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domingo, 20 de noviembre de 2011

ARMONIA TRES: ORGULLO DE LA REGIÓN

Una vez más, el Grupo de música folclórica andina "Armonía Tres",  obtiene reconocimientos por su trabajo en un certamen nacional.



Durante el Festival Nacional de Duetos "Hermanos Martínez", celebrado en la ciudad de Floridablanca (Santander), entre el 11 y el 13 de noviembre, la agrupación ocañera obtuvo reconocimiento por la mejor obra inédita "Ellos son para siempre", de Darío Enrique Ospina Bonett, interpretado por el dueto "So`Lindas", de Ocaña.

Muchos han sido los premios y reconocimientos que ha logrado Armonía Tres" durante su relativamente corta trayectoria artística. Crisanto Rangel, Darío Ospina y Henry Rincón, quienes iniciaron la agrupación, son compositores e intérpretes serios, profesionales y constantes, que han entendido que nuestro folclor andino es, como toda manifestación musical, dinamico y, que sin caer en las ociosas y estrafalarias adiciones instrumentales, debe ajustarse a los cambiantes tiempos sin perder su esencia original.

Rosita Rangel Ascanio y Laura Rangel,
Plazuela de la Gran Convención. Ocaña.

Rosita Rangel Ascanio y Laura Rangel, hija de Crisanti, cuyas hermosas voces se integraron al grupo, representan el ingrediente femenino de "Armonía Tres", dándole a la agrupación la suave tesitura de nuestra vieja y romántica Ocaña.

En las más recientes presentaciones públicas que hemos tenido la ocasión de escuchar, ha intervenido exitosamente el violinista Yefrey Damian, quien acaba de dar a conocer una interesante producción discográfica con temas variados.


Nos refresca el alma saber que el folclor andino en la región de Ocaña sigue cultivándose y divulgándose entre los jóvenes talentos. Esa es la forma de luchar por la identidad de la comarca. Vayan, pues, nuevamente, nuestras felicitaciones para todos y cada uno de los integrantes de ARMONÍA TRES.

Carátula del CD recientemente divulgado,
de Yefrey Damian

RESEÑA DE PUBLICACIONES

Nuevamente, damos a conocer las publicaciones de autores de la región de Ocaña, algunas de las cuales fueron presentadas en la Cuarta Feria del Libro en Ocaña o exhibidas en el pabellón de la Academia de Historia de Ocaña.

Otras, tuvimos la ocasión de recibirlas recientemente con el fin de divulgarlas en este blog.

EL OJO Y LA CULPA. Fernando Iriarte Martínez. Collage Editores SAS. Línea Negra. Segunda edición, 2011.

Abogado, poeta, ensayista y periodista nacido en Ocaña el 9 de marzo de 1951. Hijo de Rogelio Iriarte y Aminta Martínez de Iriarte. Hizo estudios de primaria en la Escuela Anexa Normal de Convención y bachillerato en el Instituto de Aplicación Pedagógica de la Universidad Nacional, institución esta donde también se recibió como Abogado, especializándose en derechos de Autor. Fue miembro de la redacción de la revista Teorema, y ha sido colaborador del Diario del Caribe, Vanguardia Liberal, El Espectador, Revista nuestra América mestiza, Horizontes Culturales y otras publicaciones de índole literaria. En Ocaña fue juez penal municipal (1975-1976) y Juez Civil del Circuito (1980).

BUSCANDO A NAZIM. Fernando Iriarte Martínez. Segunda edición. Editorial Kimpres.
Bogotá, 2010.

UN E-MAIL A LA SEÑORA BLOOM. Fernando Iriarte Martínez. Editorial Kimpres. Bogotá, 2009.


CUENTOS SIN RETORNO. Rolando K. (Raúl Amaya Álvarez). Publicación patrocinada por el Canal Comunitario TV San Jorge, con el apoyo de la UFPS y la Alcaldía Municipal de Ocaña.

Poeta y cuentista nacido en Ocaña Hijo de Daniel Enrique Amaya Navarro y Graciela Álvarez Manzano de Amaya. Cursó estudios de primaria en la Escuela ―Adolfo Milanés‖ y secundarios en la Normal Francisco Fernández de Contreras (hoy Colegio Nacional) y en el Colegio Nacional de José Eusebio Caro de Ocaña. Raúl Amaya inició su actividad literaria en el Colegio Caro, centro docente que por la década de los años 60 mantenía viva la tradición culta de Ocaña. Allí al calor de los debates que se daban en el Centro Científico ―Albert Einstein‖, junto con otros compañeros de su generación, se fue alimentando de las obras literarias de los escritores nativos, entre ellos de su abuelo Adolfo Milanés, cuyos versos se convirtieron en paradigma de los creadores de entonces. Durante la década de los años 70 fue cofundador del grupo de teatro experimental "Paredón" y de la Junta Directiva del grupo "Trashumantes", junto con Winston Jácome, Alfredo Luis Lobo Quintana, Jorge Luis Quintero y el poeta Jorge Humberto Serna Páez. Más tarde, fue cofundador del periódico "Voces Inconformes".

OBRA: Tonada sin pentagrama (poesías y cuentos). Publicidad San Carlos, Cúcuta, 1999.  


ENSAYOS SOBRE PEDAGOGÍA Y EDUCACIÓN SUPERIOR. Myriam Alicia Pérez de Torres y Myriam Leonor Torres Pérez. SIC Editorial Ltda. Bicaramanga. 2011.

Optómetra y docente nacida en Convención. Hija de don Álvaro Torres López y doña Myriam Alicia Pérez. Cursó estudios en la Universidad de Santo Tomás de Bucaramanga (1994 - 1999), graduándose como Optómetra. Es Especialista en Docencia Universitaria, Magister en Evaluación en Educación. Coordinadora de procesos de Evaluación con fines de acreditación y docente de la Universidad de Santo Tomás, en Bucaramanga, desde 2000.
Actualmente se desempeña como funcionaria de salud en el municipio de Ocaña.
Obra:
La calidad humana integral en la atención del optómetra. U. de Santo Tomás, Bucaramanga, 2002.

