Por
Luis Eduardo Páez García
Academia
de Historia de Ocaña
Los estudios sobre el desarrollo
urbanístico de Ocaña, conformación de sus primeros barrios, equipamiento
urbano, primeras invasiones, etc., se encuentran dispersos en artículos
periodísticos, desde finales del siglo XIX y comienzos del XX, en las obras
históricas publicadas en la Biblioteca de Autores Ocañeros (Vol. 5), en varios
libros del historiador Jorge Meléndez Sánchez; en lo que anotamos en nuestro
libro sobre la Historia de la Región de
Ocaña; en el estudios diagnóstico del Centro Histórico de Ocaña, del Arq.
Moisés Enrique Urbina Pacheco; en varias
obras del historiador Mario Javier Pacheco y, últimamente, en el muy completo
ensayo del Arquitecto y catedrático universitario Luis Armando Ortíz Álvarez.
Desde la década de 1970, el tema del
urbanismo en Ocaña ha sido motivo de constante preocupación por parte de la
comunidad y de los investigadores, debido a la creciente destrucción del
patrimonio arquitectónico y a la inoperancia reiterada de la oficina de
Planeación Municipal. Desde 1997, cuando se expidió la Ley 397, o Ley General
de Cultura, los pronunciamientos sobre la necesidad de preservar el área
histórica fundacional, han sido cada vez mayores y, de igual manera, los
atropellos cometidos contra nuestro patrimonio material han arreciado de manera
inmisericorde ante la mirada indiferente de las autoridades.
Estas circunstancias motivan, con
sobrada justificación, el presente ensayo que busca sensibilizar a nuestras
gentes sobre la importancia de nuestro patrimonio histórico, la divulgación de
la génesis de los primeros barrios y de algunos aparecidos desde 1963, cuando se produjo la primera
invasión a predios urbanos.
EL CENTRO
La fundación
de la ciudad de Ocaña, el 14 de diciembre de 1570, dio lugar al establecimiento
de un conglomerado de españoles bajo la
autoridad del Capitán Francisco Fernández de Contreras. La estructura
urbanística inicial obedeció a la legislación que la Corona española había implementado
en sus posesiones americanas. Es decir, el trazado reticular ortogonal o en damero, a partir del
cuadrado de la Plaza Mayor.
Centro histórico, sector de la Plaza del 29 de mayo
Centro histórico,
sector de San Francisco
Su consolidación data de 1570, cuando
fue fundada la ciudad. Inicialmente comprendió las ocho manzanas entorno a la
Plaza Mayor (hoy Plaza del 29 de mayo), y luego fue extendiéndose por las calles 10 y 11 entre las carreras 6 y
14. Allí habitaron los primeros conquistadores y pobladores de Ocaña en épocas
de la Colonia y hasta entrado el siglo XX.
ÉPOCA COLONIAL
La formación
espacial española, durante la Colonia, suplantó
el modelo prehispánico circular y radiocéntrico por el reticular ortogonal, con las
siguientes consecuencias:
• “Paso del autodesarrollo libre al desarrollo
inducido e impuesto.
• Sustitución de la planificación “natural” por la
planificación colonialista.
• Contradicción entre la extensión ilimitada de los
medios naturales de producción y el reducido del nivel de las fuerzas
productivas, trayendo a consecuencia una prolongada crisis demográfica y
productiva.
• Marcada disminución del territorio vital y paso al
reducido poblamiento español, por medio de escasas “ínsulas” y enclaves,
configurando una reducida red de aldeas.
• Anulación de la propiedad comunal, expropiación e
implantación de la propiedad territorial privada.
• Crisis y desaparición de la geometría del círculo e
implantación hegemónica definitiva del trazado urbano en el ángulo recto.
• Surgimiento de la ciudad como instrumento y reflejo
del Estado colonialista”.
APARICIÓN DEL
LATIFUNDIO URBANO
La ciudad se
estructura de acuerdo a categorías de propiedad establecidas por los españoles.
Para el caso de Ocaña, el predio residencial urbano (solar) se fragmenta en cuatro partes que se
entregan a los principales conquistadores y pobladores.
De igual
manera, la Plaza principal se sacraliza localizando en sus frentes las
edificaciones para albergar a las autoridades y a los representantes de la
Iglesia, como se observa en el primer plano que conocemos de Ocaña.
LAS PRIMERAS CONSTRUCCIONES
Las evidencias
documentales nos muestran que las primeras edificaciones sobresalientes
levantadas en Ocaña, corresponden a las iglesias de San Francisco (1583-84),
San Agustín (1596) y Santa Rita. Luego, seguirían construcciones
institucionales como la casa del cabildo, y los templos de la Torcoroma, el
Dulce Nombre, y las residencias establecidas sobre las calle Real (calle 11) y
de la Amargura (calle 10), entre las que citamos la de las familias Quintero
(Palacio Municipal), Lemus (frente a la Torcoroma), Museo Antón García, y
otras.
Nombres de las
primeras calles:
Calle Nº 1.
Hoy carrera 12
Calle Nº 2.
Hoy carrera 12
Algunas denominaciones antiguas de las
calles del Centro Histórico, tomadas de periódicos del siglo XIX:
Calle Real (Cl. 11)
Calle
Real, carrera 11. Foto Carlos J. Vega V.
Calle de la Amargura (Cl. 10)
Calle
de la Amargura, entre carreras 9 y 12, Década de 1930
Calle de la Igualdad (Cra. 12 , de la
calle 10 hacia en Cementerio)
Calle del
Comercio N° 1. Finales del siglo XIX
Calle del Comercio Nº 2 (cra. 13, entre
11 y 12)
Calle Santander (Cra. 12, entre 11 y 13)
Calle Bolívar (?)
Calle Sucre (?)
Calle de San Luis Nº 1 (Calle 12 entre
10 y 11)
Calle San Luis
Calle de San Luis Nº 2 (Cra. 11 entre 11
y 12)
Calle de El Carretero (Cl. 12 entre 8 y
9)
Con base en escrituras otorgadas hacia
1880, estos eran para esa época, sectores urbanos consolidados:
La Amargura
San Francisco
Plazuela de San Francisco
El Carretero
Vista
de El Carretero. Foto Albert Toro.
La Rotina
El Cerro de las Ovejas (Cerro de los
Muertos)
Los Altillos
San Agustín
Sector
de San Agustín, 1888. Acuarela de Eusebio Posada
Álbum
de mis recuerdos. Museo Antón García de Bonilla
Villanueva
La Piñuelita
El Tamaco
La Costa
Las Alcantarillas
Calle del Dulce Nombre
Calle
del Dulce Nombre
Las Llanaditas
El Martinete
El Llanito de Melo
El Tejarito
Barrio
de El Tejarito, detalle. Foto Ocaña Hoy
Punta del Llano
La Palmita
El Palomar
Llano de Santa Ana (Llano de los
Echávez)
Barrio
de El Llano, detalle
PLAZA
DEL 29 DE MAYO
Década de 1950
Su trazado data de 1570 cuando se fundó
oficialmente la ciudad de Ocaña. En 1680, el Presbítero Diego del Barco
Morineli arregló el marco de la plaza que se encontraba en mal estado. Don
Manuel Benjamín Pacheco Carvajalino, a su llegada de Estados Unidos en 1881, se
dio a la tarea de sembrar las ceibas que hoy adornan el Parque. Y el 20 de
julio de 1894 se inauguró el primer camellón (oriental) del parque principal.
Se encuentra localizado dentro de su perímetro, un busto del General Francisco
de Paula Santander, erigido en 1940 con motivo del centenario del fallecimiento
de este prócer. En su centro, se levanta la Columna de la Libertad de los
Esclavos, erigida por esclavos libertos y ciudadanos, entre el 6 y el 22 de
diciembre de 1851, para conmemorar la ley que abolió definitivamente la
esclavitud en el país. En 1934, el ingeniero Luis Eduardo Quintero elaboró los
planos de la primera intervención que se hizo a esta plaza. En la década de
1970 se realizó la segunda intervención. En 2003, se llevó a cabo una tercera
intervención que logró recuperar algunos espacios perdidos y dar mayor
visibilidad al monumento central.
