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jueves, 8 de junio de 2017

PERSONAJES DESTACADOS EN LA HISTORIA DE OCAÑA (1)

Retablo colonial. Iglesia de San Francisco

Por sugerencia de nuestros lectores, iniciamos la inclusión de esta serie de datos biográficos sobre las personalidades destacadas de Ocaña y su antigua provincia desde la época colonial.

FIGURAS QUE SE DESTACARON DURANTE LA ÉPOCA COLONIAL

LEONELDA HERNÁNDEZ

Mestiza de la tribu Búrbura, oriunda de la Loma de Indígenas (hoy municipio de González). Sobre Leonelda Hernández, primera mujer que se destaca, según los registros históricos, en nuestra vida regional, escribieron sendas crónicas Eustoquio Quintero (en 1895), Gregorio Hernández de Alba (en 1934) y Ciro A. Osorio Quintero ( en 1944 y en 1962). 

La tradición oral cuenta que esta bella mujer fue acusada de practicar la brujería junto con otras mujeres de La Loma, apresada por los soldados españoles fue conducida a Ocaña hacia 1666 o 1667, para ser juzgada por la Inquisición. Pero sus heramos de raza cayeron sorpresivamente sobre la tropilla cuando esta se aprestaba a ejecutar a Leonelda en el Cerro de la Horca, la liberaron y oasaron a cuchillo a sus verdugos.

Su leyenda, más que la semblanza histórica, se propagó desde lo que es hoy la población de González (Cesar), su patria chica, hasta cada rincón de la vasta Provincia de Ocaña y aún, hoy en día, su simbólica presencia es recogida y reinventada con cariño en el Desfile de los Genitores que, con algunas pocas interrupciones, se ha venido efectuando desde 1959.

JUANA LÁZARO VELÁSQUEZ

Su nombre aparece vinculado a la celebración de las tradicionales fiestas del Corpus, durante la Colonia (1790), en la obra de Alejo Amaya, Los Genitores.

“Además de la fiesta de los Santos Reyes, que desde los más remotos tiempos de su historia celebraban los neomadrileños… celebraban también pomposamente la solemnísima del Corpus, de tal modo que su suntuosidad, entusiasmo y variadísimas diversiones, apenas si nos han llegado como un leve remedo a los de la generación presente, las danzas ridículas y los diablitos que, por fortuna nuestra, parecen desaparecidos totalmente. No así en los tiempos dichosos en que doña Juana Lázaro Velásquez, viuda de don Pedro Sánchez Barriga, oriundo de San Lúcar de Barrameda, era mayordoma de fábrica como si dijéramos, porque siéndolo su señor marido, en el asunto de la fiesta mandaba ella como tal y hacía de su dinero, que era mucho, lo que se le antojaba para darle suntuosidad extraordinaria.

JOSÉ ANTONIO CORTÉS DE RON Y RODRÍGUEZ

Científico y abogado nacido en Ocaña el 17 de abril de 1776. Se desconoce la fecha y lugar de su deceso.

Hijo de Martín Cortés y Aniceta Rodríguez. Hizo estudios en el Colegio del Rosario de Bogotá. Fue catedrático de Latín, Oficial de la Real Administración de Aguardiente en Panamá, Oficial Mayor de la Administración de Tabaco de Panamá en 1797.

Francisco Antonio Zea, al referirse a él, opina que es “el digno sucesor de Mutis”, concepto este que se encuentra consignado en el Proyecto de reorganización de la Expedición Botánica (enero de 1817). En el Papel Periódico de julio de 1791, se destaca la capacidad de don José Antonio, a la sazón de 14 años: “Entre estos estudiosos colegiales acaba de merecer las aclamaciones uno de ellos, que es Don Antonio Cortés, quien en solo la edad de catorce años ha acreditado una condición no común en el acto de Derecho Civil, tenido el 23 del corriente en el mismo Colegio de Nuestra Señora del Rosario.

