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sábado, 16 de abril de 2011

SEMANA SANTA EN OCAÑA

Por Luis Eduardo Páez García
De la Academia de Historia de Ocaña


Procesión de la Dolorosa


Según puede deducirse de la crónica local, esta conmemoración tradicional data, en Ocaña, de la época colonial y revistió gran pompa y colorido por aquellos tiempos, como correspondía a la manera de ser de los peninsulares que se asentaron en estas tierras. Igual aconteció con las fiestas de Corpus, ambos eventos presididos por la máxima autoridad religiosa y las autoridades civiles y militares.

La Semana Santa estuvo presidida, incluso, por el Obispo de Santa Marta, como consta en las añejas crónicas, cuando Fray Juan Espinar de Orozco, en 1643, estuvo de visita en la ciudad.

La fe católica del pueblo ocañero, ha tenido desde épocas remotas una de sus expresiones más significativas con la celebración de la llamada Semana Mayor, donde se confunde el pueblo, sin distingos sociales, en todas las misas y procesiones que se llevan a cabo.

Ciro A. Osorio Quintero, uno de nuestros más reputados cronistas, describe un Domingo de Ramos, así:

Domingo de Ramos. catedral de Santa Ana
Archivo ciudadocana.com


“Hoy es Domingo de Ramos. Para conmemorar la entrada triunfal del Rabino a Jerusalén, la sierra generosa ha ofrecido todo el sencillo esplendor de sus ramos campesinos. Y así la piadosa feligresía, encabezada por los ministros del altar ataviados todos de moradas vestiduras rituales recorrerá esta mañana, en nutrida procesión, los amplios camellones del parque principal luciendo en alto el alegre tremolar de sus ramos benditos, mientras las campanas de la catedral vierten sobre la plaza colmada su jubiloso repique de triunfo. Adelante, los primeros, ufanos, orgullosos de su verde palma, irán los muchachos de la ciudad. Desde muy temprano estos rapaces se han apostado a todo lo largo del comulgatorio de la iglesia, en espera de la hora de repartir el simbólico gajo. Allí, entre empujones y pisotones y desafiando la paciencia del Sacristán y los policiales, han logrado coger uno, dos y hasta tres ramos benditos. Lograr el mayor número de ellos es una graciosa proeza infantil admirada y aplaudida por sus compañeros… Pasada la procesión, los alegres rapazuelos irán a la casa y en el pequeño altarcito del aposento, distribuidos convenientemente, se colocarán sus ramos, los que sumados a los que llevan los demás habitantes del hogar, formarán un místico bosquecillo reverdecido. Allí los ramos se irán secando. Pasado algún tiempo y cuando y cuando ya estén completamente secos, la abuela hará con ellos pequeñas cruces de tosca apariencia, las que colocará clavadas tras de las puertas de los dormitorios para evitar así que cualquier mal día el Enemigo Malo se le ocurra visitarlos”.

La organización y el orden durante las procesiones de Semana Santa, corren a cargo de la Hermandad de Nazarenos cuyos hábitos talares recuerdan a los de Sevilla, en España, y que fue fundada en 1873 por el presbítero José Antonio Acosta a quien se debe también la traída a Ocaña de varias de las imágenes que hoy observamos durante las procesiones. Al respecto, Monseñor Manuel Benjamín Pacheco Aycardi, refiere:

“Deseoso el padre Acosta de dar mayor esplendor a las renombradas funciones piadosas de Semana Santa celebradas en Ocaña, hizo venir de Francia las más artísticas efigies, representativas de la pasión de Nuestro Señor, cuyo costo de trescientos pesos ($300.oo) cada una asignó entre los más acaudalados comerciantes de la ciudad, quienes aceptaron gustosos tan obligante erogación; correspondió, pues, el valor de la imagen del Señor en la columna, a D. Diego Alejandro Jácome, el de la del Resucitado, a D. Juan C. Pacheco, el de la del Ecce Homo, a D. Pedro Pacheco, el de la imagen de la Verónica, a los señores Jácome Monroy, y el de la Pura y Limpia, a los señores Quintero Jácome Hnos..”

Señor en la Columna. 1873


El Santo Sepulcro, otra de nuestras joyas artísticas de la Semana Santa, fue construido por el maestro ebanista José Marín en 1856, por encargo de la familia de don Justo Lemus.

Otro de nuestros eximios escritores, don Felipe Antonio Molina, recuerda así las procesiones de Semana Santa:

“La procesión de ´Los Pasos` sale de la iglesia principal, recorriendo algunas calles, hasta dar la vuelta y regresar a su punto de partida, al compás de marchas fúnebres. ´La Dolorosa` ha de encontrarse con el Cristo, precisamente, en la esquina de la plaza. Tras de hacerle una respetuosa reverencia, sigue adelante, y así van pasando todos los santos. ´La Magdalena`, ´San Juan`, etc. Los otros pasos representan diversas escenas de la pasión del señor, y por último viene la Cruz, sostenida por un Cirineo ´de verdad`. Entonces la población corre hacia el templo en busca de un sitio adecuado para oír el sermón de las ´Siete Palabras`.

…Hay momentos de gran expectativa: es que llega el Santo Sepulcro, artística obra de madera y cristal, que construyó hace muchísimos años un tal maestro Marín, cuyo nombre se pierde en la noche de los tiempos”.

Las procesiones de Semana Santa y toda la conmemoración religiosa en sí, constituyen una de las manifestaciones religiosas más antiguas de Ocaña, estando a la par en solemnidad con las de Pamplona y Popayán, con la diferencia que estas ciudades han sabido promoverlas más desde el punto de vista del atractivo turístico. Hoy, como ayer, se siguen celebrando con recogimiento y fervor, notándose durante los últimos años una afluencia mayor de asistentes y un reconocimiento público más notorio tanto desde el punto de vista religioso como desde la óptica de nuestro patrimonio cultural.

El Plan Básico de Ordenamiento territorial de Ocaña (2002 – 2011), reconoce la Semana Santa como uno de los certámenes culturales relevantes. Así mismo, el Decreto 1144 de 31 de diciembre de 2003, expedido por la Gobernación de Norte de Santander, declara nuestra Semana Mayor como Bien de Interés Cultural de carácter departamental, reivindicando con ello el sitial de honor que merece esta conmemoración tradicional del pueblo ocañero.

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Bibliografía

El Valle de los hacaritamas. Ciro A. Osorio Quintero. Barranquilla, 1962.
Monografía de la Parroquia de Ocaña. Monseñor Manuel Benjamín Pacheco Aycadi. Biblioteca de Autores Ocañeros, Vol. 5, 1970, ss.
Muros de la ciudad. Felipe Antonio Molina. B.A.O. Vol. 4, 1970.
Ocaña, tradiciones, leyendas y costumbres de una provincia colombiana. Luis Eduardo Páez García. Inédito.

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