Es el
más importante escenario de encuentro ciudadano Este espacio ha sido
lugar de concentraciones populares de índole política, social y cultural.
Los barrios tradicionales de la ciudad
de Ocaña comienzan a conformarse a partir de 1570, cuando es fundada la ciudad
por el Capitán Francisco Fernández de Contreras.
Primer plano
conocido de Ocaña, 1578
Inicialmente, se forma el CENTRO, que
estaba conformado por el cuadrado de la Plaza Mayo y las ocho manzanas en
contorno. A partir de esta distribución, que se denomina ortogonal o “en
damero”, Ocaña comienza a crecer hacia lo que hoy son las calles 10 y 11, entre
carreras 6 y 14.
Centro histórico de
Ocaña
EL CENTRO ha sido el escenario de
vivienda de las principales familias, del comercio y de la actividad social y
política.
La mayor cantidad de bienes de
patrimonio cultural material se encuentran en esta área.
SAN
FRANCISCO
Fotografía del
templo de San Francisco, finales del siglo XIX
“El barrio de San Francisco se compone
de la plaza de su nombre con su vecindario, el trayecto correspondiente de la
Calle de la Amargura, la Calle Real y la Calle del Carretero.
El barrio de San Francisco se hizo
célebre por haberse reunido en el templo del ídem la estupenda asamblea
legislativa de 1828, y cuenta entre sus
muchas glorias la de haber dado hospedaje gentil al Libertador Bolívar, en las
veces que pasó por esta ciudad, en la casa de don Manuel José Trigos, donde el
héroe comía y dormía cuando no bailaba hasta la madrugada al son de arpas y
guitarras españolas, con las lindas hijas del dueño de la casa.
El barrio de San Francisco es cuna de
hombre célebres como José Eusebio Caro, que vio la luz en la propia casa donde
se está construyendo el elegante edificio destinado a Colegio Superior de
Varones, como el doctor José Vicente Concha Lobo, que nació media cuadra abajo,
en la casa de los Quinteros Pachecos, hoy casa en reconstrucción de los señores
Paba Quintero; y en menor escala, pero siempre dentro del mérito legítimo,
nacieron también Lubín Lobo Barbosa, gran señor, hombre de letras, institutor y
abogado, primo hermano del doctor Concha Lobo; Manuel Barbosa Madariaga,
teólogo y orador, tipo refinado, estilo renacimiento, que alternó en la cátedra
del Espíritu Santo, durante su estada en Bogotá, con Cortés Lee y Carrasquilla,
y nació también aquel simpático poeta jacarandoso, mezcla de bohemio y burgués,
que viajó por Europa y peleó con Vargas Vila en caracas por la paternidad de un
ovillejo; ese que se llamó n vida Eustoquio Quintero Rueda.
Las gentes de los barrios nordinos de
ciudad para indicar el barrio de San Francisco llámanlo El Carretero, por un
muy discutido error de historia, porque lo que propiamente se denominada barrio
del Carretero es el trayecto de la calle que los viejos llamaron ´antigua
carrera de Teorama´, a la parte sureste, a la salida para Buenavista; y débese
ese nombre a la circunstancia de haber vivido allí un español que tenía una
carreta para transportar objetos, quizá la primera carreta que se usara en esta
ciudad, lo que también debe ser motivo de orgullo para los del barrio
mencionado. Los abuelos de nestros abuelos debieron decir ´La calle del
Carretero´por indicarla calle donde vivía el español de la carreta y de ahí el
nombre de El Carretero.
San Francisco es uno de barrios más
populosos de la población y obtuvo su nombre del convento donde hace más de
trescientos años se ocultaron del mundo unos pobres frailes de la orden de San
Francisco”.
(Tomado de Los barrios de la ciudad. Adolfo Milanés. En Los Cronistas. Biblioteca de Autores Ocañeros, vol. 13, 1974. P.
53-54).
EL CARRETERO.
Se denominó así, según el poeta Adolfo
Milanés, porque allí vivía un español que tenía una carreta con la cual
trabajaba. El barrio cobró gran importancia con la aparición de la imagen de
Jesús Cautivo y la construcción de la iglesia de su nombre. Fue también una
ruta para llegar al corregimiento de Buenavista y de allí hasta Cúcuta y el
interior del país tomando el viejo camino de Los Callejones.
Localizado hacia el sur de Ocaña. El
sector cobró importancia debido a la aparición de la imagen de Jesús Cautivo.
Sector aledaño a este barrio, es el
Cerro de los Muertos (hoy Barrio 12 de octubre), que sirvió como cementerio de
la ciudad hacia finales del siglo XIX.
Cada año tienen lugar los festejos en
honor a Jesús Cautivo, que concentran buena parte de la población ocañera y
regional, en este lugar.
VILLANUEVA
Este barrio, localizado hacia el sur de
Ocaña, era uno de los viejos caminos reales para salir a Los Ángeles, de allí
al Río Magdalena y luego a la zona minera de Antioquia. En este barrio se
instalaron muchos comercios para atender a los campesinos y viajeros hasta ya entrado el siglo XX. En
el área funcionó la fábrica de gaseosas “Calle”, fundada por don Gonzalo Calle
Ángel en 1925.
Barrio
de Villanueva, detalle
Conserva buena parte de su arquitectura
tradicional y se lleva a cabo, entre el 15 y el 16 de agosto, la festividad de
la Virgen de Torcoroma. En épocas pasadas, este sitio contaba con numerosos
comercios para atender el flujo de campesino que llegaba de la zona rural.
LA
COSTA
Plano del barrio La Costa
“Según las crónicas los barrios más
antiguos de Ocaña son la Plaza Mayor, luego el 29 de mayo, la Calle Real desde
San Francisco hasta San Agustín, La Costa y El Carretero.
Especialmente las construcciones del
barrio de La Costa datan de muy lejana época; son casa pequeñas edificadas con
fuerte y torcido maderamen, quizá cortado en los mismos alrededores, muchas de
techo pajizo y casi todas con piso de tierra.
Probablemente por ser La Costa la parte
más baja de la población, estaba menos expuesta a los riesgos del frio, que en
ese entonces debió de ser intensísimo, pues nosotros todavía conocimos en los
tiempos navideños temperaturas de 7 y 8 grados. Hasta no hace mucho existieron
en La Costa unas paredes que, según los viejos, pertenecían a una casa donde se
hospedaba el obispo Serrano cuando venía en diciembre.
Durante muchos años La Costa se
distinguió por sus tamales y sus masatos. Allí concurría también la escasa y e
inofensiva bohemia de entonces. Todos los ocañeros desfilaron durante largos
lustros, los sábados por la noche, por entre las callejuelas oscuras y
torcidas, en busca de ls señora Tomasa Mc´Gregor, hoy ´Maurello” debido a una
perversión del vocablo, a gustar los incomparables tamales que Tomasa servía en
una mesa con mantel de caniquí, en platos de barro y con cuchara de tana. Un
inmenso tarro de picante completaba el sabroso bocado.
El masato era sport de los domingos y se
vendía donde la señora Agapita Cano, un masato único por lo bien preparado que,
luego de muerta doña Agapita, no ha habido quien lo fabrique igual.
Lo único que caracteriza hoy en
simpático barrio colonial son sus huertas de mangos, que atraen y llevan
durante la cosecha a innúmeras gentes del centro y de otros barrios de la
población. La Costa debe su nombre a haber sido fundado a orillas del río Tejo,
el rio padre de la ciudad”.
(Tomado de Los barrios de la ciudad. La
Costa. Adolfo Milanés. En Los
Cronistas. Biblioteca de Autores Ocañeros, vol. 13, 1974. P. 56-57).