En 1794 se vio involucrado en una conspiración contra el gobierno español (guerra de los pasquines), lo cual le condujo a la cárcel durante quince meses. Liberado de prisión comienza su búsqueda por mejores oportunidades de estudio, aspirando a una de las becas reales en el Colegio de Nobles Americanos que se proyectaba fundar en España. Hacia comienzos del siglo XIX se pierde toda pista de este intelectual ocañero.

JOAQUÍN GÓMEZ FARELO



Nació en Ocaña a comienzos del siglo XVIII y murió el 3 de diciembre de 1812. Fue sacristán de los jesuitas en la iglesia de San Bartolomé, en Santafé. En 1758 viajó a Santa Marta donde se ordenó como sacerdote; fue sacristán de la parroquia de Ocaña y luego cura en Chiriguaná. A su regreso a Ocaña, ocupó la rectoría de la Escuela de Cristo Sacramentado y fue también Limosnero Mayor de Nuestra Señora de Torcoroma. Sobre la labor de este benemérito sacerdote, dice así Monseñor Pacheco: “Llevada a cabo la reedificación de la capilla de Nuestra Señora de las Gracias de Torcoroma, que se encuentra en le calle real de esta ciudad, reedificación que se hizo con el auxilio de pocas limosnas, pero en su mayor parte a expensas del Maestro Presbo. D. Joaquín Gómez Farelo, aparece que el 15 de diciembre del año 1800 fue trasladada la venerable imagen de la Virgen a aquel templo, en medio de solemnísimo ceremonial religioso”.

Durante la revolución de los Comuneros, en 1781, Gómez Farelo actuó como dirigente de la revuelta en Ocaña, como atestigua la nota oficial que el gobernador de Santa Marta, Antonio de Narváez y la Torre envía al Obispo Francisco Navarro de Acevedo, uno de cuyos apartes dice: “El subtente.  Don Apolinar de Torres, destinado con algunas tropas para contener y escarmentar las inquietudes de estas provincias, me dice que en las que se habían maquinado en la ciudad de Ocaña (en que se ahora se halla) de bastante gravedad se le asegura por personas fidedignas, e imparciales, que están complicados algunos eclesiásticos de que me nombra a Don Joaquín Gómez Farelo que entonces se encontraba allí, a Dn. Simón Tadeo Pacheco, a D. Miguel Antonio Copete, y a D. Manuel Domingo del Real...” (A.H.N. Fondo Milicias y Marina, T. 117, fls. 878 a 902).

Joaquín Gómez Farelo fue autor de la Reseña histórica de la aparición de Nuestra de Señora de la Concepción en el monte Torcoroma en Ocaña. El manuscrito original del documento, data de 1788; se publicó en la Imprenta Real, editándose una segunda entrega en Ocaña, en 1881, en la Imprenta de José A. Jácome.


Las dos obras anteriormente mencionadas, fueron realizadas a manera de reseña, de información histórica sobre la aparición de la Virgen de Torcoroma (que tuvo lugar en 1711), incluyendo testimonios sobre la ocurrencia de milagros, y opiniones de autoridades civiles y eclesiásticas sobre el caso.

DURANTE EL PERÍODO DE LA INDEPENDENCIA

FRANCISCO AQUILINO JÁCOME LLAÍN,

Abogado de la Universidad de Santo Tomás. Delegado por el cantón de Ocaña ante la Junta de Santa Marta en 1810.

Nació en 1778, en el hogar de don Simón Jácome y Rincón y doña María del Rosario Llaín, ―de las familias más ilustres del Nuevo Reino” Falleció en Puerto Nacional en 1836. Viajó a Bogotá en 1794 y estudió en el Colegio de San Juan Nepomuceno. ―En 1800 se le designó secretario de la Universidad Tomística, cuyo personal directivo, presidido por el Canónigo Magistral doctor Andrés Rosillo y Meruelo, le confirió el grado de doctor en ambos derechos en 1803. 

