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jueves, 24 de junio de 2010

EL HABLA POPULAR EN LA REGION DE OCAÑA

Por Luís Eduardo Páez García


EL USO PARTICULAR DE LA LENGUA EN LA PROVINCIA DE Ocaña, dista mucho del que se da en otras regiones del Departamento Norte de Santander y de Santander, pese al hecho de existir, en épocas anteriores, una unidad territorial y cultural determinada. Lo mismo podemos afirmar con relación al sector costeño, cuya influencia sobre la actual Provincia de Ocaña solo se limito a la parte económico – administrativa, debido a la dependencia que en estos campos tuvo Ocaña de Santa Marta y luego de Mompox. Es preciso tener en cuenta estos aspectos para poder entender las particularidades lingüísticas de nuestro “habla popular”, y evitar afirmaciones o negaciones que no se ajustan al desarrollo histórico en el contexto del Oriente colombiano y del país en general.


La ciudad de Ocaña, fundada en 1570 por el extremeño Fernández de Contreras, fue, en sus primeros tiempos, foco de colonización de los territorios aledaños y paso obligado del comercio entre la Costa Norte y el centro del Virreinato. Durante los siglos XVII y XVIII floreció en ella la agricultura; hacia el siglo XIX, su economía decayó sensiblemente, debido a la aparición de otros centros de expansión económica, que contaba con mejores vías de comunicación. Quedose Ocaña aislada, encajonada, olvidada en lo fundamental del resto del país, lo cual, si bien causo grandes perjuicios a su incipiente desarrollo, por otra parte contribuyó a la conservación de tradiciones, usos y costumbres de la más pura estirpe española, caso este no aislado, sino equiparable con el experimentado por ciudades como Pamplona, Mompox, Pasto, Socorro, Sangil, Girón, y algunas ciudades de Antioquia, éstas ultimas, mas afortunadas, pues logran, ya en este siglo, un desarrollo agrícola mas elevado y la apertura de vías carreteables apropiadas.


Visto lo anterior, no es extraño, pues, que el uso del idioma corriera igual suerte, manteniendo, en lo esencial, las formas castizas fonética, morfológica y gramaticalmente, como nos lo demuestra cualquier estudio comparativo que efectuemos entre el habla popular de la zona de Ocaña y el lenguaje literario de los exponentes del Siglo de Oro español, entre los cuales debemos mencionar a Francisco de Quevedo, Santa Teresa, Diego Torres de Villaroel, Fray Iñigo de Mendoza, Francisco Imperial, para no citar sino unos pocos de esa pléyade de escritores que adornaron con grana y oro nuestra lengua materna.


Es cosa sabida que la lengua llevada por los conquistadores a tierras americanas, era la misma que entonces se usaba en España, mas concretamente, la utilizada por el pueblo, puesto que, si bien al mando de las expediciones era usual encontrar a personas instruidas, tanto la soldadesca como los colonizadores que luego fueron llegando, pertenecían al pueblo raso, así pretendan desconocerlo ciertos “puristas” del idioma, que en poco o nada valoran los hechos históricos, o los acomodan a sus particulares apreciaciones.


De acuerdo a las investigaciones que sobre fundadores y sobre acompañantes, se han realizado , se estableció tentativamente que, para la época Colonial, la zona de Ocaña contaba con una composición porcentual de españoles, así:

- 40% de extremeños y andaluces

- 40% de castellanos

- 20% de gallegos y leoneses


Lo cual indica que “ni todos los individuos que pasaron a las nuevas fundaciones eran de la misma comarca, o digamos de un mismo dialecto, ni de una misma población social; y la comunicación mas intima y los enlaces de unos con otros, habían de producir como la resultante de aquellas diferencias. Luego el predominio de ciertas ocupaciones profesionales, el clima, la naturaleza ambiente dan preeminencia a elementos diversos que introducen nuevas asociaciones de ideas, de donde se origina la alteración, no solo del lenguaje figurado, y en muchos casos de la manera general de expresarse, sino también la forma material de las palabras y de las construcciones. Las mismas circunstancias traen consigo el olvido de alguna parte del caudal primitivo” .