EL CARMEN, HISTORIA REGIONAL

REMINISCENCIA SOBRE TRES PERSONAJES ILUSTRES DE EL CARMEN, NORTE DE SANTANDER


Por Ferdinando Casadiegos Cáceres
Correspondiente de la Academia de Historia de Ocaña












Quiero aprovechar esta honrosa distinción que me hace la Academia, para rendir homenaje a mi tierra natal, El Carmen, destacando la memoria de tres personajes que dejaron honda huella en la vida de los habitantes de mi pueblo y quienes de una u otra forma también dejaron profunda impronta en mi vida.

No pretendo zaherir susceptibilidades políticas o religiosas con este trabajo, solo me mueve el interés de que se conozcan aspectos muy particulares de los personajes sobre los cuales voy a tratar y que ya hacen parte de la historia, con los cuales tuve la fortuna de compartir muchos momentos.

Son ellos, Enrique Pardo Farelo (Luis Tablanca), José Antonio Cianci Caldas, y Fidel Blandón Berrío (el profesor Antonio Gutiérrez).

1. Enrique Pardo Farelo.

En el mundo de las letras (Luis Tablanca), descolló con luz propia y su obra hoy olvidada, enaltece la literatura nacional, bien en la novela con “Tierra Encantada”, y “una Derrota sin Batalla”, ya en el cuento con “Cuento Fugaces” y “Cuentos Sencillos”, ora en la poesía, recogidos sus poemas en “Flor de los Años”.

Yo sé que quienes nos acompañan esta noche, no son ajenos a la producción literaria de Luis Tablanca, por ello no pretendo en esta presentación adentrarme en su obra literaria.

Tal vez me quede con su “Burrito Blanco”, porque me sirve este poema, par de los de Pombo e Iriarte, para evocar la personalidad de don Enrique, como lo llamábamos cariñosamente en El Carmen.

Don Enrique Pardo Farelo

Todos los días a las seis de la mañana, don Enrique salía de su casa, y con paso lento iba recorriendo las calles de El Carmen, saludando con cariño a los paisanos que encontraba. Inquiría por la salud de alguien de quien había sabido que se encontraba enfermo.

Fuera de escribir, a don Enrique le encantaba levantar muros de contención como personero perpetuo que fue de El Carmen. A él se le deben los preciosos miradores que adornan la población, la vieja escuela de varones y muchas obras de mampostería, como los baños públicos del barrio San Luis, para que los campesinos tuvieran a donde ir a hacer “sus operaciones”, según decía.

No era hombre de parrandas, fiestas y francachelas. Discreto y sencillo, “víctima ilustre de la modestia” como dijo el presidente Eduardo Santos, de conversación agradable y con una fina ironía cuando hablaba de políticos y de literatos.

Después de codearse con lo más granado de la sociedad bogotana, y de haber disfrutado de la amistad de personajes como Eduardo Santos, Guillermo Valencia, Agustín Nieto Caballero, Alfonso López y otros grandes de Colombia, volvió al terruño porque el amor por su viejecita, doña Claudina Farelo, era un imán que le atraía irresistiblemente.

Para él, entonces el mundo lo constituían la madre adorada y El Carmen entrañable.

Cuando quien escribe estas líneas, cursaba el quinto año de primaria, motivado por el deseo de leer, se acercó a la botica “Pardo Farelo y Buitrago”, que como toda botica tenía medicamentos, libros y otras mercancías y vio a don Enrique, organizando unos cuantos libros viejos y empolvados y le pidió que le prestara uno de ellos, “con mucho gusto” me contestó y me tendió la “Bella Durmiente”, poniéndome la condición de que al terminar la lectura, volviera a contarle qué había leído y me prestaría otro libro. Así nació mi afición por la lectura que no he podido abandonar jamás.

De sus años mozos, le quedó un hijo, Valentín Pardo a quien envió a estudiar al colegio Caro, pero Valentín prefirió el mundo del comercio, y no el camino de las letras de su progenitor.

Cuando en 1.949, la policía se tomó el Carmen, don Enrique y su familia tuvieron que esconderse y luego padecer los vejámenes, cuando allanaron su casa, no obstante que el gobernador, Lucio Pabón había dado orden de respetarlo. Fueron los momentos más difíciles y crueles para el espíritu sensible del escritor.

En 1959 escribí una pequeña semblanza sobre su vida, que publicó el “Semanario Manifiesto”; muy a las siete de la mañana llegó a mi casa a felicitarme, “no por lo que había dicho sobre él,- me dijo- sino por el camino que podría abrírseme en el mundo de las letras”.

Calle Real y Parque principal de El Carmen
en 1945

Finalmente, debo decir que don Enrique fue el modelo en que nos mirábamos todos los hijos de El Carmen, por su honestidad, su sencillez, su civismo, su don de gentes, era el vir bonus de que nos habla la Biblia.

Con la muerte de su señora madre, don Enrique se fue marchitando y el primero de junio de 1965, entregó su alma al creador y sus restos reposan en el cementerio de El Carmen.

2. José Antonio Cianci Caldas

José Antonio Cianci Caldas, nació el 6 de mayo de 1908 en Mompox, pero desde sus primeros meses de vida, la familia se residenció en El Carmen y José Antonio se educó en el colegio Caro, destacándose posteriormente en filosofía y letras.

Esta familia de los Cianci, creció y hoy sus ramificaciones, se extiende por Pailitas, Valledupar y Barranquilla.

Toño, como familiarmente lo llamábamos, era un hombre menudo, delgado, hijo de don Hércules Cianci Tarcitano y de doña María Caldas Herrán (de Fresno Tolima). Su familia italiana, de Calabria, venía huyendo de la guerra del cuarenta y cinco, y tras recorrer varias poblaciones de Colombia, se ubicó en El Carmen, más concretamente en la vereda de El Sul, en donde compraron una finca, cerca a la de mi abuela, Débora Sánchez, a la que pusieron el nombre de Colombia.