De regreso a Ocaña, se convirtió en mentor de la administración pública local y ejerció grande influencia entre los pueblos del cantón. Ligado a la causa de la Corona huyó de la ciudad al acercarse las fuerzas del Libertador, en 1813; pero Bolívar empleó cuantos medios estaban a su alcance para ganarlo a la revolución y el doctor Jácome halagado con la generosa conducta del Padre de la Patria, actuó a favor de los patriotas, oponiéndose a los desmanes de los Colorados y haciendo fracasar la revolución de Caviedes en 1829.

El Pacificador Pablo Morillo y Pascual Enrile, a su llegada a Ocaña a finales de 1816 con las tropas de reconquista, se hospedaron en casa de don Antonio Luis Jácme que aún se mantiene en pie, en la esquina del costado derecho de la catedral de Ocaña. El historiador Justiniano J. Páez destaca en su obra Noticias Históricas de la ciudad de Ocaña la relación de oficiales realistas y el lugar a donde se alojaron en aquella época.

Relación en la obra "Noticias Históricas de la Ciudad y Provincia
de Ocaña, de Justinaino J. Páez.

“El doctor Jácome era casado con doña Juana de Dios Lemus Rodríguez, de alta jerarquía social y notable belleza". Fueron sus hijos: Francisco Aquilino, (1829), María de Jesús del Rosario, María Hilaria Virginia (1833) y María de la O. Jácome Lemus.(cf. "Genealogías y Relatos históricos de Ocaña", de Raúl Pacheco Ceballos, Grafitecnia Papelería, Bogotá, 2006).

Desde 1820 se dedicó el doctor Jácome a luchar por la causa de la  libertad, retirándose luego a la vida privada en 1832. Fue Juez Político del Cantón de Ocaña de 1821 a 1832. Falleció en Puerto Nacional en 1836. En el seno del hogar de este eminente ocañero pasó Santander ratos felices. Allí tuvo dos de sus más grandes admiradoras: Doña Juana de Dios y doña Bárbara Vicenta Lemus. Se cuenta que esta última concurría a las barras de la Gran Convención, disfrazada de hombre, a escuchar y aplaudir al prócer cucuteño” (Páez Courvel: 1950; 86-87).

Es importante indicar que el 12 de marzo de 1810, se suscribió el Acta de demarcación del casco urbano de la Parroquia de La Cruz (hoy Ábrego), gracias a la donación de terrenos que hicieran las damas doña Ana María y doña Josefa de la Encarnación Maldonado. Uno de los firmantes del Acta que consolida este poblamiento, fue precisamente el doctor Francisco Aquilino Jácome. Varias de las principales familias ocañeras tenían, para esta época, fincas de recreo en lo que actualmente es el municipio de Ábrego, entre ellas, la del doctor Miguel Ibáñez y Vidal y la de don Miguel Pacheco, este último propietario de la hacienda “Pavés” donde fue sacrificado por la guerrilla realista de los Colorados durante la época del terror.

El indiscutible liderazgo de Francisco Aquilino Jácome en la región de Ocaña y su influencia sobre las autoridades locales, hizo que se inclinara la balanza institucional hacia la causa realista, no sin antes haberse producido un proceso de resistencia civil que fue liderado, incluso por el Cabildo. De ello, dan cuenta las siguientes comunicaciones extractadas de la ―Colección de documentos históricos sobre la independencia en Estado Soberano de Bolívar”, por Manuel Ezequiel Corrales. Cartagena, 1877 (Copia digital documentos google)