Cabe lo transcrito para el análisis del lenguaje popular de cualquier otra región colombiana o hispanoamericana, y, por lo mismo, no es extraño toparnos al norte, al sur, al oriente o al occidente colombiano, incluso fuera de sus fronteras, con giros similares, usos de arcaísmos, cambios o supresiones de letras en las palabras, etc.


Con relación a los indígenas Hacaritamas, que habitaban la Provincia de Ocaña a la llegada de los españoles, poco hay que decir con respecto a sus particularidades lingüísticas. De ellos solo nos ha quedado unos pocos toponimicos extraídos de los archivos y la tradición, y uno que otro petroglifo indescifrable hasta ahora. En cuanto al elemento negro, su absorción por parte de la cultura blanca fue total, a tal punto que, en la época de la Independencia ya había dejado existir como “puro” en la región de Ocaña.

Tres tendencias básicas marcan hoy en día el estudio del idioma español, con resultados poco satisfactorios, desde el punto de vista operativo, para los hispanohablantes, en especial para la juventud que se forma en escuelas, colegios y universidades. La una, se caracteriza por su purismo, por su marcado desprecio hacia todos aquellos giros y voces foráneas, así como hacia los provincialismos, de uso generalizado en nuestros pueblos. Otra tendencia, tomando en consideración las nuevas corrientes lingüísticas, el auge de la semiología y el avance de las sociedades tecnológicamente mas avanzadas, opina que lo realmente importante es que el transmisor del mensaje se haga entender del receptor, utilizando el lenguaje oral o escrito, sin consideración de la gramática, fonética u ortografía, o del uso indiscriminado de neologismos, barbarismos, etc. Una tercera posición, que viene sosteniéndose – en el caso de Colombia- a través del Instituto Caro y Cuervo, debido a la labor concienzuda y objetiva de sus gestores, acepta el hecho histórico del lenguaje en constante evolución y la necesidad de la claridad en el mensaje, pero, igualmente, entiende que se precisan normas concretas que, acomodándose al momento histórico, sirvan como elemento de unidad lingüística en los países de habla española, en vez de contribuir a distanciamientos injustificados que solo pueden explicarse por la penetración cultural de la cual somos objeto.

Encontramos explicable la teoría purista, la cual, pese a su sabor intransigente, conserva en el fondo la sana intención de preservar nuestra lengua del abuso que se hace en el empleo de barbarismos y neologismos, lo cual es saludable en el lenguaje literario. Pero cuando se trata del habla popular, tema de nuestro estudio, es preciso reconocer que el fenómeno o hecho social que se analiza es de orden diferente al que se produce en el lenguaje culto o especializado. La primera, se nutre del tratamiento cotidiano, de las acciones o reacciones frente al entorno y el cumulo de experiencias cobijadas en la tradición. El segundo, es decir, el lenguaje literario o culto, deviene de análisis y estudios detenidos, de filólogos y lingüistas, de resultados de años y años de investigación que hoy caracterizan las actividades de la Real Academia Española y sus filiales en América, además de otros institutos especializados.


No hay, pues, razón alguna para condenar el uso de la lengua en boca del pueblo, pues ello constituye parte de su misma identidad, al igual que las costumbres y los usos.

No sucede lo mismo con las ramificaciones de las tendencias funcionalistas o semiologicas, al pretender abrir un amplio margen operativo del uso del idioma, propicio a la introducción de toda suerte de adefesios lingüísticos, cuyas connotaciones chocan contra la esencia de nuestra cultura. Hoy en día es usual escuchar frases como las siguientes: “Compré unos zapatos “geniales””; “Vi una mujer “increíble””; “Estoy O.K”; o palabras como “chevere”, “legal”, “solle”, etc., productos de la degenerada y peligrosa subcultura “hippie” de los Estados Unidos de Norteamérica. No podemos compartir este punto de vista, así se nos tilde de retrógrados, porque entendemos que una cosa es el desarrollo paulatino, histórico y lógico del idioma, y otra, la degeneración del mismo, sobre la base de un libertinaje no solo conceptual sino también practico.


La tercera posición, que entendemos sostiene el Instituto Caro y Cuervo, sin lanzarse a los extremos del purismo inflexible, pero tampoco sin descuidar la investigación filológica que le compete, acepta el hecho real y sociológico del lenguaje popular empleado en las diferentes regiones del país, y el desarrollo que él ha tenido desde la Conquista hasta nuestros días.