José Antonio Cianci, fue un poeta de la escuela de Luis Tablanca. En el periódico Patria, dirigido por el intelectual carmelitano Luis Daniel Pineda Quintero, en 1933, encuentro este hermoso poema: “Atardecer”

Crotorar de cigüeñas en el noble empinado,


Que se alarga en las ondas cristalinas del río;


Reverbera a lo lejos en el vasto plantío,


El destello escarlata del ocaso incendiado.




Emerge bajo el dombo del azur sosegado,


Del alma de las cosas un hálito de hastío;


Hay un rumor de fontanas en el bosque sombrío


Y blancura de cisnes en el risco elevado.




El rubí que fulgura tras la cresta del monte


En el confín lejano del rojizo horizonte,


Insinúa en el seno de las aguas tranquilas




Su silueta redonda como una moneda,


Mientras tiemblan las hojas de la verde alameda,


Como mil esmeraldas en mis hondas pupilas.

También se distinguió en la prosa, que manejaba con fluidez y casticidad. En Pailitas en donde residió varios años, me leyó apartes de su obra inédita “Arturo Cova o la Epopeya del Llano”, que él decía ser la continuación de la Vorágine, con los mismos escenarios y siguiendo el lenguaje de José Eustasio Rivera, pero narrando con patetismo la situación de los caucheros que Rivera no alcanzó a profundizar.

Toño era un hombre pobre que se ganaba la vida dictando clases, pero su gran vocación fue la literatura y la política. Por el partido liberal daba la vida. No era un liberal cualquiera, era un radical de los chapados al estilo de los convencionistas de Río Negro, que le rendía culto a Víctor Hugo y a la Revolución Francesa.

De ademán enérgico y contundente, era excelente orador, que se trasformaba frente a las multitudes y a su contacto su estatura menuda se agigantaba.

Su acendrado liberalismo lo llevó a representar a El Carmen en la Asamblea de Norte de Santander, en donde libró amplios debates en defensa de la provincia de Ocaña.

Durante el gobierno de Ospina Pérez y Laureano Gómez, tuvo que perderse de El Carmen y el 16 de noviembre de 1949, cuando la “chulavita” masacró a El Carmen, dejándole 45 muertos, lo buscaron por cielo y tierra, como lo hicieron igualmente con la distinguida matrona carmelitana, Ana Beatriz Castilla de Toro, para fusilarlos en la plaza pública, como sí lo hicieron con Manuel Carvajalino Peña, a quien asesinaron frente a la casa de Alberto Cianci, en mi presencia.

Huyendo de las persecuciones, fue a parar a la población de Río Viejo frente a la Gloria (hoy Cesar), en donde mi padre tenía un pequeño establecimiento de comercio. Allí permaneció Toño por algunos meses, hasta cuando se supo que la policía se tomaría la población, entonces nos tocó huir en una frágil canoa, atravesar el río e internarnos en la manigua; pasados dos días los zancudos nos hicieron salir, pero afortunadamente la policía ya se había marchado.

De la Gloria pasamos a vivir a Pailitas y Toño siempre nos acompañó. Esta era una pequeña población con categoría de corregimiento. Residenciados allí, Toño desplegó toda su actividad hasta lograr elevar el corregimiento a la categoría de municipio del cual fue diputado a la Asamblea del Magdalena.

Pailitas levantó un Busto a su memoria, pero con las remodelaciones que los alcaldes suelen realizar al final de sus mandatos, el busto fue a parar al cuarto de san Alejo, sin embargo, hoy Pailitas es uno de los municipios más prósperos del Cesar y sus habitantes guardan en su memoria con cariño y gratitud al creador del municipio.

José Antonio Cianci murió en la ciudad de San Cristóbal, en Venezuela en 1973, en donde se encontraba con su hijo Eliécer.

3. Fidel Blandón Berrío (profesor Antonio Gutiérrez)

Tal vez resulte extraño hablar de este personaje que no es carmelitano cuyo paso por la población fue fugaz, pero en el transcurso de mi relato podrán comprender la razón por la cual lo incluyo en esta ponencia.

El padre Fidel Antonio Blandón Berrío, autor de “Lo que el Cielo no Perdona,” fue conocido con el seudónimo de Ernesto León Herrera cuando, a raíz de las persecuciones que su obra desató tuvo que esconder su verdadero nombre; posteriormente adoptó el de Antonio Gutiérrez Berrío para distraer a quienes pretendían asesinarlo, no sólo por su libro, sino por móviles de oscura política que nunca lograron aclararse.

El profesor Antonio Gutiérrez, como lo conocían sus alumnos y amigos, era un hombre de tez morena, de rostro adusto, de expresión y ademanes fuertes, pero de un corazón generoso, de una extraordinaria bondad; un hombre compresivo y humano como pocos, y siempre con el corazón abierto para todos. No obstante las calumnias y persecuciones que padeció, jamás anidó el más leve rencor en su espíritu.

El profesor Gutiérrez fue un personaje legendario. Para muchos había muerto en 1.953, cuando en verdad su deceso ocurrió el 3 de diciembre de 1.981 en Facatativa (Cundinamarca).

Para unos se trataba de un cura guerrillero, tal vez el primero en este siglo. Para otros era un santo.

El misterio y la leyenda arrancan de las breñas antioqueñas y de las poblaciones de Dabeiba, Peque y Uramita, en donde ejerció su ministerio sacerdotal. Allí su espíritu apostólico sufrió el primer impacto ante la violencia que sufrieron los liberales de su parroquia, a quienes aconsejó que se fueran a las montañas para proteger sus vidas.