HISTORIA
El barrio de La Costa, denominado
antiguamente barrio de La Playa, es uno de los sectores urbanos más antiguos de
la ciudad. Localizado hacia el centro y sur occidente, comprende las áreas
actuales de El Molino, la Favorita y Milanés. Limita al norte, con el barrio de
El Tejarito, al sur con Villanueva; al oriente con la calle 10 y al occidente
se extiende hasta el área de la Santa Cruz..
Durante el período colonial, el barrio
era el punto de partida del camino que conducía hasta Pueblo Nuevo – Los
Ángeles – río Magdalena – zona minera de Antioquia, por la denominada “Trocha
de Torcoroma”, “camino al río” o “Camino del Cauca”.
Las primeras menciones históricas del
lugar, datan de 1850 cuando llegó a Ocaña la Comisión Corográfica bajo la
dirección de don Manuel Ancízar quien describió los resultados de su itinerario
viajero, costumbres típicas, aspectos geográficos, sociales y económicos, en su
obra Peregrinación de Alpha.
Según el historiador Luis A. Sánchez
Rizo (Monografía de Ocaña), en 1893 funcionó en la carrera 10, común a los
barrios La Costa y el Tejarito, la
primera fábrica de jabón de la ciudad, que era de propiedad de la firma
Escobar y Quintero, conociéndose en inmueble donde estaba localizada como “La
jabonería”.
Para la década de 1960, conocimos en
este mismo sector, la fábrica de velas “El Alba”, de propiedad de la familia
Bonett. Igualmente, tuvimos la ocasión de conocer la tradicional tienda de las
Angarita y una herrería que quedaba localizada en el costado oriental de la
residencia de don Antonio L. García.
El RÍO TEJO, denominado antiguamente Río
Grande, fue el recurso hídrico más importante de los ocañeros desde la
fundación de la ciudad hasta bien entrada la década de 1960. Este río recorre
el barrio de sur a norte, y hoy presenta graves problemas de contaminación por
vertimiento en su cauce de aguas residuales a partir del sector de La Pradera.
Rio Tejo, antiguo río Grande, Alta contaminación.
Es de anotar que el 17 de agosto de 1576
se suscribió un contrato entre Gonzalo de Orta y el Cabildo de Ocaña en el cual
“el primero se comprometía a sacar agua del río Tejo y meterla en la plasa
(sic) desta cidad…”. Tal documento se encuentra el Archivo Histórico de Ocaña.
EL
PATRIMONIO MATERIAL DEL SECTOR
El barrio de La Costa es uno de los
pocos sectores de Ocaña que aún conserva buena parte de su arquitectura
tradicional. Viejas casonas con patios y huertos floridos, de tapia pisada,
cubiertas de madera, caña brava y teja española, calles retorcidas y
misteriosas, hacen parte del panorama general del barrio, habitado por gentes
trabajadoras que guardan celosamente su legado histórico.
Panorámica
del sector de la Costa, entre carreras 8ª y 9.
A
la izquierda, la “Bajada de Santa Rita”, a la derecha, Calle del Embudo
Fotografía
de Carlos Jorge Vega
Para facilitar el tránsito entre el
barrio y el camino antiguo hacia Pueblo Nuevo, se construyó un puente hacia la
década de 1920 sobre el río Tejo, que se ha denominado como el Puente del Tejarito.
Puente
de El Tejarito
EL MOLINO
Hacia finales del siglo XVII o comienzos
del XVIII, durante las etapas iniciales del desarrollo económico de Ocaña, se
establecieron molinos de trigo en la región, uno de los cuales quedaba sobre la
margen izquierda del río tejo. Este emplazamiento, denominado justamente EL
MOLINO, procesaba el grano de trigo que surtía la demanda local y alcanzaba,
incluso, a ser exportado hacia la Costa Atlántica, según se desprende los
documentos históricos.
Vista
de El Molino. Se observa la casona principal
y a
la izquierda los famosos baños públicos
En 1910, se convirtió en balneario
público y persistió como lugar de esparcimiento hasta finales de la década de
1970. Allí se construyeron unos cubículos recubiertos de cerámica que tenían un
tubo a través del cual llegaba caudalosa el agua limpia del río. Los fines de
semana este lugar se colmaba de visitantes que disfrutaban de un saludable baño
y merendaban en una tienda bien surtida que se encontraba también en el lugar.
En la parte superior del terreno, en una explanada, se construyó también una
piscina.
El
Molino. Primer plano el nuevo puente y vista
del
antiguo.
En 1993, durante la administración del
Dr. Luis Eduardo Vergel Prada, se declaró el lugar como Monumento Histórico
Arquitectónico Municipal, mediante Decreto 204. Años más tarde, un puente de
concreto reemplazó al antiguo que comunicaba el Molino con el sector de la
Favorita.
LA CALLE DEL EMBUDO
Carrera 8ª entre la calle 9 y 10. Sector
típico del barrio que tradicionalmente se conoce por hacer parte de la leyenda
de Antón García de Bonilla. Ha conservado el empedrado y ha sido muy poco
intervenida arquitectónicamente.
La
construcción esquinera es el convento de las monjas
MONUMENTO A LA SANTA CRUZ
En el antiguo Cerro de El Molino, que
domina la ciudad en su costado suroccidental, se levanta este monumento. En
1943 se puso la primera piedra y en 1944 se inició su construcción gracias a la
iniciativa de don Rafael Pineda G., uno de los habitantes principales del
barrio. El día 6 de mayo de 1945 se efectuó su bendición solemne por parte del
R. P. Gelvez, en representación del Vicario general, Monseñor Daniel Sánchez
Chica.
El monumento está constituido por una
base de material sobre la cual reposa una esfera que simboliza el mundo y,
sobre ella, una cruz. Todo el monumento fue hecho en ladrillo, cemento y
hierro, y está encerrado en una cerca, también de material.
El monumento fue declarado como BIC de
Carácter Departamental, mediante decreto 1144 de 31 de diciembre de 2003,
expedido por la gobernación de Norte de Santander.
IGLESIA DE SANTA RITA
hacia
la década de 1950
Arquitectura colonial religiosa que data
del siglo XVII. Según la tradición, sirvió como sede a los funcionarios de la
Santa Inquisición. En sus terrenos bajos fue descubierto una especie de
calabozo en el cual se hallaron restos humanos, grilletes y algunos objetos
cuando se estaba construyendo el monasterio de las monjas. El emplazamiento fue
nuevamente tapiado y hoy nada se sabe sobre su uso o antigüedad.
“Bajada
de Santa Rita”, carrera 9 entre
Calles
9 y 10
La Iglesia está localizada en la manzana
occidental, frente al Complejo Histórico de la Gran Convención. La tradición
oral ocañera vincula esta iglesia con la leyenda del encomendero Don Antón
García de Bonilla.
de
Santa Rita
Fue declara como BIC de Carácter
Departamental mediante decreto 1144 de 31 de diciembre de 2003, expedido por la
gobernación de Norte de Santander.
PATRIMONIO
INMATERIAL
FESTIVIDAD DE LA CRUZ DE MAYO
Aunque las razones históricas concretas
que se tuvieron para instaurar esta celebración por parte de los cristianos no
han sido suficientemente determinadas, muy probablemente obedecen al hecho del
hallazgo de la Cruz por parte de Santa Elena, durante el reinado del emperador
romano Constantino, o a las victorias que este obtuvo contra los bárbaros al
utilizar como símbolo la Cruz, aunque varios historiadores sostienen que se
remonta a épocas anteriores y es de origen pagano.
Lo cierto es que a América llegó con los
conquistadores españoles y en Colombia se difundió notablemente.