Entre los estudios puristas, encontramos afirmaciones como ésta: “…el uso del vos por tú es un vulgarismo intolerable que da ocasión para el uso de formas barbaras del verbo” . Expresiones similares observamos en Pedro María Revollo y en algunos textos españoles de enseñanza secundaria. No deja de ser curioso, sin embargo, el hecho de que don Rufino José Cuervo trate con mas indulgencia el lenguaje popular. Refiriéndose a esas tendencias puristas, dice: “… no faltan en todos los estados americanos quienes pretendan ajustar hasta la conversación familiar al atildamiento académico, entendiéndose con esta expresión la rigurosa observancia de las reglas gramaticales y la obediencia ciega al diccionario” , y más aun, citando a Miguel de Unamuno, comprueba que: “El decir llegao, andao, etc., es hoy corriente y usual en España; al que hablando en conversación familiar dice llegado y andado se le tilda de presuntuoso y redicho, y en algunos casos se le supone indiano. Eso nos parece un refinamiento de gente leída que quiere distinguirse. Las personas más cultas, los escritores mas atildados y correctos, los que más se precian de escribir bien el castellano, dicen siempre en conversación familiar llegao, andao, y, además pa y na, por para y nada…” .


Criterio similar al de Cuervo y Unamuno encontramos en don Emilio Robledo y don Rafael Uribe. Anota este ultimo: “Provincias hay en los antiguos dominios españoles que, separadas constantemente de todo trato con el resto del mundo, conservan hoy por idioma vulgar el del siglo de oro de la literatura española, con razón presentado como modelo, por haber llegado en él nuestra lengua a todo su esplendor y virilidad. Y si tanto se preconiza la imitación y estudio de los clásicos de esa época ¿cómo no oponerse a la proscripción de los vocablos y giros antiguos que aun viven y resuenen en boca del pueblo?” .

Hasta aquí un breve resumen de las tendencias imperantes en el estudio y uso de nuestra lengua, y las opiniones de los eruditos sobre el habla popular. Entremos ahora a describir algunos aspectos gramaticales del dialecto ocañero, cuya esencia castellana se percibe aun en las calles empedradas y los solariegos caserones.


Con relación al uso de los pronombres, estos responden, en general, a la morfología tradicional: yo, vos, ella, ellos, nosotros, usted, él, con excepción del “tu”, cuyo empleo actual es mas producto de cierta afectación, que derivado de un proceso transformativo. La forma “os” se reemplaza por el “te”, para el tuteo. El “vosotros” no es empleado popularmente, reemplazándose por “ustedes”. El pronombre “usted”, convertido al pronunciarlo en “uste”, e emplea en forma respetuosa o deferente, siendo, semánticamente, un indicio de la discriminación social entre las clases populares.

Existe una particularidad lingüística en el empleo del pronombre “vos” que sustituye al nominativo “tu”, compartida con la región de Antioquia y el Valle, en Colombia, y en la República de Argentina y ciertas zonas centroamericanas. Al referirse a este uso especial, anota Cuervo: “Es la más notable diferencia la que arrancando del antiguo español de los pronombres de segunda persona, ha conservado el uso del vos con las inflexiones tomas, comés, hicistes, ocasionando el olvido de tu, ti, vosotros, y dando origen a una nueva inflexión (vos tomabas, tenías) con la mezcla de vos y te (te engañas; ya verés que nada he dicho de vos) hecho muy extenso que da al hablar familiar y popular un aspecto completamente diferente al uso castellano” .

Sin pretender en ningún momento apartarnos de las doctas apreciaciones de quien tanto lustre dio a la lengua española, parécenos conveniente añadir que ese “aspecto completamente diferente del uso castellano”, en cuanto se refiere al “vos”, debe entenderse en la época actual, mas no absolutamente durante los periodos conquistador y colonial y el Siglo de Oro, como nos lo demuestran las obras literarias escritas durante aquellos tiempos.


A manera de ejemplo, veamos algunas citas tomadas de las “Moradas del Castillo Interior”, de Teresa de Jesús :


- “…Mirá si costaría caro la perfección!” (p. 50).