Sin otra alternativa, las patriarcales familias de Juntas abandonaron sus hogares y construyeron sus viviendas en el corazón de la manigua, en donde se organizaron en brigadas para la vigilancia, la defensa y la ayuda mutua, siguiendo las orientaciones de su párroco.

Burlando la severa vigilancia de los “chulavitas”, desacatando las órdenes de sus superiores y enfrentando las denuncias de los comandantes de la policía de Antioquia, el padre Blandón Berrío aprovechaba las sombras de la noche para subir sigilosamente a la montaña, en donde sus antiguos feligreses, mediante claves y mensajes especiales, lo iban orientando para que llegara hasta sus viviendas, en donde se reunían todos a escuchar la santa misa y los consejos que el sacerdote les daba. Con el mismo sigilo de la ida, regresaba a la población, sin que los cancerberos colocados en las bocas de la montaña pudieran comprender cómo retornaba a la casa cural.

Su comportamiento desató las iras del gobierno y de la iglesia. Monseñor Ángel Builes, obispo de Santa Rosa de Osos, de quien el padre Blandón había sido su secretario, le prohibió el paso por su diócesis. Su ordinario le quitó la parroquia y las autoridades manifestaron que ante la protección que estaba dando a los “bandoleros” no respondían por su vida.

Sin embargo, no desmayó en su tarea. Subrepticiamente hacía llegar vestidos, drogas y alimentos hasta las montañas.

Habiendo arreciado la violencia, desautorizado por su obispo, sin parroquia y perseguido por las autoridades, se dirigió a Medellín, en donde encontró a muchos de sus antiguos feligreses que deambulan en busca de protección.

El padre Blandón continuó su lucha, organizó lavanderías, librerías, ventorrillos, y sastrerías para ayudar a la gente sin hogar.

De todo el país llegó la ayuda y las familias se fueron instalando, pero los nuevos grupos desalojados del occidente antioqueño llenaban las calles de Medellín. Entonces se propuso retornarlos a sus hogares con la ayuda de muchas personas generosas de la ciudad. Fue así como un buen día logró poner en marcha a miles de familias del occidente antioqueño.

La peregrinación partió de Medellín rumbo a Peque, con la protección del ejército.

El periodista Alberto Yepes, narró aquella marcha en un folleto intitulado Peque:

“La impresionante caravana marchaba a través de un paisaje desolador. De ella hacían parte familias enteras en las cuales hay niños y cuya edad fluctúa entre tres meses y ocho años de edad (sic). Los mayores caminaban con los pequeños en los brazos o a la espalda, y a pesar de sus penalidades de la marcha (sic) todos avanzaban alegres de regresar a la tierra que fue suya y labraron sus mayores... La caravana la encabezaba el presbítero Blandón Berrío, de casco de corcho, morral y lámpara.

Llevaba la raída sotana recogida hasta la rodilla. Solo una vez en los kilómetros del pesado camino, aceptó montar un rato a caballo. Iba contento de regresar a la que un día fue su parroquia, confundido con los restos de su feligresía....”

Contra quienes ayudaron a estas gentes desamparadas se acrecentó la persecución. Monseñor Ignacio Andrade Valderrama, obispo de Santafé de Antioquia, fue sacado de su diócesis y murió sin poder retornar a ella.

Para salvar su vida, el padre Blandón tuvo que salir de Medellín, dejar el sacerdocio y cambiar radicalmente de estado. En Bogotá se dedicó a escribir. De sus experiencias salió ese extraordinario documento histórico: “Lo que el Cielo no Perdona”, en el que se denuncia a los autores de la violencia y se escribe con mayúscula el nombre de las víctimas y de los victimarios. En este libro estremecedor, que desató nuevos odios y persecuciones, aparecen los policías jugando fútbol con la cabeza de una de sus víctimas y el sacerdote colocando en ataúdes los brazos mutilados de sus feligreses. Para acallarlo se le tendieron celadas: intentaron involucrarlo en crímenes realizados por facinerosos que utilizaban su nombre, pagados por personas presentadas a la luz pública como los causantes de la violencia en Antioquia. Fue tanto el acoso que un buen día muchos de sus amigos en Bogotá lo ayudaron a “desaparecer” del panorama nacional.

Se dijo entonces que había ido a los Llanos para llevar a los guerrilleros parte del dinero de su libro. Otros afirmaban que había puesto tierra de por medio y que se encontraba por la Costa Atlántica. Se rumoró que había sido asesinado y su cadáver lanzado al río Sogamoso. Curas y religiosas sostenían que había viajado a Roma a denunciar a los obispos politiqueros.

La verdad es que había tenido que desaparecer porque pistoleros a sueldo pretendían liquidarlo por su apoyo a los guerrilleros.

Habiendo cambiado la situación política, concedida la amnistía a los guerrilleros, por el general Rojas Pinilla, el profesor Gutiérrez quiso reorganizar su vida. Primero se radicó en Cúcuta y luego en Villa de Rosario, donde fundó un colegio con el nombre de Monseñor Pérez Hernández, en honor del obispo de esa diócesis. Después, nuevamente perseguido, resolvió radicarse en Pamplona, allí el padre Rafael Farias, autor de los viejos textos de religión y de filosofía, lo acogió bondadoso y lo hizo nombrar profesor del Colegio del Norte, origen de la Universidad de Pamplona. Pero su tranquilidad duró poco: un año más tarde unas monjitas lo identificaron en un mosaico del colegio y de inmediato le comunicaron al arzobispo, quien por cierto había sido su compañero y superior en el Seminario de Misiones de Yarumal, Monseñor Aníbal Muños Duque, nombrado luego cardenal. No se supo que pasó pero a altas horas de la noche, como en los tiempos de Juntas, de Uramita y de Dabeida, envuelto en las neblinas de Pamplona, el padre Farías llegó sigiloso hasta el hogar del profesor y le dijo que debía salir inmediatamente de la ciudad y le dio su bendición. Ahora su nuevo refugio fue el pueblecito encantador de El Carmen. Allí vivía don Enrique Pardo Farelo (Luis Tablanca), quien lo acogió fraternalmente. No fue mucha la tranquilidad de la que pudo disfrutar; solamente alcanzó a fundar un colegio de primaria y bachillerato, con el nombre de Luis Eduardo Nieto Caballero. Pero a los seis meses el cura párroco tuvo algunas informaciones equivocadas sobre su vida pasada, con el agravante de que por esa época (1.959) el periodista Alberto Yepes, publicó en la revista Cromos un artículo novelesco, en el que hablaba de cosas que el padre nunca había hecho, convencido de que efectivamente había muerto en Sogamoso y que bien podía tejer sobre su vida, leyendas que no iban a ser rectificadas, pues estaba seguro de su desaparición. Por esto el sacerdote tuvo que huir de nuevo, ya que varios detectives se presentaron a la población en su búsqueda por las denuncias del párroco.