 ―al Virrey por el Gobernador de Santa Marta de la declaratoria de Independencia absoluta hecha por la Junta de la Provincia de Cartagena de Indias, y de otras novedades graves.
Número 49. Excelentísimo Señor: Por el oficio de V. E. de 5 del próximo pasado, veo lo que ha oficiado á los gobiernos de Panamá y Portobelo, para que envíen socorros de tropa y armas á esta plaza, las que me alegraré lleguen á la mayor brevedad, pues á cada instante se hace muy urgente la necesidad de prontos auxilios. Tengo noticia cierta de que el 16 del corriente se declaró en Cartagena la Independencia, y me lo confirman los repetidos ataques que las lanchas cañoneras y la ― Bombardera " de los enemigos han echo estos días en los diversos puntos fortificados de nuestra costa en el río Magdalena, cómo verá V.E. en la copia que acompaño con esta fecha; pero con la satisfacción de que han sido repelidos y escarmentados.
Esta Provincia se halla en la mayor aflicción, pues se ve atacada abiertamente por la de Cartagena; amenazada de un rompimiento con la de Santafé, como verá V. E. por los impresos adjuntos, y de donde han salido ya tropas contra la ciudad de Ocaña, que es limítrofe de esta Provincia con aquélla, y recelo de la de Riohacha por algunos antecedentes que me asisten, de modo que me hallo en la precisión de atender a una infinidad de puntos, careciendo al mismo tiempo de tropas firmas y dinero, pues la cortedad que ha venido de estos dos últimos artículos en la goleta ―Empesinada no merece la pena de que se cuente como un socorro para los apuros en que me hallo. Yo me defenderé hasta el último extremo, según me lo exigen mi honor y conciencia, y lo demás Dios lo haga. 16 Conviniendo llamar la atención de Cartagena por mar, y cortarle los víveres que recibe del rio Sinú, es preciso conservar aquí por algún tiempo la goleta de S. M. la “Empesinada " que con la “Junta de Sevilla” bloquearán á Cartagena, se le Cortaran los víveres y comercio que hace con Jamaica y Norte América; y tal vez me dan tiempo para atender á los demás puntos por donde me ataquen. Dios guarde á V. E. muchos años. Santa Marta, Noviembre 26 de 1811 Excelentísimo señor. Thomas de Acosta Excelentísimo señor Virrey electo del Nuevo Reino de Granada. C) No fue el 16 sino el día 11 de Noviembre (N. del B.). Véase el siguiente documento oficial, en el cual se verifica la posición de las autoridades ocañeras con relación a las pretensiones de Santa Marta de ―proteger la ciudad ante las fuerzas patriotas de Cartagena:

―El Gobernador de la Provincia de Santa Marta da parte al Virrey de la pérdida de la ciudad de Ocaña y de otros particulares importantes.
Número 61.
EXELENTISIMO SEÑOR:

Ocaña acaba de poner á esta fiel Provincia con la fea y detestable nota de infidente, haciéndose más odioso y detestable su nombre que aquellos lugares que dieron principio á tan sensibles males. En oficio número 49 dije á V. E. la expedición que bajaba de Santafé contra aquella población, y ajeno de la felonía con que procedían sus Magistrados y habitantes, apure todos los recursos y la socorrí (además de la partida que allí había de Bandera de la recluta a cargo del Teniente veterano Don José Salcedo), con 70 hombres armados de las milicias urbanas de Chiriguaná pues mi situación de absoluta escasez, la mucha distancia de ciento treinta leguas de mal camino que nos divide, y el corto término, no permitían otro socorro. Estos llegaron hasta sus inmediaciones en tiempo; pero las providencias de aquel corrompido Cabildo impidieron el proyecto, y así se vieron obligados á retirarse á Chiriguaná en cuyo tránsito se encontraron con la tropa de los traidores, como verá V. E por la adjunta copia del oficio del B. P. Fr. Ensebio Najera, que recibí ayer. En la fecha que está escrita la copia de que hago mérito, fue atacado el fiel sitio de Chiriguaná por los insurgentes, donde perdieron ocho hombres y huyeron sin que por nuestra parte hubiese ni un solo herido. El Cerro de San Antonio diariamente es bombardeado, aunque sin el menor adelantamiento de parte de los enemigos; y Tenerife se cree aún en poder de los traidores, pero tengo dadas mis disposiciones para su reconquista, no obstante lo manifestado a V.E. en carta número 54. Rodeada de tan inmensos ataques se halla esta pobre Provincia de mi mando: los fieles habitantes gimen bajo la pesada carga de estipendios; yo deseo salvarlos del naufragio que se prepara, y todos vemos con dolor los ningunos auxilios que hay en tan inminente peligro. De aquí es que los ánimos de los buenos cada vez se desmayan más y el de los malos que puede haber en la Provincia y hay fuera, recobran más bríos para sus hostiles empresas.
Santa Marta desde las primeras aflicciones de su madre Patria la ha socorrido más de una vez como buena hija, y según lo permitía la estrechez de esta población y cortas proporciones, que comparadas éstas con el que se haya distinguido más, no le excederán en liberalidad.