- “… y considerá que éste y muy mayor tenían algunos santos que cayeron en graves pecados” (p.60).

- “… pasá delante de vuestras obrillas” (p. 62)

- “… y mirá que os aviso de esto, que se tenga por siervo sin provecho” (p.64).

- “ Enviá, Señor mío, del cielo luz…” (p.94).

Y en Quevedo encontramos:

“ Tomá en el trago hacia mi nuez la boga:

que, bebiendoos a todos, me desquito

del vino que bebistes y os ahoga” .


Muchos ejemplos mas podríamos encontrar cotejando los escritos de los grandes exponentes del Siglo de Oro español con el habla popular de la región de Ocaña, pero ello es, sin lugar a dudas, empresa para los estudiosos de la materia, en cuyas manos dejamos esta inquietud, la cual, aportaría nuevas luces sobre el desarrollo del idioma español en América.


El “vos” se construye con formas arcaicas de uso común en Ocaña:

- Vos hablás, en vez de vos habláis.

- Vos tenés, en vez de vos tenéis.


Sobre el uso del vos, apunta el señor Cuervo: “ era vos en España el pronombre que usaban los superiores hablando con los inferiores y como, en fuerza de costumbre introducida, cualquier español que pasaba a Indias por ese solo hecho gozaba de fueros de nobleza, aunque fuese de muy bajo suelo, naturalmente trataría de vos a los criollos; y siendo estos a su vez no menos puntillosos como dueños de la tierra y muy amigos de encumbrar sus linajes deberían desquitarse con esos orgullosos a quienes habían visto llegar con un fardillo en los hombros; de modo que aquello debía ser una constante descarga de vos entre los dos bandos. Solo así se entiende la supervivencia de este pronombre en el trato familiar y vulgar y la creación de una forma verbal que le es exclusivamente propia.”


Desde el punto de vista fonético, el dialecto ocañero difiere del de las zonas pamplonesa y cucuteña, en la entonación y el tiempo elocutivo, al igual que en la emisión de los fonemas.


Así, pues, encontramos la confusión entre el fonema “f” que se pronuncia como una fricativa sorda bilabial, y el fonema “j” que se pronuncia como fricativa sorda laringea. El fonema “r” se articula con vibración de uno o varios golpes, según el caso: caro, carro; pero, perro, etc.

Las vocales por le general, se suelen articular en forma correcta, pero en nuestra zona, no solo en las áreas rurales sino incluso en las urbanas, se tiende a cerrar la “o” que se escucha con efecto de “u”: V.gr. lindo, lindu. La “s” tiende bastante a la apicalidad, y el fonema “e”, en algunos casos, se viene a confundir con el “i” : hombre, hombri.

Otras divergencias fonéticas, como la pronunciación de “z” o “c”, como “s” y de la “ll” como “y”, son generales en todo el territorio colombiano.


En la aplicación de los sufijos, son formados con “eo” y “oso” (casero, pegotero, tretero, embelequero, vidrioso, buenmozo, mugroso, reinoso, etc.), y poco usuales los formados con “uno” (montuno); los prefijos se prefieren con “ante” (antepecho, antejardin, antesala).


El empleo del gerundio presenta también ciertas particularidades que es preciso destacar aquí, puesto que su formación parece provenir de rezagos latinos. Veamos estos ejemplos:

- “ite viniendo”

- i vos haciendo las arepas, mientras tanto”


El uso de aracaismos, muy popular en nuestra América, aun se da en Ocaña en las zonas rurales (agora, asina, atalayar, mesmo, menester, etc.).


Veamos ahora algunas incorrecciones:


INCORRECCIONES POR ADICION:

De la “i”, en las palabras que tiene el diptongo “ie”: dienton, por denton; diferiencia, por diferencia; nieblina, por neblina; tiendero, por tendero; tierrero, por terrero.

Por adición de letra: alevantar, por levantar; arrecoger, por recoger; asegun, por según; iladilla, por ladilla.

INCORRECCIONES POR CAMBIO O SUSTITUCIÓN DE LETRAS:


De la “b” por “g”: aguelo, por abuelo; gueno, por bueno; gomito, por vomito; regolver, por revolver.

De la “d” por “l”: almirar, por admirar; alvertir, por advertir; ataul, por ataúd.

