Callejones de Ocaña, Carmelo Fernández. 1850.
CAPÍTULO
VII
LA
PROVINCIA DE OCAÑA Y LA COMISIÓN COROGRÁFICA
La Comisión Corográfica
fue una misión científica, compuesta por geógrafos, cartógrafos, dibujantes y
naturalistas, creada por el gobierno nacional como esfuerzo para lograr el
inventario de poblaciones, recursos naturales, costumbres, accidentes
geográficos, etc., necesarios para lograr tomar las medidas gubernamentales del
caso en cada una de las divisiones territoriales de la Nueva Granada. Al frente
de ella, estaba el ingeniero italiano residente en Venezuela, Agustín Codazzi.
Codazzi había trabajado
en Venezuela bajo las órdenes del general José Antonio Páez, pero al asumir el
poder el dictador Monagas, Codazzi cayó en la lista de perseguidos políticos y
solicitó a su amigo Manuel Ancízar que le ayudara a trasladarse a la Nueva
Granada donde ya se estaba preparando un proyecto de investigación que requería
el concurso de expertos. Ancízar escribe a su amigo, autorizado por el
Presidente Mosquera, instándole a desplazarse hacia la Nueva Granada con el
cargo de "Ingeniero geógrafo con 24.000 reales de sueldo". El 1 de
abril triunfó en las elecciones presidenciales el general José Hilario López,
quien hizo aprobar por parte del Congreso la Ley del 29 de mayo de 1849 que
agregaba al proyecto de Mosquera de elaborar la cartografía de la Nueva
Granada, "una descripción completa de la Nueva Granada y a levantar una
carta general de dicha república y un mapa cartográfico de cada una de sus
provincias". Manuel Ancízar pasó a servir como Secretario de la Comisión
Corográfica, y encargado de la redacción de una obra con los pormenores de la
expedición.
Hacia el mes de abril de
1850, llega a Ocaña la Comisión Corográfica dirigida por su secretario, el
doctor Manuel Ancízar. Entra al territorio por su extremo sur, después de haber
pasado por la provincia de Soto; remonta la Serranía de Jurisdicciones cayendo
a La Cruz (hoy Abrego); de allí pasa a Ocaña donde establece su cuartel general.
En su itinerario, recorre las poblaciones de Aspasica, La Palma (hoy Hacarí),
Teorama, Convención, El Carmen, San Calixto, Pueblo Nuevo, Río de Oro, Brotaré,
San Antonio, Loma de González, Los Ángeles, Totumal, Aguachica y Puerto
Nacional.
LA CRUZ (ABREGO)
"La Cruz, cabecera
de un distrito que cuenta con 2682 habitantes, figura como parroquia desde
1808. Hállase fundado cerca de la ribera izquierda del rio Guayabal que más
adelante llaman Algodonal, después Carate y al fin Catatumbo, con cuyo nombre
cae poderoso al lago de Maracaibo y ocupa la extremidad norte de un lindo valle
de aluvión a 1405 metros de altura sobre el mar… El distrito es rico en
ganadería, mereciendo la fama de bellos los potros que salen de sus dehesas. En
su calidad de pueblo ganadero adelanta con lentitud respecto a lo material,
pero al cabo adelanta, y en las tres bien regidas escuelas con que se honra,
tiene los gérmenes de su mejora venidera. La salubridad del clima está
demostrada en el movimiento de población durante el año de 1850: nacieron 122
individuos, o 1 por cada 21 habitantes, y murieron 27, que corresponden a uno
por cada 99,3. La moralidad la expresan tres cifras sobrado significativas: hay
742 individuos casados y 620 solteros; en el transcurso del año solo hubo dos
delincuentes por malversación de depósito. ¿Qué sería de este pueblo si
cambiara la vida pastoril, un tanto aventurera, por la honrada y sana del
agricultor?"
OCAÑA
"Está situada junto
a un riachuelo tributario del Catatumbo, en un pequeño llano arenoso rodeado de
cerros áridos y desnudos, a 1165 metros sobre el nivel del mar, separándola del
Magdalena el ramal que divide la hoya de es rio y la del Catatumbo.
