CINEMATOGRAFÍA DE OCAÑA
Después de cumplida la etapa de selección de actores y actrices, talleres y prácticas en varias locaciones, quedó todo listo para iniciar el rodaje de la nueva película nortesantandereana, que se llevará a cabo en la ciudad de Ocaña.
El proyecto fue presentado al programa Nacional de Concertación Cultural del Ministerio de Cultura, por la Asociación "Juan C. Pacheco" en 2013.
La película está dirigida por Miguel Páez, con libreto de María Fernanda Figueroa. Jackson Danilo Chaustre Picón, dirigió los talleres de actuación, así como María Fernanda Figueroa, y Luis Eduardo Páez García, la asesoría histórica.
Actrices y actores, son jóvenes ocañeros, algunos de los cuales ya habían han demostrado su talento en la pasada película documental "El Hijo de la Independencia".
El equipo de trabajo
EL
CONTEXTO SOCIO POLÍTICO Y ECONÓMICO
La Ocaña del siglo XVII, era una población
floreciente, convertida el “puerto seco”, que facilitaba el intercambio
comercial entre los valles de Cúcuta y Pamplona con Puerto Real, sobre el río
Magdalena y, a su vez, servía como centro de acopio y distribución de
mercaderías para la zona minera de Antioquia y el interior del Virreinato de la
Nueva Granada.
Había sido fundada el 14 de diciembre de 1570 por el
Capitán Francisco Hernández (o Fernández), por orden del Cabildo de Pamplona,
con el propósito de servir de punto estratégico entre Pamplona y su área de
influencia y el río Magdalena.
Se cultivaba el maíz, el trigo y el cacao y en los
valles del Magdalena aumentaban las haciendas ganaderas, cuyos propietarios
eran criollos ocañeros.
Cuatro rutas coloniales unían a Ocaña con el río
Magdalena, la zona minera de Antioquia y el interior del virreinato:
Ocaña – Venadillo - La Camarona – San Roque de
Aguachica –Puerto Real.
Ocaña – Pueblo Nuevo – Los Ángeles – zona minera de
Antioquia.
Ocaña – La Cruz (Ábrego) – San Pedro – Salazar.
Ocaña – La Cruz – Jurisdicciones – Mataza – Girón.
Debido al maltrato sufrido por las tribus indígenas
de la región, por parte de los encomenderos, varias de ellas se habían
levantado contra los funcionarios reales.
"Leoneda, la rebelión de los Búrburas" narra la historia de esta mestiza que fue condenada por la Inquisición, a raiz de sus presuntas prácticas de hechicería y que, finalmente, se convirtió en el símbolo de la ebeldía aborígen contra la opresión española.
La base histórica de esta leyenda, se remonta a
finales del siglo XVII, coincidiendo con
la “visita pastoral que en esos días hacia a sus feligreses de la comarca
ocañera, el Ilustrísimo señor Obispo de Santa Marta, Monseñor Liñán de
Cisneros” [1],
es decir, en enero de 1667, como lo consigna Monseñor Manuel Benjamín Pacheco [2]y
Alejo Amaya [3]
La leyenda tiene como escenario la población de la “Loma de
González [4]
y el Cerro de la Horca,
en la ciudad de Ocaña.
Jackson Danilo Chaustre dictando el taller de actuación
Según el relato, Leonelda era una joven hechicera de la
tribu Búrbura. “ No pasaba ella de los 26 años, y su cuerpo era esbelto y su
porte gentil, pese a su evidente condición
de campesina…En el bello rostro de color aceituno y de trazos casi
perfectos brillabanle con fuego casi misterioso unos grandes ojos negrisimos,
cuyo luminoso encanto parecía encenderse más con el contenido impulso de una
inocultable ira interior “ [5].
Hacia parte Leonelda de un grupo de hechiceras, entre las cuales se encontraba
María Antonia Mandona, María Pérez, María de la Mora y María del Carmen, cuya labor consistía en
la preparación de brebajes mágicos compuestos por mezclas de “…raíces y flores
de plantas extrañas, reptiles inmundos y cierta clase de animales agoreros…”[6],
con los cuales curaban enfermedades, procuraban el amor y otra suerte de
sortilegios propios de la hechicería nativa. Las actividades de estas mujeres
llegaron por fin a oídos de las autoridades españolas, que no vacilaron en
proceder a la detención de las magas. Así, María Mandona, “la jefe y directora
del endiablado elenco”, es ejecutada en presencia de sus compañeras. Tiempo
después, era detenida Leonelda Hernández
por la Inquisición,
acusada de “sus prácticas de hechicería y tener amenazados a todos los pueblos
circunvecinos de convertirlos, un día cualquiera, en infectas lagunas de aguas
letales” [7].
La rebelde hechicera es conducida a Ocaña, de gala en ese instante debido a la
llegada del prelado Liñán de Cisneros. En vista de este acontecimiento, sus
captores deciden ejecutar a Leonelda en el siniestro Cerro de la Horca. Ya casi a punto
de cumplirse el infeliz destino, la joven lanza un imponente grito:
-
¡Aquí los Búrburas!
En los talleres
Y como llamados ante un conjuro misterioso, brotan de todas
partes los indómitos nativos, que después
de saetear a la soldadesca y colgar a su jefe, parten con Leonelda hacia sus
reductos inexpugnables.
Cabe destacar que, habiendo el Tribunal del Santo Oficio
ejecutado a la Mandona
y detenido a Leonelda, las parcialidades de Burgama y Borotaré (Brotaré u
Otaré), se encontraban sublevadas contra los españoles.
