo, era un fiel seguidor de las ideas liberales y admirador del general Rafael Uribe Uribe. Su amena crónica, como todas las suyas, denominada “Por falta de pantalones no fui a la guerra”, nos acerca a su convicción política liberal a la edad de 17 años. La Ocaña culta de finales del siglo XIX, se caracterizaba también por su marcado conservadurismo y por la gran influencia que el clero ejercía sobre la comunidad. Milanés, y los demás Felibres, aborrecían las mentalidades vulgares, circunscritas únicamente a la cotidianería provincial. Al respecto, dice Páez Courvel: “Le exasperaba la mezquindad, el egoísmo, la ingratitud y todo aquello que no estaba a nivel con su copiosa bondad y su aquilatado corazón… Su manera de hablar era rápida, turbulenta, erizada de sentencias y frívola sabiduría. Dogmatizaba a ratos, con ironía sincera, sabedor de que estaba más cerca de la verdad que los graves menestrales que lo escuchaban”. (3)

Su radical posición política y su comportamiento irreverente, hicieron que la aristocracia lugareña lo marginara de la vida pública. Pese a ello, fue Diputado por Santander y suplente del Senado por el Circuito de Ocaña. Su participación en la prensa local, a través del periódico Ideas, que apareció en 1915, merece un estudio especial.

Pero tratemos de tocar en este estudio, al prosista. Al escritor que, contrariamente a las afirmaciones del profesor Meléndez, tomaba como tema de sus crónicas a las cosas elementales de la vida, a las pequeñas historias locales. Su manejo del idioma, es aceptable, como lo era el de los intelectuales viejos. Las historias se dejan leer y, aún más, nos obligan a devorarlas por lo amenas, ricas en anécdotas y en datos históricos que hoy conocemos, precisamente, gracias a su formidable pluma. Gracias a sus Crónicas de la Mia Ciudad, hoy conocemos el por qué de los nombres de los barrios antiguos de Ocaña, las andanzas de Santander en Villa Barbosa, el encanto del Colegio de la Presentación y los nombres de ocañeros y ocañeras distinguidos. Muchos escritores de fama mundial, han tocado estos temas sencillos y aparentemente intrascendentes, dándoles la altura que amerita el quehacer humano que no por lo sencillo es baladí. Milanés entendió la grandeza que se esconde en las pequeñas cosas de la vida y marcó una pauta para recordarnos nuestra herencia y nuestra identidad.

Si fue grande como poeta, también lo fue como prosista y como exponente de una ideología política que no comulgaba con la mediocridad ni con la discriminación social y económica.

Ocaña, 22 de febrero de 2012

____________

(1) LOBO SERNA, Ciro Alfonso. Prólogo a la obra Los Cronistas. Biblioteca de Autores Ocañeros, Vol. 13, 1974, p. 10.
(2) MELÉNDEZ SÁNCHEZ, Jorge. Ocaña, la región y el desarrollo. Ecor, Bogotá, 1978.
(3) PÁEZ GARCÍA, Luis Eduardo. Historia de la Literatura en la Región de Ocaña. Jaguar Group Producciones. Bogotá, 2011.

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