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jueves, 1 de diciembre de 2011

OCAÑA EN DICIEMBRE.

Iluminación decembrina. Plaza del 29 de mayo. Ocaña

¡BIENVENIDO DICIEMBRE!


Cada año, por esta temporada, el mundo cristiano se prepara para recibir al Niño Dios. Las ciudades engalanan sus plazas, sus calles y parques y las gentes se llenen de contento. En el ambiente se respiran, como nunca, aromas de la sierra. Aquí y allá, los acordes de la música se escuchan alegres y la pólvora que los entusiastas queman en los barrios nos indica que llegó, por fin el mes más celebrado y esperado por todos: DICIEMBRE.

Quisimos compartir con nuestros lectores, estas notas sobre la celebración que se efectuaba en Ocaña hace cuarenta o cincuenta años, y que hace parte de un ensayo escrito en la década de 1980 sobre el folclor local:


"Entre las fiestas populares (o religioso – profanas), cabe mencionar las de Diciembre, que comprenden del 15 al 31. El día 15 comienza la Novena de Aguinaldo la cual, prácticamente ha perdido todo su carácter religioso. Noche tras noche, durante su duración, la plaza principal se llena de alegres ocañeros y forasteros que dan vueltas sin cesar en torno a ella, en medio de las "vacas locas", "tarros", "palmitas", "buscapatas", y otros artilugios pirotécnicos. Haces de "cuetones" cruzan el espacio dejando estelas multicolores que iluminan las sombras de la noche. Anteriormente se construían en la parte occidental de la plaza, las llamadas "cantinas", casetas de madera que servían como expendios de licor y frituras; en el extremo norte funcionaban las "juegas", en las cuales se encontraban toda clase de juegos de azar. Grandes ruletas, boliches, dados, cartas, loterías, tiros al blanco, etc., que hacían la diversión de chicos y grandes. La madrugada sorprendía a los animosos jugadores que, expectantes, esperaban ser favorecidos por una racha de buena suerte.

Cada barrio de la ciudad comenzaba, por este tiempo, a elegir sus candidatas y a organizar bailes y otros eventos para recolectar fondos con los cuales se compraría y aderezaría el hermoso vestido de la princesa escogida. Esta costumbre no se ha perdido del todo todavía y suele renacer sorpresivamente.

El 24 de Diciembre las fiestas se desplazan a los hogares. El ruido de sirenas y el zumbar de pitos y sirenas va aumentando paulatinamente a medida que se acerca la medianoche; llegada ésta, la ciudad revienta en medio de un estruendo de alborozo; los disparos de las armas de fuego se confunden con las detonaciones de las "canillas", los "totes" y los gritos de júbilo. Por doquiera se escucha el tradicional "Feliz Navidad". En los hogares se sirve la "conserva de cargazón" y el tema clásico. Los pequeñines se levantan y corren en busca de su "regalo del Niño Dios". Así llega la aurora, en medio de luces, bailes, comidas y bebidas.

Antiguo kiosko que existía en la plaza
del 29 de mayo. Década de 1930

El 28 de Diciembre, día de los Santos Inocentes, hay que andarse con cuidado: cigarros que explotan, huevos vacíos, corrientes eléctricas al dar la mano; ratones, sapos y culebras bien envueltos en lujoso papel de seda. Todo se torna broma, muchas veces de mal gusto. Es el día tradicional para los disfraces aislados y las comparsas: feroces indígenas, altivos conquistadores, horripilantes monstruos, caricaturas vivas de políticos locales y nacionales, etc., recorren las calles en medio de alegres danzas.

Anteriormente, era muy admirada y celebrada la "gigantona", quien con su enorme cabeza y su altísimo cuerpo, precedía la fiesta. Por la noche se organizaban bailes familiares, en los cuales los invitados lucen toda suerte de mascaras, disfraces completos y antifaces.

31 de Diciembre. Ultimo día del año y como tal, los pobladores de Ocaña se disponen a realizar adecuadamente su celebración, como si quisieran "sacarle el jugo" al postrer día. Desde tempranas horas se comienzan a arreglar las casas y a preparar los platos para el almuerzo y la cena. En la tarde se efectúan las visitas acostumbradas entre familiares y amigos. Llegada la noche, las personas comienzan a reunirse en sus hogares. Esta celebración, al igual que la del 24, es esencialmente familiar. De nuevo se escuchan los pitos, las sirenas, los tiros y los cohetes. La medianoche se va acercando en medio de los bailes y el trajinar de las gentes por las calles. El reloj de la catedral comienza a dar las doce. Como por arte de magia, la ciudad se ilumina y retumba. Se sirven los pasteles y aumentan las libaciones. Las mujeres lloran desconsoladamente, unas veces por sus íntimos ya desaparecidos, otras por ese extraño contagio de añoranza y sentimiento que parece brotar de los más profundo del espíritu, haciendo deslizar la furtiva lagrima, que es como una síntesis de todo un año preñado de zozobras, de inquietudes y esperanzas tal vez nunca realizables. No faltara alguna persona que, víctima del contagio sentimental o del exceso de alcohol, le dé por visitar el campo santo".

Grandes exponentes de nuestras letras, como Felipe Antonio Molina y Ciro A. Osorio Quintero, escribieron bellas páginas sobre diciembre, algunos de cuyos apartes transcribimos aquí, como homenaje a su evocación intelectual, a su amor por la tierra nutricia y como una muestra de la buena literatura.


"Esta noche, pues, entre un aroma vertiginoso de musgos y helechos frescos, descubriremos de nuevo el antiguo e inocente país de los Pesebres. El Pesebre constituye la zona de condominio territorial de todos los espíritus. Se llega a esa tierra fragante y dócil a todos los imperativos del sueño. Por caminos muy dulces y simples. El viaje está lleno del reposo y la sombra de los viejos senderos. Se escucha la risa de campanas distantes. Y como el corazón marcha descargados de inquietudes y de amarguras, de envidias y de rencores - leve como un ave posada en una rama - se llega al final de la peregrinación con los ojos resplandecientes y los labios azucarados de cánticos. Al extremo de la ansiedad está el Pesebre, abreviado continente de júbilo" (De los Pesebres. Felipe Antonio Molina. En Días sin fecha. 1964).

"Te hemos sentido llegar, diciembre amigo, con el mismo ruidoso encanto de los otros años. Y, como entonces, hemos salido a tu encuentro con el presente saudoso de nuestras todavía casi infantiles emociones. Porque tú, como nosotros, también sigues siendo un niño grande entre todos los hijos del año.

(...)

"¡Nuevamente has llegado, diciembre amable, y aquí nos tienes a todos, colmado el corazón de mil canciones, encendida y fulgurante el alma como una antorcha!...!Nadie creyera que te queramos tánto ¡Pero es lo cierto que si algo debemos al tiempo, de tí nos viene esta melódica filosofía de que hemos armado nuestros espíritus. Sin tí no valdría la pena soportar el rigor de los otros meses. Tú compensas con creces los rudos quebrantos del ánimo, y por ello, aún antes de que ausentes nuevamente de entre nosotros, podría decirse que ya otra vez te estanos esperando. Y mientras se opera ese nuevo regreso, permanecemos sostenidos por el recuerdo nostálgico de tu raro embrujo, místico y pagano a un tiempo mismo".(Alabanza de diciembre. Ciro A. Osorio Quintero. En El valle de los hacaritamas. 1962).


La Columna de la Libertad de los Esclavos, rodeada
de luces. Plaza del 29 de mayo.

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