En Ocaña, la celebración se remonta a la
época colonial y se lleva a cabo el 3 de mayo de cada año en el barrio de La
Costa. La más antigua mención histórica del acontecimiento está descrita en el
obra Peregrinación de Alpha, de don
Manuel Ancízar, quien escribía:
La
Santa Cruz o el “Santo Madero”
Fotografía
de Mario Castellanos
"La
CRUZ DE MAYO se festeja en el barrio llamado La Playa, situado al pie de la
ciudad y a orillas del modesto rio que lleva el pomposo nombre de Grande. Desde
las ocho de la noche comienzan a dirigirse allá los curiosos del barrio alto;
ellos en el traje común o democratizados con la tolerante ruana, y ellas de
pañolón y sombrerito jipijapa, no faltando ciertos grupos de caritas frescas y
alegres, custodiadas por hombres vestidos con largos sobretodos negros,
ajustados al talle y en las perfumadas cabezas borlados sombreros de nacuma o
de fieltro; estos ciudadanos no llevan corbata sino collarín partido en dos
zonas, blanca y negra. Los golpes acompasados del sonoro tamboril anuncian
desde lejos dónde está el baile; conforme se baja, la gente aumenta en las
calles y en las tiendas de yantar, y por último se descubre un remolino de
sombreros frente a una puerta de calle que arroja sobre aquel núcleo central de
los paseantes copiosa luz emanada de las velas de sebo que alumbran la sala, la
cual no es grande ni puede serlo, por cuanto el baile pertenece a la cuarta
clase. En el local preside un altarito lleno de flores ocupado por tres cruces
que se procuran fabricar primorosamente, como conviene al pretexto de la
función, agrupando a su rededor toda la iluminación. En torno de la sala reina,
contra las blanquedas paredes, una fila de asientos aforrados en cuero, y
encima de ellos la porción espectadora o sea la milicia de reserva en los
bailes; el espacio de en medio lo llena la milicia activa congregada y movida
por el tamboril, señor absoluto de los clarinetes, que a rato le acompañan
perfectamente desacordados. Los bailadores funcionan en mangas de camisa, o en
chaquetillas ligeras; las jóvenes sencillamente vestidas sin otro adorno que un
esmerado aseo, ni más galas que la risa en los labios, la flexibilidad en los
cuerpos y la confianza en el magnetismo animal de que están saturadas. El vals
y las enredadas contradanzas que algún enemigo ciego de la armonía de los
movimientos nos trajo, hacen el gasto de estos bailes, en que se echan de menos
las danzas nacionales, tan nuestras que hasta lo malo de ellas parece
bueno…" (Peregrinación del Alpha.
Manuel Ancizar. 2ª edición. Arboleda y Valencia Editores. Bogotá, 1914).
Por su parte. Monseñor Manuel Benjamín
Pacheco en su Monografía de la Parroquia,
describe así la festividad:
“para esta festividad se ponía en escena
una pieza atrayente, en la que se representaba el prodigioso hallazgo de la
Santa Cruz. La fiesta se regía por riguroso programa, cuyo primer punto
ordenaba la misa solemne diaconada y con sermón alusivo a la fiesta. Quedaba
también dispuesta para las horas vespertinas la respectiva procesión, en la
cual era llevada en hombros la cruz por los mayordomos o promotores de la
fiesta. La procesión recorría las tortuosas calles del barrio y visitaba los
diez o doce altares preparados al efecto artísticamente… Se construían breves
arcos triunfales en los cuales siempre se tenía alguna sorpresa para el momento
preciso de pasar la procesión. Los muchachos del barrio ostentaban ese día sus
mejores galas, adquiridas con ahorros de su trabajo”.
Habitantes
del barrio de la Costa
durante
el festejo tradicional.
Foto
de Mario Castellanos
Una vez construido el monumento de la
Santa Cruz, el festejo incluyó la Vía Crucis hacia el cerro donde tenían lugar
certámenes deportivos y celebraciones religiosas.
Para la década de 1940 la fiesta de la
Santa Cruz tenía una relevancia especial en toda la sociedad ocañera que
contaba con la participación de los intelectuales de la localidad.
el 3
de mayo. Foto de Mario Castellanos
La histórica y colonial capilla de Santa
Rita fue epicentro de estos festejos tradicionales que incluían misas, novenas
y el santo rosario. La banda Municipal de Ocaña, desde su fundación en 1922,
participó activamente de estas festividades y las autoridades civiles de la
ciudad hicieron lo propio para darle mayor solemnidad y prestancia.
LA LEYENDA DE ANTÓN GARCÍA DE BONILLA
La denominada “Bajada de Santa Rita”,
donde está localizada la iglesia del mismo nombre y la “Calle del Embudo”, han
sido tradicionalmente vinculadas a la leyenda del encomendero Antón García de
Bonilla, cuya figura fantasmal dicen haber observado los antepasados y los
ancianos del sector, recorriendo en veloz potro de fuego estas callejas
coloniales.
de
Miguel Páez Pacheco
Don Antón García de Bonilla es uno de los
tres o cuatro personajes del mismo nombre, descendientes todos del primer Antón
que vino con el fundador de Ocaña en 1570 y participó en el proceso de
consolidación de la ciudad. La leyenda, muy probablemente, se refiera al último
de esta línea familiar que falleció en su hacienda de San Roque de Aguachica en
1696, y que en vida contribuyó a la traída de los jesuitas para fundar un
colegio en la ciudad, y aportó caudales para el establecimiento definitivo de
Río de Oro (Cesar).
Óleo
atribuido al venezolano Tito Salas (1887-1974),
Colegio
Nacional de José Eusebio Caro, Ocaña
La leyenda cuenta que un día, atacadas
sus sobrinas por una mortal enfermedad y sin posibilidad de cura en la hacienda
de San Roque, el encomendero, desesperado tomó cabalgaduras y viajó hasta Ocaña
donde se postró ante la puerta de la capilla de Santa Rita, abogada de
imposibles, solicitándole una cura para sus amadas niñas. Prometió a la santa
algo de lo cual no nos hablan los viejos cronistas a cambio de que curara a las
jovencitas. Al llegar nuevamente a la hacienda, las sobrinas estaban
completamente curadas. Pasaron los años, don Antón García envejeció y murió sin
cumplir la promesa hecha a Santa Rita. Desde entonces, dicen los ancianos, el
encomendero vaga impenitente por las rutas del sur del Cesar y Ocaña, en
especial por la “bajada de Santa Rita” y la “Calle del Embudo”, en busca de
consuelo para su alma atormentada.
La leyenda fue recogida a finales del
siglo XIX por don Eustoquio Quintero, más adelante, en la década de 1930,
enriquecida literariamente por el cronista Ciro A. Osorio Quintero, y luego por
el historiador Mario Javier Pacheco. Incluso, el escritor santandereano Luis
Serrano Reyes escribió un guión sobre el personaje que se convirtió en una
serie televisiva.
Hoy, el Museo histórico de Ocaña, creado
en 1973, lleva el nombre de Antón García de Bonilla y en San Agustín hay una
estatua del famoso y legendario encomendero.
SANTA OROSIA, UNA DEVOCIÓN OLVIDADA
Un culto de menor importancia se originó
en los años 1877 y 1878, en honor a SANTA OROSIA, "cuya imagen se
veneraba en casa de unos señores Machados, que vivían en las cercanías de
Ocaña, en el punto de `pie de la cuesta'. Las familias ocañeras solían ir en
peregrinación a pagar sus promesas, consistentes en exvotos. Luego fue
trasladada la imagen a esta ciudad, en donde con fondos de sus limosnas se le
construyó un oratorio en el Barrio de `La Costa'. Allí se le rendían los
tributos piadosos. Hoy el retablo pertenece a la Iglesia, por compra que de él
se hizo a sus respectivos propietarios, construyéndose una imagen de bulto. Su
fiesta se celebra anualmente el 25 de junio". (Monografía de la Parroquia. Manuel Benjamín Pacheco. Biblioteca de
Autores Ocañeros Vol. 5. 1970).
Paolo
Calliari, 1796
Santa Orosia es la santa de los
“endemoniados” y se venera en la ciudad de Jaca (España), donde se celebra su
festejo el 25 de junio. La santa, que debió vivir hacia el siglos VIII, venía
desde Bohemia a casarse con un príncipe Visigodo cuando fue capturada por
tropas islámicas, sometida a martirio y finalmente despedazada por la
soldadesca.
Santa
Orosia
El retablo a que alude Monseñor Pacheco,
desapareció de Ocaña como tántas otras obras de arte colonial y republicano.