Posteriormente, para sostener lucha tan desigual, dieron en donativo y empréstito más de 12,000 pesos, y últimamente se hallan sujetos á una contribución de 11000 pesos mensuales, a más de que los patriotas blancos que están sobre las armas sirven sin sueldo ni gratificación, pero con todo esta Provincia se halla al borde del precipicio. Si Cartagena y todo el Reino se aseguran de este punto con facilidad impedirán la entrada i las fuerzas que vengan para su reconquista, porque descuidados de enemigos interiores, solo atenderán á los puertos y se malogrará el apoderarse nuestras tropas con facilidad de Cartagena y Mompox no será fácil apoderarse de las Provincias de Pamplona y Girón ni ir por ésta á la del Socorro y de allí á la de Antioquia y toda la parte del Sur... Mi obligación es manifestar á V. E. estos principios y hacer cuanto esté de mi parte para la conservación de esta Provincia. .. pues sin los auxilios necesarios y tantas veces pedidos de dinero, mil hombres armados, otros tantos fusiles y fornituras, no podré responder de la Provincia, cuya pérdida será lamentable. Dios guarde á V.E. muchos años. Santa Marta, Diciembre 10 de 1811. Excelentísimo señor Thomas de Acosta Excelentísimo señor Virrey electo del Nuevo Reino de Granada Recordemos que el 22 de diciembre de 1811, Martín Cortés había escrito desde Ocaña a Francisco Aquilino Jácome, instándolo a mantenerse al lado del bando republicano, sin obtener, al parecer, respuesta ni de este ni de la Junta samaria. Como vemos, el informe del Gobernador Tomás de Acosta está fechado el 11 de diciembre del mismo año. La presencia en Ocaña de José Víctor de Salcedo, Teniente Capitán de la primera Compañía del Fijo de Santa Marta, que mandaba en jefe el Teniente Coronel don Francisco Dávila está plenamente comprobada, así como el temor de los oficiales realistas ante la atmósfera que se respiraba en Ocaña (Cf. Los Genitores. A. Amaya). Las reiteradas menciones de la “infidente Ocaña”, “enemigos declarados” o “amigos falsos”, por parte de los oficiales reales, indican que la causa republicana en Ocaña era más sólida de lo que se ha considerado hasta ahora en los textos historiográficos que analizan este período de la independencia en la zona de Ocaña. 

MARTÍN TEODORO CORTÉS DE RON Y RODRÍGUEZ

Abogado, militar, orador y patriota nacido en Ocaña en 1780 y fusilado en Bogotá en 1816.

Hijo de Martín Cortés y Aniceta Rodríguez. Hizo estudios en el Colegio de Nuestra Señora del Rosario. Sobre él y su hermano José Antonio, existen documentos históricos que fueron consultados por el historiador Guillermo Hernández de Alba en el entonces Archivo Nacional, y sobre los cuales elaboró completas biografías el académico Leonardo Molina Lemus, que hacen parte de su obra José Eusebio caro y otras vidas, Volumen 11 de la Biblioteca de Autores Ocañeros.

En Ocaña, hizo parte del grupo de patriotas que siguió las pautas de la Junta de Santa Fe, y trató de influir sobre la posición política de don Francisco Aquilino Jácome, para que no apoyara al grupo realista que dominaba la Junta Patriótica conformada en Santa Marta.