Damas blancas de Ocaña. Carmelo Fernández. 1850
Iglesia de San Francisco. Carmelo Fernández. 1850.
"Tienela ciudad
cinco templos entre capillas e iglesias, y otros más en construcción, al paso
que carece de hospital y de casas adecuadas para escuelas públicas. Su
población llega aproximadamente a 4000 habitantes, puesto que el distrito
cuenta en sus reducidos términos 5046. Las calles regulares mal empedradas y a
trechos con aceras enladrilladas según la voluntad de los dueños de casas.
Estas son por lo general bajas, de construcción a la española, con palurdas
ventanas salientes sobre pilastras o relieves a propósito para romperse la
cabeza; el menaje sencillo y modesto; el aseo extremado. Las razas blanca y
africana y la casta intermedia componen la población, habiéndose confundido con
ellas y desaparecido el tipo indígena, del cual asoman algunos restos en los
pueblos de las serranías, donde predomina la familia europea. La ruana, este uniforme
nacional a veces limpio y elegante, a veces ruin, pesado y encubridor de malas
cosas, ha perdido en Ocaña su carta de naturaleza; el traje del jornalero se
reduce a pantalón y camisa, y sobre el bautismo un sombrero raspón mondo y
desguarnecido como salió de manos de la tejedora. También las mujeres han
desechado la mantellina sustituyéndole un largo retazo de zaraza oscura con
pintas blancas en que se envuelven, dejando libre la cabeza para cargar en ella
la tinaja de agua, el canasto de comestibles y hasta la botella vacía que
mantienen equilibrada sin embargo de caminar ligeras, batiendo el suelo con las
desairadas chinelas, pues jamás su calcañar ha sufrido la prisión del calzado
propiamente dicho. Todas son entre sí comadres; y si dos de ellas se encuentran
en sus idas y venidas, se detienen, traban una especie de conversación gutural
indescifrable a causa de llevar tabaco con la candela dentro de la boca, y
gesticulan como telégrafos, no curándose del mueble puesto en la cabeza, que
parece arraigado allí, según se menea con la persona sin trastornarse ni perder
su precario asiento. Cuando por casualidad no llevan tabaco, el hablar es
rápido, la voz un tanto nasal y la pronunciación incorrecta por suprimir la s,
tan silbada en las cordilleras y por el trueque de letras peculiar de los
moradores del litoral.
"Las damas de Ocaña
siempre tuvieron fama de bellas, y en realidad lo son a la par de amables e
inteligentes. Viven con mucho recogimiento, dejándose ver pocas veces en la
ventana o en las calles, y nunca en reuniones numerosas, porque la vanidad de
clasificaciones, todavía más exagerada que las de Piedecuesta, las mantienen
divididas en categorías tan ridículas como formalmente sostenidas. Una señora
de primera no asiste a los bailes de la de segunda, las de tercera no pueden
subir de su escalón, y se creerían degradadas mezclándose con las de
cuarta".