De la “e” por “i”: abaliar, por abalear; toriar, por torear; arquiado, por arqueado; berriar, por berrear; desiar, por desear; golpiar, por golpear, etc.

De la “f” por “j”: ajuera, por afuera; juerza, por fuerza.

De la “h” por “g”: aguecar, por ahuecar; guerfano, por huérfano; gueso, por hueso; guerta, por huerta; mogoso, por mohoso, etc.

De la “l” por “r”: arquilar, por alquilar; arquler, por alquiler.

De la “o” por “u”: tualla, por toalla; culumpio, por columpio.

De la “x” por “s”: aprosima, por aproxima; esagerado, por exagerado, asfisia, por asfixia, etc.


INCORRECIONES POR SUPRESION


Muy frecuente la supresión de la “d”, en las terminaciones “ado” e “ido”: abandonao, por abandonado; abogao, por abogado; acabao, por acabado, etc.


En las voces que empiezan por “des”: esnudo, por desnudo; espacio, por despacio; espreocupao, por despreocupado, etc.


Supresiones silábicas: Cequia, por acequia; hogar, por ahogar; horcar, por ahorcar; cera, por acera; nagua, por enagua, etc.


Entre los siglos XVI y XVIII, el lenguaje literario en España no dista mucho aun del lenguaje popular y es por ello preciso citar nuevamente aquí algunos fragmentos de las obras de aquellos escritores, en los cuales encontraremos gran similitud con el lenguaje de uso común en la zona de Ocaña.


En Teresa de Jesús encontramos estas expresiones:

- “… Veréis que no se puede hacer menos de tocar en lo que plega al Señor”.

- “ Es menester que vais advertidas a esta comparación” .

- “ … que seamos del todo perfetas” .

- “… ni naide me hará entender, sea cuan espiritual quisiere” .

- “… es ansí que están como en una cárcel escura, atados de pies y manos…”

-

Y en Francisco de Quevedo:


- “sus despensas traspasos son que ayunan mas no, aunque su hambre hasta morir pelean, de la merced de Dios se desayunan” .


En su autobiografía, (vida), don Diego Torres de Villaroel expresa:


- “ Peco, como muchos, emboscado y hundido, con miedo y con vergüenza de los que me atisba” .

- “A todo el mundo lo dejo garlar y decidir sobre lo que sabe” .

- “ y no se meta en el berenjenal de hacerme virtuoso” .

- “Recibióle para sacar agua del pozo, lavar peroles, machacar raíces…”

- “… despachar los ungüentos, los cerotes, los julepes y las demás porquerías que encierran estos oficiales” .

- Ahora que tengo mas oreada la imaginación…”

- “… tal cual estilo y expresión castellana, con que me bandeo para darme a entender” .

- “… sin pesadez, sin asco, sin hedentina…”


Hemos querido dar solamente, una breve idea de la permanencia del habla popular española de los siglos XVI a XVIII en la zona de Ocaña. Palabras como arremendar, arrempujar, escurana, julepes, garlar, corva, traspasos, escuridad, vitoria, perfetas, efetos, anque, atisbar, y expresiones como, “con que me bandeo”, “a trompicones”, “de punta en blanco”, “entre gallos y medianoche”, “no tengas pena”, etc., corresponden a este hecho incontrovertible, al igual que el uso modificado del pronombre “vos”. Tenidas hoy como incorreciones por adición, supresión, sustitución de letras, o por arcaísmos, muchas de esas voces han quedado depositadas en el alma popular, constituyendo parte de nuestro acervo cultural. De ahí la importancia de un estudio mas profundo y actualizado del tema por parte de los investigadores nacionales, pues no estaría bien que se pretendiese desdeñar tal legado en aras de un malentendido “purismo idiomático”.

martes, 15 de junio de 2010

TEMAS DEL BICENTENARIO


LA PUNTA DEL LLANO Y EL MARTINETE




Por Luís Eduardo Páez García

Academia de Historia de Ocaña



Históricamente, uno de los sectores más tradicionales de la ciudad de Ocaña lo constituye la antigua entrada al barrio de San Agustín, denominada la Punta del Llano, que hace referencia también a lo que se llamó la “bajada del Martinete” en épocas pasadas.