El Diccionario biográfico de campeones de la libertad, escrito por Scarpetta y Vergara, menciona así al doctor Martín Teodoro Cortés: “Hombre de letras y de profundas convicciones republicanas, se esforzó por sostenerlas con su influjo, sus intereses y sus discursos llenos de vigor por la libertad, ya en las juntas públicas como también el congreso reunido en Tunja. Su abnegación le conquistó el odio de Morillo, quien lo hizo fusilar el 3 de septiembre de 1816, en Sata Fe” (cita de Molina Lemus). Sobre su sacrificio, existe un documento oficial publicado en la Imprenta del Gobierno, por Nicomedes Lara, que señala:

“Relación Número V de las principales cabezas de la rebelión de este Nuevo Reyno de Granada, que después de formados sus procesos y vistos detenidamente en el Consejo de guerra permanente, han sufrido por sus delitos la pena capital en la forma que se expresa:
“En 3 de septiembre: Doctor Martín Cortés Natural de Ocaña. Era auditor de guerra del Exército rebelde y se hizo prisionero después de la acción de las inmediaciones de la ciudad de la plata. (…) Pasado por las armas por la espalda en esta capital y confiscados todos sus bienes. Cuartel general de Santa fe 4 de septiembre de1816”.

Contamos, lamentablemente, con un solo escrito de don Martín Cortés, que nos permite una aproximación a su estilo y temas predilectos en la literatura de la  Independencia. De Antonio Cortés, por ejemplo, se conserva un memorial suyo dirigido al Virrey Ezpeleta, solicitándole ayuda para continuar sus estudios (Molina: 1973: 32), y de Martín Cortés, una carta dirigida a Francisco Aquilino Jácome persuadiéndolo para que no apoye a los realistas de la Junta de Santa Marta, fechada el 22 de diciembre de 1810, que reproducimos aquí:

“Ocaña, diciembre 22 de 1810
Señor Dr. Francisco Aquilino Jácome
Mi querido Aquilino:
Hemos recibido tus contestaciones y nos hemos complacido de tu recepción y de que goces de salud. Estamos persuadidos del amor e interés que sientes por tu patria; y en el dia de mañana se publicarán por bando las decisiones benéficas sobre los puntos que has promovido en nuestro beneficio. Por la carta de Camilo Torres estarás impuesto del concepto que merece en la capital el gobernador que, como español, no puede prescindir del Consejo de regencia. Sabes que el Socorro, Girón, Pamplona, Tunja y todo el Reino con la Junta de santa Fe lo han negado; y aun Cartagena, como tú mismo lo dices y lo hemos visto por sus pliegos.
La Provincia de Venezuela ha hecho lo mismo y se ha aprobado generalmente, aun por los mismos españoles imparciales. Así es, que nosotros no nos dignamos dar contestación a Santa marta y te dirigimos originales los pliegos que nos remitió sobre obedecimiento  a virreyes, diputados en Cortes para España, cuya época pasó y sobre que delira ese gobierno en la publicación de las últimas noticias de la Península, dadas por cierto individuo de aquella nación.
El gobierno de Santa Marta se desentiende de nuestras contestaciones: retuvo las que mandamos por su conducto a Santa fe; ya ves que la cábala fermenta y se decide por la intriga para dejarnos a oscuras. Ya de Cali, con las demás ciudades de la Provincia de Popayán, han mandado a Santa Fe sus diputados para consolidar sus derechos. De Cartagena también se han nombrado, y es preciso se verifique el Congreso capaz solamente de determinar nuestro gobierno y asegurar nuestra felicidad: nos hallamos en un estado violento y es imposible que subsista; los pueblos volverán sobre sí, y sosegadas las turbulencias, se verá el mérito de cada uno de ellos.
“El gobernador de Santa Marta, que tiene oprimido al criollaje; que ha hecho salir de la Junta a su asesor el Dr. Viana y a Esteban, cuyas conductas y luces conocemos bien, y a otros sujetos, no puede durar en el gobierno; la lucha contra todo el Reino y su suerte será como las de los demás tiranos; no puedes contra el torrente, cooperar con sus ideas, ni continuar en una causa en que él solo manda. Así, vente, pues estaremos contentos con tenerte aquí, como para aprovecharnos de tus luces. Tales son los sentimientos de  
Martín Cortés”

(Reproducción hecha del archivo del Dr. Francisco Aquilino Jácome, en poder de doña Elisa Jácome, Bogotá, al publicarse la obra José Eusebio Caro y otras vidas, del académico Leonardo Molina Lemus. Biblioteca de Autores ocañeros Vol. 11, 1973).