Desconocemos cómo era exactamente la representación. Por ello, hemos insertado
aquí varias muestras iconográficas que reposan en iglesias españolas.
PERSONALIDADES
QUE HABITARON EL SECTOR
Cuna o residencia de destacados músicos,
literatos, religiosos y empresarios, La Costa ostenta con orgullo su condición
de barrio escogido por ilustres ocañeros para habitar allí. Los casos más
ejemplarizantes los constituyen el poeta Adolfo Milanés y el maestro Rafael
Contreras Navarro, excelente músico y compositor cuya proyección fue más allá
de las fronteras departamentales.
Músicos destacados como los Clavijo, los
Osorio, los Sánchez y el maestro Carlos Guillermo Lemus Sepúlveda residieron en
La Costa.
Frente a la iglesia de Santa Rita, vivió
uno de los viejos bardos ocañeros nacidos en la década de 1910: Don Efrain
Jácome Rincón, poeta y miembro de la Academia de Historia de Ocaña.
LOS
CENTROS EDUCATIVOS
Funcionan en el barrio: El centro
Docente Nº 1 “Adolfo Milanés”, fundado en 1943 en el predio que fuera la casa
del poeta Adolfo Milanés. También se levanta allí el Colegio Alfonso López,
prestigioso centro educativo que enorgullece a los habitantes del sector. Antes
de crearse este Colegio, en este mismo lugar estaba el emplazamiento del
Batallón Santander.
Educativa
Col. Nacional de José Eusebio Caro. Calle 10
El Colegio Adolfo Milanés. El 16 de
septiembre de 1943 se inauguró este centro educativo con el nombre de “Escuela Modelo
Adolfo Milanés”. Llevó la palabra el escritor y periodista Ciro A. Osorio
Quintero. La escuela comenzó labores en 1944, bajo la dirección de doña Elisa
Barrera de Navarro.
Instituto
Alfonso López
El Instituto Técnico “Alfonso López” fue
creado mediante Ordenanza Nº 48 del 29
de noviembre de 1958, gracias a la iniciativa del dirigente político Bernardo
Silva Gómez. Sólo hasta 1964 pudo ejecutarse la disposición y en este mismo año
comenzó su funcionamiento, siendo Secretario de Educación de Norte de Santander
el Dr. Silva Gómez. Inicialmente funcionó en el barrio de las Llanadas, luego,
en la sede antigua del Colegio de Fátima (Casa Consistorial), después en el
barrio de El Tamaco, y en 1973 pasó al barrio de La Costa - Tejarito,
instalaciones del Batallón Santander.
CRONOLOGÍA
HISTÓRICA DEL BARRIO DE LA COSTA
1916. ''El
señor Presbítero Alejo Conde L., hijo de Ocaña, siendo cura de Buenavista
(Ocaña), se interesó vivamente en conseguir para esta ciudad la tapa del árbol
en que apareció Nuestra Señora de Torcoroma, en que está estampada la imagen en
bajo relieve. Esta tapa se hallaba en la iglesia de Simití y el padre Conde la
obtuvo ofreciendo suministrarles un púlpito de madera. La entrada de la
precesión que conducía la imagen fue suntuosísima, se efectuó a las 4 y media
de la tarde del día 13 de diciembre de 1916 por la Calle de la Igualdad, en
medio de la mayor parte del clero de la Provincia y de un numeroso concurso.
Presidía la procesión el R. Cura de Ocaña Pbro. D. Guillermo Fajardo Castañeda.
Las calles por donde la efigie debía pasar estaban lujosamente adornadas de
cortinajes y banderolas. En una de las paredes de la casa de propiedad de la
Sra. Diega Morales de García, en el barrio de la Costa se ostentaba un
bellísimo letrero en flores naturales que decía: ´Salve, Virgen de Torcoroma
''. (Historia de la Región de Ocaña. Luis Eduardo Páez García. Jaguar Group
Producciones. Bogotá, 2009).
1930. Se funda la
segunda fábrica de gaseosas, por iniciativa de don Jorge H. Navarro, en el
barrio de La Costa, cerca al río Tejo. Fue la FÁBRICA DE GASEOSAS FAVORITA,
elaborada con ''agua pura del Trianón'', según rezaba la publicidad de la
época.
1943.
En el mes de diciembre, tiene lugar la bendición de la primera piedra del
monumento a la Santa Cruz, en el cerro de El Molino. El acto estuvo
presidido por el Administrador Apostólico Monseñor Daniel Sánchez Chica, el
doctor Luis F. Pabón Portilla, y amenizado por la Banda "El
Progreso". Así mismo, colaboraron con los actos, miembros del Batallón
Cartagena, del Ejército Nacional. La iniciativa de construir este monumento,
fue de don Rafael Pineda G., uno de los habitantes principales del barrio de La
Costa.
1945.
El 6 de mayo, se efectuó la bendición solemne del monumento a la Santa Cruz,
dándosele este nombre al antiguo cerro de El Molino. El R.P. Gelves fue el
encargado de impartir la bendición, en representación de Monseñor Daniel
Sánchez Chica. En el solemne acto, tomó la palabra don Luis A. Sánchez Rizo,
secretario del entonces Centro de Historia de Ocaña. El monumento está
constituido por una base de material sobre la cual reposa una esfera que
simboliza el mundo y sobre ella una gran cruz. Todo el monumento fue hecho en
ladrillo, cemento y hierro.
2004.
30 de abril. El Comité Cívico Cultural del Barrio de La Costa, bajo la
dirección de Mario Castellanos Chinchilla y Fernando Sánchez Barbosa, organiza
la II Exposición de pintura en la Calle de El Embudo.
BARRIO
DE EL TEJARITO
Localizado hacia la parte norte del
barrio La Costa, de la carrera 9 hacia el norte. Fue otra ruta colonial y hasta
entrado el siglo XX, para salir hasta Los Ángeles – Río Magdalena – Zona minera
de Antioquia, por la llamada “Trocha de Torcoroma” en el hoy corregimiento de
Pueblo Nuevo.
Carrera
10 bajada de El Tejarito
En el barrio de El Tejarito se crearon
herrerías, pequeñas fábricas de jabón y variados comercios para atender a los
viajeros y campesinos de la montaña occidental que separa a Ocaña de los valles
del río Magdalena.
BIBLIOGRAFÍA
ANCÍZAR,
Manuel. Peregrinación del Alpha. 2ª
edición. Arboleda y Valencia Editores. Bogotá, 1914.
PACHECO,
Manuel Benjamín. Monografía eclesiástica
de Ocaña. Biblioteca de Autores Ocañeros, Vol. 5 1970.
PÁEZ
GARCÍA, Luis Eduardo. Justificación
histórica del antiguo barrio de La Costa, como área de especial interés
patrimonial del municipio de Ocaña. Documento anexo a una solicitud hecha
al Alcalde Municipal. 2005.
PÁEZ
GARCÍA, Luis Eduardo. Historia de la
Región de Ocaña. Jaguar Group Producciones. Bogotá, 2009.
PÁEZ
GARCÍA, Luis Eduardo. Ocaña: tradiciones,
leyendas y costumbres de una provincia colombiana. Inédito.
SÁNCHEZ
RIZO, Luis A. Monografía de Ocaña.
Biblioteca de Autores Ocañeros, Vol. 5. 1970.
PLAZUELA DE SAN AGUSTÍN
El
barrio surge en torno a la erección de la ermita de San Sebastián.
Es
de suponer que, al igual que casi todos los espacios públicos urbanos, la
plazuela de San Agustín se haya formado
al tiempo que se efectuaba la construcción de la ermita de San
Sebastián, que antecede a la iglesia de San Agustín. La ermita comenzó a construirse
en 1596.