La Ocaña de la Colonia, comprendía solamente el área fundacional localizada sobre el eje San Francisco-San Agustín, entre la Calle Real (calle 11) y la Calle de la Amargura (calle 10). A partir de la iglesia de San Agustín, construida en 1596, se extendían los límites de la ciudad hacia el norte, culminando el área urbana, justamente, en la Punta del Llano. Es decir, que a partir del lugar donde hoy se levanta una edificación, en cuya cercanía de colocó una placa conmemorativa de las entrada de Bolívar a Ocaña, se extendía un terreno irregular con la cuesta que denominamos Martinete. Exactamente en el lugar de la vieja edificación que hace esquina con las calles 11 y 12, el pueblo ocañero y sus autoridades solían recibir a ilustres visitantes que llegaban a Ocaña por el viejo camino de la Camarona que unía a Puerto Real (o Puerto Nacional) con la ciudad, pasando por Aguachica, Totumal Río de Oro y Venadillo.



Sobre este particular, citamos tres ejemplos bien ilustrativos recogidos por el historiador Justiniano J. Páez en sus Noticias Históricas de la ciudad y provincia de Ocaña:



“Al atardecer de uno de los primeros días de febrero (enero, según el documento descubierto por Jorge Pacheco Quintero en 1939) de 1813, a semejanza de aquella tarde del año de 1626 en que la ´multitud abigarrada y parlanchina amontonábase en la Punta del Llano con el decidido ánimo de presenciar la entrada del primer obispo que veía a visitar la ciudad´, aparecía en el mismo sitio una inmensa y alegre muchedumbre, de todas clases, condiciones y edades, después de haberse oído los disparos que eran la señal de la aproximación de las fuerzas patriotas, disputándose la vista del vencedor del Magdalena. Los primeros jinetes que penetran en la empinada entrada de la plazuela hacen despejar el paso. Son los oficiales venezolanos que, por insinuación del cura párroco, doctor Alejo María Buceta, y del alcalde ordinario, hacen alto y comunican a su jefe los deseos de la población”. El historiador continua narrando aquella primera entrada de Simón Bolívar a Ocaña, dando cuenta de que un grupo de señoritas de la localidad, entre quienes se contaba doña Nicolasa Ibáñez y Bárbara Vicente Lemus, coronan al futuro Libertador, previas palabras de la joven Lemus. Luego, las fuerzas de Bolívar siguen hacia el centro de la ciudad donde tuvieron lugar los agasajos protocolarios hechos por los patriotas ocañeros.



En agosto de 1892, el Obispo Rafael Celedón hace su primera visita pastoral a la provincia de Ocaña. Al igual que lo habían hecho otros personajes, El doctor Celedón ingresa a Ocaña por el Alto de la Camarona y es recibido por el pueblo católico, según nos dice J.J. Páez: “En el punto nombrado Martinete, barrio de San Agustín, se encontraba un elegantísimo altar preparado para que se revistiera el prelado; y allí, engalanado con sus vestiduras pontificales, fue recibido, en la tarde del día 14 de agosto último, por el señor vicario de esta ciudad y conducido bajo palio bordado de oro que llevaban los miembros del concejo municipal y las principales autoridades de la provincia…”



Desde el siglo XVII, según J. Páez, se registra el sitio de la Punta del Llano como lugar de recepción para las altas personalidades que visitaban la ciudad: El Obispo Leonel de Cervantes y Carvajal, en 1626 (1625 según Monseñor Manuel B. Pacheco); Simón Bolívar, en enero de 1813 y Monseñor Rafael Celedón el 14 de agosto de 1892.



Estas breves consideraciones históricas, otorgan al sector de San Agustín, La Punta del Llano y el Martinete, una importancia destacada dentro de la estructura urbana de la ciudad y ameritan acciones tendientes a su preservación y reconocimiento de las comunidad como parte de su patrimonio cultural.


BIBLIOGRAFÍA

PACHECO, Manuel Benjamín. Historia Eclesiástica de Ocaña. Biblioteca de Autores Ocañeros. Vol. 5. 1970

PÁEZ, Justiniano J. Noticias históricas de la ciudad y provincia de Ocaña. B.A.O. Vol. 9. 1972