ANTONIO QUINTERO COPETE

Patriota ocañero nacido en 1793 y fallecido al parecer en la Loma (hoy González), desconociéndose el año del deceso. El académico Lumar H. Quintero Serpa nos dice:  "...era el cuarto hijo de un matrimonio ocañero. Su padre, don José Gregorio Quintero Príncipe y su madre doña María Nicolasa Copete, pertenecían a familias descendientes de españoles, que desde la misma fundación de la ciudad en 1570, habitaban allí. Don José Gregorio, quien había nacido el 26 de mazo de 1758, contrajo matrimonio con doña María Nicolasa Copete del Portillo, nacida el 24 de octubre de 1756" 

"…el joven Antonio Quintero Copete, quien ―por el año de 1810 se hallaba en Pamplona haciendo estudios secundarios y tomó parte activa en el movimiento que allí se levantara contra el corregidor Bastús, y fue de los que apresaron a este arbitrario gobernante. Algunos días después de la insurrección, Quintero regresó a Ocaña y trajo, como era natural, la noticia de los sucedido, y también la del movimiento del Socorro: mas no se limitó simplemente a hacer conocer de sus amigos y compañeros estos hechos, sino que se propuso despertar en el ánimo de aquellos las simpatías por la causa de la independencia, lo que consiguió sin mucho esfuerzo, principalmente después de que por la indiscreción de un correísta se supo en la ciudad lo acaecido en Bogotá el 20 de julio de ese mismo año. Cuando las autoridades se percibieron del núcleo que estaba formándose de patriotas, empezaron a ejercer presión sobre ellos y a hostilizarlos de todas maneras. En esta situación los patriotas se vieron precisados a salir, los unos a sus haciendas y los otros a los pueblos a los pueblos circunvecinos a esperar, fuera de la ciudad, una reacción favorable a la causa de sus simpatías. Así pasaron dos años, hasta que a fines de 1812 circuló por todo el lugar la noticia de los triunfos de Bolívar, noticia que en vano pretendieron disimular las autoridades, pues su inquietud, la aceleración de los movimientos

DOÑA AGUSTINA FERRO

Dama ocañera, mártir de la Independencia. Fue ejecutada por la guerrilla realista de Los Colorados el 20 de enero de 1820, en la plaza mayor de Ocaña.

“Cuando Bolívar –dice Castro Trespalacios- `ordenó se extrajeran de las poblaciones más desafectas de la Provincia de Santa Marta hasta 2000 hombres para enviar al Perú, se quiso acabar para siempre con los movimientos que existían tanto en Valledupar como en Ocaña. El Coronel Montes de oca fue comisionado por el propio Libertador para ir a reducir a los insurrectos realistas de Ocaña y por una debilidad permitió al comandante Eustaquio Valles, del partido del Rey, le dejara pasar un armamento del Paso a Chiriguaná para llevar a Ocaña y auxiliar al Coronel Figueredo. Este armamento cayó en manos de los realistas ´burlándose de la necia confianza de Montes` y el que sirvió para armar debidamente a la división de Los Colorados y atacar ruidosamente a la ciudad de Ocaña. El 19 de septiembre de 1819, el Coronel Figueredo sitió a Ocaña y entró triunfalmente restableciendo el orden constitucional y legal de la República. El 12 de noviembre del mismo año, la guerrilla de los Colorados que dirigía José María y Javier Álvarez y los mulatos Jácomes, volvieron a atacar a la ciudad y desalojaron a los patriotas, que huyeron hacia La Cruz (hoy Abrego), en compañía del jefe Figueredo, que ayudado por fuerzas de Cúcuta en número de 200 hombres, quiso recuperar lo perdido con tan mala suerte que el día 12 de enero de 1820 sucumbieron íntegramente, dejando en el teatro de batalla más de 300 cadáveres`. El Coronel Figueredo se refugió en la casa de Agustina Ferro y ésta, desafiando todos los peligros, permitió su evasión. ´Sabedor Javier Álvarez de la fuga que se le facilitó, ordenó seguirle a la ferro un proceso verbal y se le condenó a muerte. El 20 de enero de 1820, a las tres de la tarde, el capitán Barrera, de orden de Javier Álvarez, ordena al verdugo que anuncie a la primera que a las cuatro de la tarde sería fusilada. A las tres y media, las campanas de la iglesia tocan los dobles anunciando su sacrificio, los guardianes tocan los clarines y tambores. El sacerdote practica los últimos auxilios espirituales y en presencia de numeroso público de la plaza principal, se ordena pasar a la acusada al banco donde también había sido fusilado el capitán ocañero Hipólito García, el 11 de marzo de 1816, y atadas las manos hacia atrás, el oficial Barrera lee en alto la célebre sentencia del Consejo Militar. La acusada pide por favor que no sean vendados sus ojos y el oficial accede. Pocos minutos después, los esbirros descargan sus fusiles y consuman el más atroz de los asesinatos”. (Páez Courvel, Luís Eduardo. Precursores, mártires y próceres santandereanos de la Independencia, p. 58-59)