Sector de San Agustín, acuarela de Eusebio Posada, 1888
El
historiador Luís A. Sánchez Rizo, se refiere así a las reformas de este espacio
público: “Cuando se cumplió el centenario del sacrificio de la heroína (1917)
fue arreglada la Plazuela
de San Agustín, se inauguró y se designó con el nombre de Parque de la Pola, hasta que se olvidó el
nombre; ya para el centenario del señor Suárez (1955), fue reformado de nuevo y
designado Parque Infantil Marco Fidel Suárez, con aparatos de juegos, pero como
el bullicio de noche importunaba a los fieles que asistían al templo los
aparatos fueron llevados a otro lugar; posteriormente fue arreglado de
conformidad con nuevos planos para ser Parque del Fundador y construido el pedestal
para la estatua de don Francisco Fernández de Contreras, en espera de su
llegada” (L.A.S.R. Rev. Hacaritama 238, oct-nov-dic-1967).
Los
datos de Sánchez Rizo corresponden a 1955, año del centenario del nacimiento de
don Marco Fidel Suárez, la plazuela estaba arborizada y funcionaba allí un
parque para niños que tenía, incluso, un agente de policía encargado de su
protección. En esta misma década, fueron talados los árboles y se echó una capa
de cemento en el piso.
En
la década de 1970, se construyó una fuente luminosa que fue reemplazada por
otra más pequeña en 2007 cuando se llevó a cabo la más reciente intervención a
este espacio público.
Iglesia y plazuela de San Agustín, detalle.
La Plazuela de
San Agustín es uno de los espacios más significativos de encuentro ciudadano,
junto con las Plazuela de San Francisco y la Plaza del 29 de mayo.
En
2007, el alcalde Luís Alfonso Díaz Barbosa inició los trabajos de una nueva
intervención, después de haberse llevado a cabo una convocatoria para escoger
el mejor diseño arquitectónico de este espacio público. Con relación a esto, se
generó una intensa polémica entre los habitantes del sector, los
ambientalistas, CORPONOR y la administración municipal. Finalmente, los árboles
que se encontraban localizados hacia el costado sur de la Plazuela, fueron
violentados por personas desconocidas y tuvieron que ser cortados.
LA
PIÑUELA
Barrio
de La Piñuela, foto Ocaña Hoy
Está localizado hacia el centro oriente
de Ocaña, y abarca el área de los hoy barrios de Cuesta Blanca, San Antonio y
El Palomar.
EL
TAMACO Y TACALOA
Al centro occidente del barrio de la
Piñuela. Junto con la Piñuela, son sectores que antaño constituyeron paso
obligado para los viajeros que se desplazaban hacia los pueblos del norte de
Ocaña y hacia el interior del país.
Estos sectores o barrios, cobraron importancia económica en la década de 1920 y
1930, debido a los comercios que establecieron los sirios y libaneses.
EL
LLANO Y LAS LLANADAS
Conocido inicialmente con los nombres de
Llanito de Melo y Llano del Padre Cecilio. Allí funcionó el primer hospital de
Ocaña (Hospital de Santa Ana), el Colegio Diocesano y el Colegio para señoritas
de las Hermanas de la Presentación, luego Normal para Señoritas.
Fue lugar de residencia de varios
notables de Ocaña, como el Presbítero Ramón Anaya y Rubio. Habitó también en
este barrio el reconocido músico y compositor Miguel Pino Grimaldo.
En sus cercanías, en el sector conocido
como El Tiber, estaba localizada la segunda cancha de fútbol de la ciudad.
Las
Llanadas
EL
SECTOR DEL DULCE NOMBRE
Antes de que se convirtiera en un sector
en abundante comercio, fue una de las salidas de Ocaña hacia la ruta que
conducía al río Magdalena (centro de Ocaña – Dulce nombre – zona del actual
mercado – barrio de El Llano – Las Llanadas – Venadillo – Diego Hernández –
Aguachica – Puerto Nacional (y después Gamarra).
Iglesia de El Dulce nombre
En 1826 se inició la construcción de la
iglesia de los Dulcísimos Nombres de Jesús y de María, lo que vino a aumentar
el establecimiento de residencias y comercios. Los ocañeros transitaban
frecuentemente por esta ruta, entre otras cosas para asistir a las corridas de
toros que se llevaban a cabo en la “Huerta de los San Juan” (sobre la cual se
construyó en 1945 el mercado), y los
altos sobre la Rotina.
La construcción del Seminario Menor de
Ocaña, regentado po la R.P. Eudistas, y luego establecimientos comerciales como
la famosa dulcería de las Becerra, hicieron muy popular el Dulce Nombre donde
funcionó también el primer supermercado de la ciudad (El Mejicano). Depósitos
de víveres, almacenes de ropa y telas, ferreterías, panaderías se fueron
propagando entre el Dulce Nombre y el Mercado, convirtiendo el área en una de
las más prósperas zonas comerciales de Ocaña
Fueron muy nombrados los
establecimientos de don Juan de Dios Lobo, don José Manuel Angarita, los
Pacheco, el Almacén “El Chorrito”, el almacén de don Arturo Paredes, entre muchos
otros.
Calle del Dulce Nombre
BARRIO
DE CRISTO REY
Cristo
Rey, década de 1930
El barrio que creció en torno al monumento que fue
denominado de igual manera desde su creación en 1956.
A
la derecha, plano del sector de Cristo Rey
CRONOLOGÍA:
Época
colonial. Sector del Hatillo (y
Cerro del Hatillo)
Época
colonial y comienzo de la República hasta 1935. Cerro de la Horca.
Finales
del siglo XIX. Los terrenos
del actual barrio fueron utilizados como cementerio para las víctimas de la
fiebre amarilla.
1933. El 28 de diciembre
llega por el Cable Aéreo la estatua de Cristo Rey, adquisición que se llevó a
cabo por iniciativa del padre Ramón Rosero, S.J.
17 de agosto de
1935. En esta fecha, se inaugura solemnemente la estatua monumental de CRISTO
REY. Uno de sus grandes impulsores fue don Lázaro Uribe.
“Este año se inicia
el barrio de Cristo Rey, fundado por iniciativa de don Carlos Trigos
Rodríguez y don Yebrail Haddad Salcedo. Los citados ciudadanos, con el fin de
mitigar la urgente necesidad de vivienda que tenían muchas familias ocañeras,
decidieron comenzar el asentamiento en terrenos que para esa época eran de
propiedad del municipio, encargándose de las primeras construcciones el maestro
albañil Santiago Barriga. Al surgir algunos inconvenientes relativos a la
presunta propiedad de los terrenos, por parte la familia Bayona, que los
reclamaba, don Yebrail se puso en contacto con el entonces Secretario de
Planeación Municipal, arquitecto Juan Manuel Duque Carvajalino, quien logró
normalizar la situación nombrando como maestro de obras a Rafael Contreras.
Contribuyeron con
sus aportes, los miembros del Centro Social Católico, don César Chaya, don
Yebrail Haddad Salcedo, don Juan Romano Marún y Ciro Alfonso Lobo Serna. Entre
sus primeros habitantes del sector, destacamos a Luis Sánchez Arévalo, Juan
Peñaranda, Santiago Barriga, Julio Álvarez y Luis A. Peñaranda”.
BIBLIOGRAFÍA
Historia
de la Región de Ocaña.
Luis Eduardo Páez García. Jaguar Group Producciones. Bogotá, 2009.
LA
TORCOROMA
BODAS DE ORO DEL BARRIO LA
TORCOROMA
El 23 de febrero de 1963 se
produjo la primera invasión a terrenos urbanos en El Tíber, que con el tiempo
dio lugar al actual barrio de La Torcoroma, localizado hacia la zona centro
occidental de la ciudad. Indiscutiblemente, todo el crédito historiográfico de
este suceso que cambió la concepción urbana de Ocaña, hay que dárselo al
profesor Jorge Meléndez Sánchez, quien en su primera obra La región de Ocaña y su desarrollo (Ecoe, Bogotá, 1979) toca por
primera vez el asunto, así como otros de índole política y social, que lo
convierten en el pionero de la historia contemporánea del municipio y la
región.