FIESTA
DE LA CRUZ DE MAYO
"La CRUZ DE MAYO se
festeja en el barrio llamado La Playa, situado al pie de la ciudad y a orillas
del modesto rio que lleva el pomposo nombre de Grande. Desde las ocho de la
noche comienzan a dirigirse allá los curiosos del barrio alto; ellos en el
traje común o democratizados con la tolerante ruana, y ellas de pañolón y
sombrerito jipijapa, no faltando ciertos grupos de caritas frescas y alegres,
custodiadas por hombres vestidos con largos sobretodos negros, ajustados al
talle y en las perfumadas cabezas borlados sombreros de nacuma o de fieltro;
estos ciudadanos no llevan corbata sino collarín partido en dos zonas, blanca y
negra. Los golpes acompasados del sonoro tamboril anuncian desde lejos dónde
está el baile; conforme se baja, la gente aumenta en las calles y en las
tiendas de yantar, y por último se descubre un remolino de sombreros frente a
una puerta de calle que arroja sobre aquel núcleo central de los paseantes
copiosa luz emanada de las velas de sebo que alumbran la sala, la cual no es
grande ni puede serlo, por cuanto el baile pertenece a la cuarta clase. En el
local preside un altarito lleno de flores ocupado por tres cruces que se
procuran fabricar primorosamente, como conviene al pretexto de la función,
agrupando a su rededor toda la iluminación. En torno de la sala reina, contra
las blanquedas paredes, una fila de asientos aforrados en cuero, y encima de
ellos la porción espectadora o sea la milicia de reserva en los bailes; el
espacio de en medio lo llena la milicia activa congregada y movida por el
tamboril, señor absoluto de los clarinetes, que a rato le acompañan
perfectamente desacordados. Los bailadores funcionan en mangas de camisa, o en
chaquetillas ligeras; las jóvenes sencillamente vestidas sin otro adorno que un
esmerado aseo, ni más galas que la risa en los labios, la flexibilidad en los
cuerpos y la confianza en el magnetismo animal de que están saturadas. El vals
y las enredadas contradanzas que algún enemigo ciego de la armonía de los
movimientos nos trajo, hacen el gasto de estos bailes, en que se echan de menos
las danzas nacionales, tan nuestras que hasta lo malo de ellas parece
bueno…"
Luego de esta
descripción, entra Ancízar a reflexionar sobre la aparición de la Virgen de
Torcoroma, y más adelante, sobre los sucesos que tuvieron lugar durante la
Convención de Ocaña, en 1828. "La yerba crecía en los escalones de la
modesta iglesia, pisados veintidós años atrás por los hombres de 1810".
Advierte el autor de la
Peregrinación de Alpha, que en Ocaña no hay mercado semanal y destaca la labor
que como gobernador provincial, desempeña don Agustín Núñez.
"Aspacica, llamada
SANTA CATHARINA DE ESPASICA, en una guía del virreinato en el año de 1794,
tiene poco más de veinte casas cubiertas de palma, y una iglesia nueva y
sencilla por falta de medios para echarla a perder con los adornos
acostumbrados. Está situada en la estrecha falda de un cerro a 1599 metros de
altura sobre el nivel del mar, gozando de temperamento fresco y sano y es
cabeza de un distrito parroquial en el que se numeran 1317 habitantes blancos y
mestizos de indios".
LA PALMA (HOY HACARÍ)
"Por más de dos
leguas casi al norte queda La Palma, rudimento de pueblo con diez y ocho
ranchos y una iglesia miserabilísima, de cuyo pequeño atrio habían tomado
posesión los cerdos, poniéndolo como deja considerársele… Cerca de 1400
feligreses le están confiados (al cura párroco), viviendo a largas distancias
en un país montañoso y de hecho privado de consejos y auxilios morales
"El termómetro
centígrado marca en La Palma 24º de temperatura media, indicando que ya se
desciende a la región de las selvas, la vegetación es bella y frondosa; la
altura del pueblo sobre el nivel del mar, 973 metros… Frontero a La Palma y
Aspasica, mirando para el oriente se levanta sobre cuanto la rodea una gran
mole terminada en plano a 2686 metros, cortada verticalemente a su espalda por
un profundo cauce del Tarra: es la Mesarrica, que mide tres leguas de largo y
una y media de ancho, sutentada por estratos poderosos de arenisca, desierta
hoy, pero en otro tiempo mansión de indios reunidos en un pueblo agricultor que
la opresión de los blancos destruyó, dispersando sus moradores". Destaca
Ancízar, que aún viven unas 20 familias indígenas, arrinconadas en las
serranías cercanas a la quebrada del Orú, y que se les conoce con el nombre de
PATAJEMENOS.