Cuando el reloj de la iglesia hacía sonar las ocho de la mañana y los jacarandosos alumnos del colegio Luis Eduardo Nieto Caballero esperaban impacientes que el “profe” chancero y bonachón, les abriera las puertas, éste iba llegando a la serranía de Bobalí en donde, entre los árboles, con mirada asustadiza y maliciosa, los indios motilones lo veían pasar rumbo a la cima. Era ésta una región de clima suave, de vegetación exuberante, habitada por dos familias, pero en la cual tenían los indios motilones su dominio. Hasta allí llegó después de dos días de camino y fue acogido por unos humildes campesinos que se convirtieron en su propia familia. Al poco tiempo levantó la Escuela Veredal Alfonso López Pumarejo y, para honrar al gran patricio, escribió un largo poema del cual son estos versos:

“Ha muerto el defensor de la justicia,


De la igualdad fraterna y el derecho,


Y lloran las campanas


En las rubias mañanas


Con su voz lastimera;


Y llora la bandera


Que cruzaba su pecho.

Finalmente, en uno de los árboles más altos colocó la bandera de Colombia.

Iglesia parroquial y Parque principal
de El Carmen. Foto reciente Diana M.Páez

Hasta El Carmen llegó la noticia de que el profesor estaba viviendo en Motilonia con la familia, y un grupo de amigos organizó una caravana y llegó hasta esos lejanos riscos. Allí lo encontraron enamorado de la naturaleza, enseñándoles a los niños las primeras letras y cultivando la tierra. Pensando que ya los odios y las persecuciones se habían calmado regresó a la población, con tan mala suerte que a los ocho días, los detectives rondaban la casa en que se había alojado; por esta razón hubo que sacarlo a media noche y enviarlo a Bucaramanga. De allí se dirigió a Pailitas (Cesar), en donde tenía la intención de fundar un colegio; sin embargo, también los detectives lo ahuyentaron de ese lugar, debido a las informaciones del párroco de El Carmen.

Por insinuación de Enrique Pardo Farelo, quien tenía familiares residentes en la población de El Difícil (Magdalena), se enrumbó hacia dicha población.

El Difícil estaba habitado por gente trabajadora, generosa y buena. Además tenía la ventaja de que era bastante complicado llegar hasta allí, pues solamente entraba un camión cada ocho o quince días y, cuando llovía, pasaban meses sin que alguien pudiera arribar.

En este pueblo el profesor pudo vivir tranquilo unos años. Organizó un colegio de primaria y de bachillerato con el nombre de Liceo Bolivariano, se puso al frente de la creación de la parroquia y en una larga batalla con el municipio de Plato logró, en asocio de los más prestantes personajes de la población, que el Difícil fuera elevado a la categoría de municipio con el nombre de Ariguaní (1.961).

Un día el cura párroco de Plato celebró una misa en el Difícil, oportunidad que aprovechó el profesor Gutiérrez para llevar los alumnos de su colegio y participar en los ritos y cantos; utilizaba el latín con gran facilidad, lo que llamó la atención del sacerdote de Plato, quien no tardó en comunicarle al obispo de Santa Marta, Norberto Forero y García, la inquietud que le dejó el maestro. Posteriormente empezaron a llegar sacerdotes vestidos de civil, haciendo averiguaciones sobre la vida del profesor Gutiérrez, pero éste, imperturbable, continuó su labor docente y social. Trabajaba hasta las dos o tres de la mañana a la luz de una vela –el pueblo carecía de alumbrado- al otro día a las siete de la mañana estaba frente a sus alumnos, dictando clases de gimnasia, de español, de matemáticas, de canto. Hacía de todo.

Cierto día llegaron dos individuos al colegio preguntando por el profesor. Éste se puso la camisa y salió a recibirlos, cruzó unas palabras con los visitantes y luego, dirigiéndose a su esposa, le dijo: “Mija, me llevan: son detectives; no se preocupe, tenga cuidado con los niños”. De allí a la alcaldía el pueblo se fue arremolinando, así como los estudiantes, quienes abandonaron el colegio, lo que motivó la intervención de las autoridades para tranquilizar a la gente enfurecida. Los detectives salieron con el profesor rumbo a Santa Marta, de donde fue llevado a Bogotá de juzgado en juzgado y de cárcel en cárcel, sin que se conocieran los motivos de su detención, luego apareció encerrado en la cárcel de Santa Rosa de Viterbo (Boyacá), cuyo director no pudo dar explicación sobre la permanencia del profesor en dicho establecimiento.

De Santa Rosa de Viterbo fue remitido nuevamente a Bogotá, gracias a las gestiones que desde el Difícil se lograron hacer ante el Procurador General de la Nación, doctor Hidalgo Bueno.

Dos detectives lo llevaron esposado hasta las dependencias del antiguo Servicio de Inteligencia Colombiano (Sic), hoy Das, en donde permaneció varios días, y tras dispendiosa revisión de los libros, se encontró que existía una orden de captura en su contra por “haber escrito Lo que el Cielo no Perdona”.