De acuerdo con el historiador
Meléndez Sánchez, la invasión se produjo “…un domingo de los primeros meses de
1963”. Muchas gentes humildes dieron la sorpresa de invadir terrenos públicos
que servían de improvisada cancha de fútbol, llamada El Tíber. Ese día – nos
dice Meléndez – vimos, por primera vez cómo la gente construía casa de lata y
de cartón, como en los grandes centros urbanos donde los semilleros de
migrantes campesinos golpeados por la violencia, buscaban refugio”. De acuerdo
con el calendario, el 23 de febrero
corresponde a un sábado y no al domingo.
Para 1963 ya existía en Ocaña una
militancia de izquierda en las aulas del Colegio Nacional de José Eusebio Caro,
así como dirigentes estudiantiles relevantes que más tarde se convertirían, ya
universitarios, en el Círculo Universitario Ocañero. Entre aquellos jóvenes,
recordamos a los hermanos Arminio y Flaminio Piñeres, a Pedro Lázaro, al mismo
historiador Meléndez, y a César Costa, fogoso líder del MRL que encabezaba
mítines y arengaba a las gentes. Fungía como gobernador de Norte de Santander
el poeta Eduardo Cote Lamus, como Obispo de Ocaña Monseñor Rafael Sarmiento
Peralta y la Alcaldía la ocupaba doña María Susana Awad de Ojeda, dinámica
figura del liberalismo de entonces y mujer emprendedora y comprometida con la
ciudad. Dos años antes de la invasión, se había producido la primera protesta
popular contra el hambre, encabezada por dirigentes del MRL y personajes que
por ese entonces, aún con indefiniciones claras en materia ideológica y
política, andaban entre la izquierda, el liberalismo o un conservatismo que
apelaba a la figura de Jesucristo para emprender acciones sociales en pro de la
comunidad.
De acuerdo con Jorge Meléndez, la
invasión de planificó en secreto, participando en su diseño dirigentes como don
Juan Ibarra y José Agustín Bayona. Pese a que sólo han transcurrido 50 años de
aquel suceso histórico, la memoria de los primeros habitantes del sector suele
contradecirse en horas y fechas. Según la mayoría de las versiones, los
invasores fueron cerca de 200 personas que se tomaron la antigua cancha de El
Tíber y el área de la Conejera entre las 11 y las 12 de la noche, del día 23 de
febrero. Recordemos que el mismo historiador que venimos citando fue uno de los
actores del hecho.
¿Cuál es la importancia histórica
y social que reviste la efeméride?
Pensemos en la Ocaña de la década
de 1960, cuando nuevas ideologías y tendencias partidistas recorrían a Colombia
y a América Latina. Eran los tiempos del impacto de la revolución cubana y del
surgimiento de los curas rebeldes que, cansados de los abusos de la jerarquía
católica, abanderaron la teología de la liberación. Eran los tiempos del
Movimiento Revolucionario Liberal que pretendía revolcar los cimientos de un
partido anquilosado y, en Ocaña, era la época de relevo generacional en la
política bipartidista. Valga aquí destacar que la inconformidad popular en
Ocaña no parte de la base sino de la intelectualidad joven de entonces que tuvo
como escuela las aulas del Colegio Caro. En un municipio donde no había masa
obrera, ni fábricas, ni latifundios, y donde la diferencia de clase estaba
marcada por la élite del Club Ocaña que manejaba el comercio, la política y la
cultura, los primeros asomos socialistas sólo podían darse a través de la
reflexión académica e intelectual que se gestaba en el Colegio Caro o de las
disidencias políticas coyunturales que terminaron sus días con el reintegro de
sus miembros al Liberalismo o al Conservatismo.
Por estas razones, la primera
invasión a El Tíber la manejó públicamente don Juan Ibarra, “que había formado
un partido demócrata cristiano ´sui generis´”,
como señala Meléndez Sánchez, y don Agustín Bayona, conservador. A ellos
se unirían otros líderes como Cristóbal Navarro, Rosa Pacheco, Gregorio Zúñiga,
Roque Conde, Carlos Arturo Portillo, Aura Moreno, Juan Meneses, Carmito Gómez,
Gustavo Vega y Justiniano Torres, entre muchos otros.
Ocurrida la invasión, el Ejército
cercó la zona y se prohibió el ingreso de personas al lugar. Para mitigar el
hambre y la sed, el mismo comercio local contribuyó con víveres y se hizo
presente la iglesia con el entonces Presbítero José Francisco Rodríguez y el
Obispo de la recién creada Diócesis, Monseñor Rafael Sarmiento Peralta. Voces
salidas de los mentideros locales afirmaron que Monseñor Sarmiento Peralta
había solicitado a la tropa desalojar a los invasores y que ello fue evitado
por doña María Susana Awad de Ojeda. El mismo Meléndez, en nota a pie de
página, que su crónica recoge especulaciones que se dieron en aquel momento. Lo
cierto es que fue la alcaldía y el mismo Obispo quienes sirvieron de mediadores
para evitar atropellos y más tarde, para propiciar el establecimiento mismo del
barrio. Recordamos que los terrenos invadidos eran de doña Consuelo Navarro,
quien tampoco contribuyó a que se tomaran medidas represivas contra los
invasores. Con el tiempo sería el Obispo Sarmiento Peralta quien gestionaría la
llegada del agua al sector y Aurelio Marconi la adecuación de las calles del
barrio. Después se recibiría el apoyo de los dirigentes conservadores Argelino
Durán Quintero y David Haddad Salcedo.
La aparición del barrio de la
Torcoroma generó la necesidad de nuevas vías por el occidente, lo cual redundó
en el desembotellamiento de la ciudad, como bien lo anota Jorge Meléndez, pero
también modificó el esquema urbanístico general, porque a partir de este hecho
comienzan a producirse otras invasiones hacia el norte de Ocaña y el
crecimiento urbano adquiere características desordenadas, incluso con el aval o
la instigación de dirigentes políticos que hicieron de gentes humildes de la
ciudad un botín político que aún subsiste en los más recientes casos de
invasión que se han dado.
En diciembre de 1965 se fundaron
las Juventudes de Acción Social JAS, bajo la dirección del Padre Reinaldo
Acevedo, rector del Seminario de Ocaña, Jóvenes del Colegio Nacional de José
Eusebio Caro y la Presentación hicimos parte de este grupo cuya finalidad fue
el estudio y práctica de la doctrina social de la Iglesia. Recordamos los
nombres de Edgar Torrado, Marina y María Eugenia Álvarez, Octavio Reyes Rincón,
Edgar Montañéz, María Eugenia y Quintero, Ofelia García, Luis J. Sánchez y Aura
Amaya. Bajo este esquema, semanalmente nos desplazábamos a los barrios
periféricos a cumplir un trabajo de ayuda social que tuvo como primer destino
el barrio de la Torcoroma, nombre este que se le había cambiado al original de
El Tíber por aquellos de las connotaciones socialistas. Pocas veces como
aquella los jóvenes ocañeros estuvieron tan vinculados a los problemas de las
clases menos favorecidas y en contacto directo con las familias que, dos años
después de la invasión, luchaban a brazo partido para levantar sus modestas
viviendas y atender el sustento de los hijos.
La aparición del barrio de la
Torcoroma fue la primera voz de alerta para que las administraciones
municipales y la dirigencia política tuviese en cuenta la construcción de vivienda
de interés social, cosa que sigue siendo en Ocaña una quimera. Los casos
lamentables, por ejemplo, ocurridos en la urbanización Transparencia 1,
denunciados por todos los medios de comunicación locales, donde varios
adjudicatarios vendieron o alquilaron las casas que les habían entregado, pone
de manifiesto un turbio negocio que hace presa de las personas más necesitadas
y de la angustia popular.
El caso del barrio de la
Torcoroma fue la excepción al fenómeno que comenzaría a darse a partir de la
década de 1970 cuando invadir se volvió una malsana costumbre de algunos
avivatos disfrazados de desplazados y politiqueros que han tratado de canalizar
electoralmente los votos de las gentes sin techo. Hace cincuenta años, la gente
luchó por una vivienda digna y en este sentido cobra toda su dimensión humana
aquella primera invasión y sus gestores, varios de los cuales aún viven para
contar la historia.