BUENAVISTA, PUEBLO NUEVO
Y RÍO DE ORO
A las inmediaciones de la
capital quedan Buenavista, Pueblo Nuevo y Río de Oro, centros de distritos
parroquiales, que reúnen 2342 habitantes y nada ofrecen para descripción
particular: Los dos primeros están encaramados sobre el filo de dos estribos
que bajan del ramal occidental a 1617 metros de altura, y son la morada de
agricultores blancos; gente buena y sencilla para quienes no hay otro asunto
público que oír la misa, ni grandeza terrenal que supere a la de Ocaña. Ocupa
el tercero una depresión circundada de cerros sin árboles ni verdura y regada
por el riachuelo de su nombre; es superior a sus limítrofes en aseo y edificios
y participa del privilegio de la capital en cuanto a la belleza de las mujeres,
teniendo la honra de contar mayor número de niños en escuela que cualquiera de
los demás distritos, excepto La Cruz, pero comete la injusticia de no educar
una sola niña, confundiéndose en esto con los pueblos más atrasados de la
provincia".
TEORAMA
"La fundación de
Teorama comenzó en 1808, y tres años después mereció el título de parroquia.
Bien situado en una meseta dominada por cerros, a 1503 metros sobre el nivel
del mar, lo rodean terrenos vírgenes recién desmontados y cumbres cubiertas de
bosque muy bellos… La fertilidad del suelo es grande y en pocos lugares tan
favorable para plantaciones de café, como en toda esta comarca…".
CONVENCIÓN
"Convención es otro
pueblo establecido en el año de 33, dos leguas al sudoeste de Torcoroma, en el recuesto
de unos cerros montuosos por los cuales viene el camino, si puede merecer este
nombre la mala senda, llena de atascaderos… El aspecto de Convención
entristece: feas casas, peores calles, por iglesia una de las casas con su
horca en la esquina, donde a guisa de ajusticiados cuelgan las campanas, y la
imagen de la desidia en cada vecino. Allí reaparecen los camisones desatados,
las negligentes chinelas que tanto afean el andar de las mujeres, y la
enormidad de fumar tabaco al revés con la candela metida en la boca, contrasta
la pobreza de las gentes y la profusa fertilidad de la tierra, ofreciéndoles en
vano su fecundo seno, sus palmas de nacuma y marfil vegetal, sus muestras
vigorosas de café y caña dulce…".
EL CARMEN
"Después de Convención,
siempre al sudoeste, se halla el Carmen, bello pueblo con casa de teja, iglesia
decente y moradores blancos, trabajadores y de buen talante, consagrados a la
agricultura, de que ofrecen ventajosas muestras los campos vecinos cubiertos de
cañaverales y sementeras bien cuidadas. Tanto por esto como por el aseo de las
calles, que llevan en el medio de su acequia de agua, y por el casi elegante
vestir de las mujeres, ocupa este pueblo el primer lugar entre las cabezas de
distrito. Sus dos escuelas de niños y niñas pueden servir de modelo, y dan
excelente idea del régimen parroquial y del patriotismo del cabildo. El asiento
del Carmen es una meseta ceñida al oriente por la copiosa quebrada de su
nombre, y al occidente murada por un cerro vestido de árboles frondosos
cuidadosamente conservados que contribuyen a templar el calor de 42º
centígrados, y a embellecer el paisaje, sobre toda ponderación, pintoresco y
alegre. Retrocediendo tres leguas para el sur se avistan juntos Brotaré y San
Antonio, en dos cerros divididos por una profunda quebrada, y más adelante Loma
de Indígenas, semillero de donde ha salido toda la población blanca y
agricultora de la provincia, pueblo tan aseado y laborioso como El Carmen, de
lindas muchachas y vecinos honrados y hospitalarios".
Concluye así Ancízar, su
descripción de la provincia de Ocaña realizada, como dejamos dicho, durante los
viajes de la Comisión Corográfica, en 1850. Es, sin lugar a dudas, uno de los
testimonios más completos sobre nuestra geografía regional, humana y física,
cuyo complemento gráfico reposa en las cuatro láminas que dejara Carmelo
Fernández en el álbum de la Comisión.
(Tomado de la obra Historia de la Región de Ocaña. Luis Eduardo Páez García. Jaguar Group producciones. Bogotá, 2009).
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