Realmente el libro había causado tal impacto y en él habían salido tan mal librados, la Iglesia y el gobierno de entonces, que se prohibió su lectura desde los púlpitos y se ordenó recoger todas sus ediciones en el país.

Del Sic, Blandón Berrío fue remitido a diferentes juzgados de instrucción criminal, los cuales se negaban a recibirlo porque carecían de proceso en su contra; por último, un juzgado de instrucción lo recibió –por insistencia del Sic- y libró boleta de encarcelación para la Cárcel Nacional Modelo “mientras definía su situación”. Allí estuvo recluido 28 días. Fue necesario que el entonces jefe de la Dirección Nacional Liberal, Julio Cesar Turbay Ayala, interviniera por medio del penalista Santiago Romero Sánchez, para que el Procurador investigara la razón por la cual no se le había resuelto la situación jurídica. Y como la única sindicación real era haber escrito Lo que el Cielo no Perdona, se ordenó su libertad inmediata. El diario El Tiempo dio cuenta de ese suceso y publicó la rectificación que el profesor Gutiérrez hizo de los infundios del periodista Yepes y aclaró la razón por la cual había tenido que desaparecer del escenario nacional.

Aclarada la situación, volvió a el Difícil; allí permaneció otros años y luego se trasladó a Santa Marta, en donde, pese a la oposición del obispo, fue profesor del Liceo Celedón y de otros planteles educativos y columnista del periódico El Informador.

Habiendo roto con todo lo que lo ataba a sus antiguas actividades, dispensado por la Santa Sede de sus servicios sacerdotales, y autorizado por la misma, legalizó su matrimonio (1.967) en la ciudad de Medellín, en la Iglesia Metropolitana, dentro del mayor silencio por exigencia de las autoridades eclesiásticas. Tiempo después, en 1.971, se desempeño como vicerrector del Colegio Nacional Emilio Cifuentes en la ciudad de Facatativa (Cundinamarca), en donde pudo disfrutar de la paz del Frente Nacional y añorar los días azarosos pero apostólicos de sus marchas. Desvinculado de sus viejos amigos y de las amistades que le brindaron altos personajes de la literatura y el periodismo, se perdió en la tranquilidad de su trabajo educativo y en la entrega total a su hogar.

El 3 de diciembre de 1.981 se anunció en forma sencilla en carteles fúnebres: “El profesor Antonio Gutiérrez Berrío murió”. Lo cierto es que Facatativá no se dio cuenta de que por su tierra había pasado un gran patriota, un insigne educador, un hombre de fe inquebrantable, un cristiano viejo que se fue con Dios en el corazón; un antioqueño puro de aquellos que descuajaron árboles y fundaron pueblos y dejaron en cada recodo una imagen de la virgen.

El profesor Gutiérrez vivió cada estado de su existencia con el más profundo espíritu cristiano, con la entrega más completa a su labor; fue un servidor incansable de la sociedad y un apóstol de la Virgen María.

No alcanzó a publicar una serie de escritos como El Hombre que era otro hombre (novela) y Carmen la del Carmen (ensayos y poemas), obras que se encuentran en poder de su familia.

Como lo insinué al hacer la introducción de éste trabajo, he querido rendirle un homenaje a mi pueblo natal, a través de estos tres personajes, pero lejos de mí pretender exaltar esa lucha partidista en que se trenzaron nuestros antepasados, y que solo le dejaron dolor y ruina a los pueblos.

Será la historia la que juzgue la actuación de muchos personajes que sembraron amargura y tristeza en la vida de nuestros coterráneos.

Este poema del padre Blandón Berrío, refleja el impacto que sintió cuando pasó por El Carmen en 1959

Misa Negra


Este pueblo era un ara majestuosa


cubierta con manteles de pureza,


y cada corazón, un pebetero


de libertad, de paz y de nobleza.




Este Monte Sagrado estaba al fondo,


colosal monumento de grandeza,


bajo un cielo de luz y de esperanza


que a todos nos brindaba fortaleza.




La diosa Libertad tendía sus alas


de luz, de bienestar y de hidalguía


y amor brindaba, desbordado el cielo


salpicado con risas de alegría.




Todo era dicha en este pueblo y calma


que entonces paz y libertad vivía


y El Carmen era un Carmen armonioso


de divina y celeste poesía.



Pero sonó la hora del oprobio


cual rugir de chacal en las montañas


y un sacrílego en nombre de la Patria


y en nombre de Dios, a las cabañas


despertó con sus gritos de sectario,


y con el dolo de sus negras mañas


hizo correr la sangre en los altares


cumpliendo la más vil de sus hazañas.




Una ráfaga de odios y de muerte


se abatió sobre el pueblo libertario,


traicionado en su fe por un falsario


que, engañando, trató de hacerse fuerte.




Destrozados cayeron los valientes


por el bárbaro fuego de las hordas


que a los lamentos, sus conciencias sordas,


cumplieron la misión de delincuentes.




El bárbaro levita, cruel, sectario,


Consumaba su negro sacrificio


Prostituyendo el clerical servicio


Para hacerse caníbal sanguinario.




Y el ara quedó manchada


y la víctima fue el pueblo


por el crimen de ser libre


y de tradición honrada.




Y cayeron los caídos


hasta el seno de la tierra,


mas el nombre de aquel hombre


se quedó prostituido.




Hoy el pueblo de El Carmen sigue altivo


mirando sus grandiosos ideales,


pero guarda el recuerdo negro y vivo


de aquél cura traidor y sus chacales.




Sobre las tumbas florecieron flores,


la roja sangre se vertió en claveles,


la Libertad expande sus fulgores,


las amarguras se volvieron mieles.




Cada gota de sangre derramada


selló de libertad un juramento,


la paz florece y canta la enramada


trinos de bienestar y de contento.