BARRIO CAMILO TORRES
Para 1975, el déficit de vivienda en Ocaña era tan
preocupante como el que se produjo hacia 1963 cuando ocurrió la primera
invasión a tierras urbanas de la ciudad. Desde hacía varios meses, dirigentes
sindicales y políticos de izquierda habían comenzado ya a contactar a
ciudadanos que carecían de techo y a planificar una invasión a los terrenos de
propiedad de la familia García, localizados hacia el norte de Ocaña. Los
sucesivos pasos que se dieron, antes de producirse la invasión, tuvieron como
escenario algunas reuniones previas, entre ellas una con el Obispo de Ocaña,
Monseñor Ignacio Gómez Aristizábal que lideraba por aquellos tiempos el
movimiento laico “Hombres nuevos para un mundo nuevo”, entre quienes se contaba
el periodista y escritor Juan Romano Marún, el profesor Jesús Casanova y otros
líderes comprometidos con la causa social. Por parte de la izquierda de
entonces, estaba Hernando Cervantes, del MOIR, Jorge y Huberty Serna Páez,
Berta Páez, entre otros, que compartían las tesis del sacerdote Camilo Torres
Restrepo.
La víspera de la invasión, el comité preparatorio
visitó a Monseñor Ignacio Gómez Aristizábal, para informarle del hecho. La Diócesis registraba en
sus documentos la existencia de cerca de 29 familias destechadas. Los líderes
organizadores tenían un censo de 150 personas con las cuales se pensaba iniciar
la toma del sector. Sin embargo, cuando se produjo éste, cerca de 1000 personas
se hicieron presentes. A las 12 de la noche, cohetonadas lanzadas desde
diferentes sitios de la ciudad, confirmaron a los invasores sobre determinación tomada para el día siguiente.
Ante la protesta de los propietarios del predio
invadido, acudió la fuerza pública que, por primera vez en Ocaña, estrenaba el
grupo antimotines. Se produjeron, incluso, algunas escaramuzas entre la Policía y los invasores,
lo cual obligó a las autoridades locales y departamentales a buscar la
conciliación entre invasores y propietarios del terreno. La invasión produjo,
inicialmente la sectorización de tres grandes bloques que fueron el barrio
Antonia Santos (hoy el Bambo), José Antonio Galán y el barrio Camilo Torres.
Los conflictos se prolongaron durante varios días, lo cual hizo necesaria la
ayuda de la comunidad ocañera, en víveres e implementos para los invasores,
todo ello movido por ASPES que convocó las fuerzas sindicales de la ciudad y a
su Sociedad Civil.
Para esta época, actuaba en la ciudad un grupo de
ciudadanos que combinaba la acción social con la práctica religiosa, denominado
Hombres Nuevos para un Mundo Nuevo, impulsado desde la Diócesis de Ocaña por
Monseñor Ignacio Gómez Aristizábal, segundo Obispo de la Diócesis. Pero, de
igual manera, algunos dirigentes socialistas, identificados con el ideario de
Camilo Torres Restrepo participaron en la organización de la invasión que, al
fin, después de las negociaciones del caso, permitió que las familias se
asentaran definitivamente en el sector. Como homenaje al líder religioso,
pionero de la Teología
de la Liberación
en Colombia, se acordó ponerle al barrio el nombre de “Camilo Torres”.
Monseñor
Leonel Pineda Guerrero, reseña así el suceso histórico: “Durante el ministerio
de Mons. Ignacio Gómez tuvo lugar la invasión de la cual resultó el barrio
"Camilo Torres". Monseñor Ignacio, el grupo de "hombres
nuevos" y otros líderes sociales estuvieron muy presentes para solucionar
favorablemente esta situación”.
Bueno es recordar que el nombre de Camilo Torres
Restrepo, el sacerdote rebelde que cayó abatido durante un enfrentamiento del
ELN con el Ejército Colombiano, tiene para el pueblo ocañero especial
significación, toda vez que en 1965 el “cura rebelde”, como se le llamó en su
tiempo, visitó la ciudad junto con los dirigentes del Círculo Universitario
Ocañero que entonces representaba toda la fuerza joven de Ocaña, la mayoría de
ellos estudiantes de la
Universidad Nacional de Colombia. Recuerdan los ocañeros que
el padre Camilo fue paseado por las calles de la ciudad en un tractor manejado
por don Alonso Vergel, y luego de un multitudinario recibimiento en la plazuela
de San Francisco, el sacerdote visitó el Obispo Rafael Sarmiento Peralta, en el
recién adecuado Palacio Episcopal. El
ideario político y la firme voluntad de cambio dentro de la Iglesia Católica,
se unía a un firme convencimiento del sacerdote de la necesidad de una justicia
social y un compromiso efectivo de la jerarquía eclesiástica con los pobres de Colombia,
que llevaron al sacerdote a crear el Frente Unido y el grupo denominado
“Golconda”, de profundas repercusiones en la iglesia latinoamericana.
Superados
los inconvenientes, los primeros habitantes del barrio Camilo Torres comenzaron
a construir adecuadamente su espacio y a recibir el apoyo de la dirigencia
política local, concejales y miembros de la Sociedad Civil, entregando hoy,
como balance en el tiempo, un amplio sector urbano de Ocaña, donde si bien
existen necesidades que deben ser resueltas por el Gobierno Municipal, en
materia de infraestructura y servicios, su situación es estable.
La Academia
de Historia de Ocaña, aprovechando esta efeméride, espera una respuesta pronta
de las autoridades para resolver los problemas materiales del barrio y también
aspira que la cultura y las artes hagan parte integrante de la agenda cotidiana
de los habitantes.
Es
necesario generar procesos de apoyo desde la Sociedad Civil, hacia la Junta de Acción Comunal del
barrio Camilo Torres, pero también es preciso que los comunales del Camilo
Torres y todos sus habitantes, se comprometan a dar la lucha por elevar su propia calidad de vida.
LOS CAMBIOS EN EL SIGLO XIX
Las modificaciones urbanas hacia finales del siglo XIX, se relacionan con el
crecimiento demográfico y el aumento del comercio , que obligó a la ciudad a
expandirse hacia los sectores de El Tamaco y Villanueva, generando nuevas
construcciones o adecuaciones para albergar las casas matrices de las firmas
comerciales, sobre todo, a partir de 1860.
En este período comienza a instalarse el
equipamiento monumental urbano con la Columna de la Libertad de los Esclavos en
1851.
LOS CAMBIOS EN LA PRIMERA MITAD DEL
SIGLO XX
El Centro Histórico de Ocaña no se
alteró sustancialmente durante los primeros 50 años del siglo XX. Para la
década de 1940, se producen algunas intervenciones arquitectónicas sobre las
calles 10 y 11, comenzando a desaparecer algunas de las edificaciones
tradicionales.
Este aspecto, lo ejemplifica la
construcción del Colegio de José Eusebio Caro, Teatro Morales Berti, diagonal a
la iglesia de Torcoroma, el Mercado cubierto, las Agencias Unidas, en el barrio
de San Agustín, calle 10, frente a la plazuela, y la construcción de la sede de
la Empresa de Energía Eléctrica.
FUENTES CONSULTADAS:
ARCHIVO HISTÓRICO DE OCAÑA
HEMEROTECA del autor
REVISTA HACARITAMA. Academia de Historia
de Ocaña
APRILE, Jacques. Las formaciones
espaciales. U. del Valle. En La
ciudad como bien cultural. Memorias
del seminario. Bogotá, junio 1990.
MELÉNDEZ SÁNCHEZ, Jorge. La región y el desarrollo. Ecoe, segunda
edición, 1980.
PÁEZ GARCÍA, Luis Eduardo. Historia de la Región de Ocaña. Jaguar
Group Producciones. Bogotá, 2009.
PÁEZ, Justiniano J. Monografía de Ocaña. En Guía Turística de Norte de Santander.
Cúcuta, 1934,