Seguidamente, algunos detalles de la leyenda, de acuerdo a
las versiones literarias existentes:
“Su edad según el proceso que
tenemos a la vista, era de ventiseis años, de regular estatura, ojos negros,
vivos y quemadores, color moreno claro, cabello negro como el azabache, su
talle gentil y su donaire encantador
colmaban las miradas penetrantes de aquella simpática mujer que tenía
fama de guerrera cruel y sanguinaria” [1]
Como se ha podido observar a través de las descripciones
que de Leonelda se hacen, se destaca en ella su osadía y singular hermosura,
cualidades que durante mucho tiempo han adornado a la mujer ocañera. El
episodio de la liberación de la india por sus hermanos de raza, es expuesto en
forma dinámica y atrayente, poniendo de manifiesto claramente el triunfo del
elemento indígena sobre el peninsular:
“ Cuando oyó el grito: Aquí los
Búrburas! Ya tenía una rama en sus manos y
agarrado por el cuello a uno de sus verdugos. El asalto fue rápido y la
venganza atroz. Los Búrburas que habían
seguido desde Aguas Claras las huellas de los que traían a la prisionera,
cayeron sobre ellos en los momentos en que iban a consumar el crimen, y con
lanzas y machetes destrozaron a la guardia y colgaron de la horca al capataz” [2].
“Fue entonces cuando Leonelda, sacando energías de su propio agotamiento
y obrando con extraordinaria rapidez, grito con todas sus fuerzas, al tiempo
que agarraba por el cuello a uno de sus verdugos:
-
Aquí de los Búrburas!
Fue un grito de guerra y de muerte. Una orden
de acción y de exterminio. Porque saliendo de entre la maleza, como si los
brotase la tierra, en medio de un indescriptible vocerío, los indios amigos de
Leonelda cayeron como una tromba sobre la sorprendida y asustada tropilla, la pasaron
a cuchillo, colgaron al jefe y libertaron a la hechicera” [3].
Las leyendas de Antón García de Bonilla y Leonelda
Hernández constituyen, pues, la síntesis histórica del pueblo ocañero, la
justificación necesaria de un ancestro que une
los valores propios del español con altivez indómita del aborigen; la
belleza de sus mujeres y el principio libertario de una raza que cayo cercenada
ante la espada y la cruz de un dios extraño.
Si nos detenemos sobre las épocas conquistadoras y colonial
de los pueblos de Colombia y América, no dejaremos de encontrar casos
semejantes. La Gaitana
y el cruel Añasco,el cacique Pipatón y su irreductibilidad en la región de
Barrancabermeja, los mandatarios chibchas en la meseta Cundi- Boyacense y
Quesada, etc. En todos existe un común denominador: la lucha del indígena por
tratar de conservar su independencia. Y un mismo final: la destrucción de su
cultura, el martirio y la muerte de sus líderes. Se unen así dos polos antitéticos de nuestra génesis histórica: el
indio americano y el español.
Veamos otros fragmentos sobre la leyenda mencionada:
“ La india aunque comprendió el fin que se
le preparaba, miró con desprecio aquel aparato y todos los planes que formaban.
En vano esperaron de ella una sola súplica”
[4]
EUSTOQUIO
QUINETRO. 1895
“ La
luna de aquella hermosa noche de San Juan, en lugar del tronchado cuerpo
cenceño de Leonelda, hubo de alumbrar, inerte, desmadejado, trágicamente
suspendida en la oscura cuerda punitiva,
la uniformada corpulencia del arrogante capitán de los esbirros” [5]
CIRO A. OSOSRIO Q. 1962
“ La autoridad, vecinos y vecinas van entonces al monte;
buscan como sabuesos, inquieren y al fin
el mismo Juan de la Cruz
a quien se huyó la bruja dio con ella y dio en ella tantos azotes que solo a
rastras pudo volver, al cepo y la cadena. También cayeron la Pérez, la de Mora, la Hernández, María del
Carmen y además, santo protector del
poblado, cayeron los embrujos que habían de destruirlo y que, como lo quiso la justicia, ante la temerosa
multitud los fue sacando de entre unos trapos viejos”[6].
GREGORIO HERNANDEZ DE ALBA 1936
El Director y un grupo de actores y actrices seleccionados
BIBLIOGRAFÍA
AMAYA, Alejo. Los
Genitores. Biblioteca de Autores Ocañeros, Vol. 2. Ocaña, 1970.
CEBALLOS GÓMEZ, Diana Luz. La Inquisición de Cartagena de Indias o de
cómo se inventa una bruja en el siglo XVI. U. Nacional sede Medellín 2001.
HERNÁDEZ DE ALBA, Gregorio. Las brujas de la Loma, En Revista Hacaritama, No. 16 – 17. 1936.
OSORIO QUINTERO, Ciro A. El Valle de los Hacaritamas. Imprenta Departamental. Barranquilla,
1962.
PACHECO,
Manuel Benjamín. Monografía de la
parroquia. Biblioteca de Autores Ocañeros. Vol. 5. 1970.
PÁEZ COURVEL, Luis
Eduardo. Crítica e Historia.
Biblioteca de Autores Ocañeros, Vol.6. Ocaña 1970.PÁEZ GARCÍA, Luis Eduardo.
Ocaña, Leyendas de la ciudad de Ocaña.
En Nueva Revista Colombiana de Folclor, Vol. 4
N° 16. 1996.QUINTERO, Eustoquio. El Cerro de la Horca. En Revista Hacaritama, No. 252 a 254, p.187.