Y El Carmen sigue altivo


su destino glorioso


con el recuerdo vivo


de ese crimen odioso,


porque olvidar no puede


la vergonzosa historia


aunque perdón concede


a la abortada escoria.


N. de la R.


Ponencia presentada durante su posesión como Miembro Correspondiente de la Academia de Historia de Ocaña. Ocaña, 12 de julio de 2008.

Calle típica de El Carmen

martes, 15 de noviembre de 2011

COMENTARIOS

LA OTRA CARA DE LA MONEDA

SOBRE LA IV FERIA DEL LIBRO DE OCAÑA.

Por Oswaldo Carvajalino Duque




Siendo tan variado los aspectos que confluyen en una maratón de eventos culturales como es la feria del libro de Ocaña, debo decir que su organización y posterior desarrollo de la programación, necesariamente genera contratiempos y contrariedades que pudieran impulsarnos a dar un balance negativo de la organización, Pasando por alto que las causas obedecen a los aspectos financieros que son los que aceitan la maquinaria para que la locomotora de la feria marche como debiera ser, y preciso es la falta de un compromiso real de las instituciones gubernamentales que debieran agilizar sus aportes a fin de permitir que las cosas funcionen como un relojito, para utilizar una expresión muy nuestra. Fue ese aspecto lo que en definitiva impidió la marcha fluida de la jornada, si no fuese por la enorme capacidad de gestión y el carácter conciliador y recursivo de José Emiro Salas, el providencial director; deberíamos afirmar que Ocaña se hubiera quedado sin feria, agregando un motivo más para el desaliento y las cualificaciones no positivas al quehacer cultural de la ciudad.

Pero lo cierto es que alrededor crecen silvestres los Enemigos y contradictores, quienes no hace nada aparte de criticar y nunca quieren que los demás hagan algo...En las redes sociales bajo la premisa de que la gente no lee, exigen que las autoridades se apersonen del problema y cuando alguien lo intenta, pues tampoco. ¿Cómo se inventan una feria del libro si la gente no lee? Se preguntan, reclamando, reglones anteriores, la falta de iniciativas para abocar soluciones, ignorando que uno de los objetivos de las ferias del libro es incentivar a las personas para que lean.

No cesan pues las fuerzas externas su tarea demoledora y pareciera que lograran infiltrar las fuerzas internas. Decirlo, obedece a un factor que surgió de manera imprevista en la coordinación y la actividad de divulgación de los diferentes aspectos de la programación, a manera de un gusanillo destructor que privilegió algunos eventos sobre otros, dando importancia a unos de la querencia de algunos, frente a otros que no concitaban los mismos afectos. Propio de la condición humana tales conductas, no se pudiera esperar nada diferente, pero cuando se trata de intereses superiores, se debe procurar dejar de lado tal comportamiento y esto lo digo en relación a los invitados de Cúcuta, cuya presencia y participación, se vio opacada por fallas no deseables en la convocatoria, previa a su visita y durante su estadía, como que ni siquiera fueron incluidos en el programa, a pesar de estar previstos con antelación, se actuó generando obstáculos que en últimas resultaron muy lamentables. En tal sentido, yo he sido un convencido de que la feria es el único cordón umbilical que une, en cuanto a la cultura se refiere, a Cúcuta con Ocaña y que tal cordón no podemos permitirnos se rompa, por el contrario debemos consolidar esa condición nutricia, corresponde agregar que la acción efectiva del Doctor Salas evitó a último momento una agravada ruptura, honrando los compromisos de financiación en forma debida.

El grupo de Rock TONIKA, el tallerista y pintor Ignacio Cáceres, el conferencista y teatrero Roger Melo, pudieron venir a Ocaña y consolidar con su presencia esa relación que se ha mantenido durante las cuatro ferias del libro, al igual la presencia de los poetas que vinieron, Saúl Gómez Mantilla, Cesar Herrera, Miguel Iván Urbina y Felisa Escobar para el lanzamiento de la antología de poesía viva de Norte de Santander, la cual reúne a 22 poetas vivos del departamento representantes de lo más granado de la región.

La lectura de poemas en la plazoleta de la Gran convención, resultó un momento inspirador, máxime contando con la participación del reconocido poeta Nadaísta Jota Mario Arbeláez, en el lanzamiento de su poemario “Culito de Rana” pleno de humor y fantasía inigualable, su poesía tiene el brillo que solo los años y el ejercicio permanente pueden otorgar, como también el lanzamiento del poemario “El esplendor del instante” de Felisa Escobar de Duque escrito con la dulzura y delicadeza que la caracteriza. Todo ello adornado con las semblanzas de los autores, delineadas en la particular impronta de Luis Eduardo Páez. Igual de conmovedor resultó, el recital de poetas Ocañeros realizado el día anterior, en el mismo escenario, bajo la tutela de la escritora Marcia Bayona, un pilar irremplazable, quien logró reunir a un selecto grupo de poetas Ocañeros: Luis Eduardo Páez, Sonia Picón y su hermano Henry, poeta también de vieja data, la misma Marcia, el poeta Jorge Serna, representado por Fabiola Quintero, quien leyó un texto maravilloso sobre Magda García de la Rosa, y otros mas que respondieron a la convocatoria; la carencia de logística y de la publicidad debida se evidenció.

Sin embargo, a pesar de los innumerables reveses, la feria cumplió pues su cometido, contó con la presencia de un importante grupo de editoriales que confirman su interés en mantener vigente esta vitrina para el libro, Casas que batieron récor en ventas con relación a las ediciones anteriores, según lo reflejado en la rueda de negocios, y conto con numerosos eventos que resultaría imposible enumerar, conferencistas como Fernando Iriarte, talleres, obras de teatro, la presencia de la niña escritora Pereirana Manuela Fernández, quien a sus escasos 13 años ya ha publicado dos libro de literatura infantil y tiene en salmuera otros tres. Lanzamientos de obras como la “Historia de la literatura de la región de Ocaña” de Luis Eduardo Páez, “cuentos sin retorno” de Raúl Amaya, texto publicado con los auspicios de TV San Jorge, cuya cooperación en la presente ocasión fue inmejorable. “Don Quijote y Wicho panza” de Jairo Vega Manzano, etc.…. El interés de los autores y demás personalidades, nos afirmaron el hecho de la feria como una necesidad incuestionable. Por último el homenaje al escritor, historiador y galeno Aurelio Carvajalino Cabrales en los salones del Club Ocaña cerro esta larga expedición por los vericuetos del arte, con la elegancia y sobriedad requerida.

Gratitud a todos los que apoyaron esta labor de Titanes.

¡NOS VEMOS EN LA FERIA!

Oswaldo Carvajalino y Maye Santos

domingo, 13 de noviembre de 2011

COLEGIO ARTÍSTICO "RAFAEL CONTRERAS NAVARRO"

Durante la Cuarta Feria del Libro de Ocaña, tuvimos la ocasión de escuchar la Banda musical de esta institución educativa de la ciudad de Ocaña, ahora bajo la acertada rectoría del profesor Oscar Pallares, quien le ha dado un positivo vuelco al Colegio.

Recordamos que la fundación de este centro, obedeció a la loable idea de generar procesos de formación en artes y letras entre los niños y jóvenes del municipio. Largo ha sido el recorrido de la institución y grandes tambièn sus problemas económicos, amén de la indeferencia oficial que por estos lares suele ser común y corriente.

Nuestra voz de aliento para el dinámico profesor Pallares, para los docentes y alumnos del Colegio Aartístico, y en especial para el Director de la Banda y los espléndidos jóvenes intérpretes que nos deleitaron el 3 de noviembre en las instalaciones de Don Bosco College.

Por favor, pulse este enlace:
http://www.youtube.com/watch?v=7D9j_3GIMM8

lunes, 7 de noviembre de 2011

CUARTA FERIA DEL LIBRO EN OCAÑA. DON LIBRO, DIA DOMINGO 6 DE NOVIEMBRE

Mesa central en el acto de clausura.
De izq. a der. Luis Edo. Páez. José Isaac Mendoza,
Gerente de Comfanorte, Martha Pacheco, Martha Pitta,
José Emiro Salas, Jotamario Arbeláez, Jairo Luis Vega, Carmen Elena Buitrago,
Felisa Escobar y el Dr. Aurelio Carvajalino

Para concluir las actividades de la Cuarta Feria del Libro en Ocaña, "Don Libro", se llevó a cabo un acto cultural en el Club Ocaña, en el cual se rindió homenaje al médico, historiador y cuentistas AURELIO CARVAJALINO CABRALES, uno de los exponentes más destacados de la comunidad ocañera y las letras departamentales.

Carmen Elena Buitrago, Felisa Escobar y Aurelio Carvajalino

En el mismo certamen, fueron premiados los primeros lugares de los diversos concursos que se efectuaron. Intervinieron en la ceremonia, Martha Pacheco de Páez, delegada por la Secretaría de Cultura de Norte de Santander, don José Emiro Salas, rector de Don Bosco College y la doctora Felisa Beatriz Carvajalino Calle, hija del Dr. Aurelio Carvajalino.

Habla la niña autora de "La Vaca Pupy"

Entre los asistentes al acto, destacamos la presencia del poeta Jotamario Arbeláez, los poetas nortesantandereanos Saúl Gómez Mantilla, César Herrera Rugeles, Manuel Urbina, Oswaldo Carvajalino, Felisa Escobar Carvajalino, y los autores Jairo Luis vega Manzano y doña Carmen Elena Buitrago, quienes presentaron sus publicaciones en el marco de la Cuarta Feria.

"Armonía Tres"
"Armonía Tres": Dedicación, profesionalismo y compromiso

La nota artística la puso el GRUPO ARMONÍA TRES, una de las agrupaciones más importantes con que cuenta la región de Ocaña. Sus instrumentos y voces deleitaron a un selecto auditorio que se congregó para homenajear a uno de sus más dilectos hijos y para hablar de libros, de música y de cultura, en general.

Debemos destacar el valiosísimo trabajo de los jóvenes estudiantes de Don Bosco College, así como la dinámica de sus profesores, que permitió que la Cuarta Feria, en medio de las dificultades económicas que siempre tienen este tipo de actividades, culminara con éxito.

Audrey Carrillo Álvarez, jefe de Prensa de la Feria
 y Paola Alexandra Vergel Miranda. Dinámicas y eficientes

Las comunicadoras Audrey Carrillo y Paola Alexandra Vergel Miranda estuvieron al tanto de todo lo relacionado con la publicidad oportuna de la Feria, junto a Ricardo Jaime Toscano, periodista de TV San Jorge, quien actuó como maestro de ceremonia con Audrey Carrillo.

Martha Pacheco, el antropólogo Adrian Valero
y el delegado de Vigías del Patrimonio

Fueron cuatro días de constante actividad literaria enfocada hacia los niños y jóvenes de los colegios ocañeros, de talleres, de conferencias y lanzamientos de novedades bibliográficas.

Entre los talleristas, destacamos a la maestra Nohemí Vega Manzano, a Ángel Emiro Santiago, del Grupo Linear de Astronomía, a José Luis Ropero, a la poetisa Felisa Escobar Carvajalino, a Elmer Romero y Fred Paba, todos ellos comprometidos con el espíritu de la Feria.

No nos queda sino agradecer a los visitantes, entre ellos al escritor, poeta y catedrático universitario Dr. Fernando Iriarte Martínez, por sus significativos aportes a la cultura local. Y, por supuesto, a los centenares de niños, jóvenes y adultos que día tras día recorrieron los pabellones de la Cuarta Feria del Libro en Ocaña.

Parte del equipo organizador de la Cuarta Feria del Libro
Estudiantes, profesores y escritores

¡Así comenzamos!

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