LA REPÚBLICA

NICOLASA IBÁÑEZ ARIAS.

Nicolasa Ibáñez Arias. Fotografía tomada de la obra "Los Caro en Colombia"

Nació en Ocaña el 30 de abril de 1794 y falleció en París en enero de 1873. Casó en Ocaña  en 1813 con don Antonio José Caro. Su belleza, así como la de su hermana Bernardina, fue celebrada por los próceres, entre ellos el General Santander con quien tuvo un romance.

Doña Nicolasa conformó en Santa Fe una agradable tertulia frecuentada por personalidades de la época, en especial, por los partidarios de Santander de quien fue furibunda defensora.

De su matrimonio con don Antonio José Caro, hubo los siguientes hijos:

JOSÉ EUSEBIO CARO IBÁÑEZ. Político, periodista y renombrado poeta romántico, nacido en Ocaña el 5 de marzo de 1817 y fallecido en Santa Marta el 28 de enero de 1853. Casó con doña Blasina Tovar, de cuya unión nacieron MIGUEL ANTONIO, EUSEBIO LIBORIO Y MARGARITA CARO TOVAR. Ésta última, casó don Carlos Holguín.

MANUELA CARO IBAÑEZ. Casó con don Clímaco Ordóñez

DIEGO CARO IBÁÑEZ.

BERNARDINA IBÁÑEZ ARIAS.

Bernardina Ibañez Colec Arte Banco de la República 
Jose Maria Espinosa 1900

Fue la menor. Casó en Bogotá con don Florentino González. En 1819 hizo parte del grupo de señoritas que coronó al Libertador en su entrada triunfal a la capital después de la batalla de Boyacá. Antes del triunfo de las armas patriotas, sirvió como mensajera clandestina de las proclamas que Bolívar y Santander hacían llegar a los habitantes de Santa Fe, instándolos a unirse a la causa.

Simón Bolívar cortejó sin éxito a esta agraciada dama ocañera.

Doña Bernardina tuvo un romance con don Miguel Saturnino  Uribe, quien era Cónsul de Dinamarca, y de esta unión nació doña Carmen Uribe, quien casó con don Carlos Michelsen en 1849, troncos de la familia del expresidente Alfonso López Michelsen. Doña Bernardina murió en Valparaíso (Chile) en 1864.

BÁRBARA MARÍA VICENTA LEMUS JÁCOME

Bárbara Vicenta Lemus. Óleo, Museo de la Gran Convención. Siglo XIX

De acuerdo con los datos consignados por el historiador Raúl Pacheco Ceballos, doña Bárbara María Vicente Lemus nació en Ocaña en 1808 y falleció en 1884. Hija de don Manuel Antonio Lemus (García) Trigos y de doña Ana Dolores Jácome Llaín. Fueron sus hermanos: Manuela (1806), Pedro Pascasio (1816), Justo Eustaquio, Manuel Antonio (1818), José Antonio Calixto (1821), María Petronila (1824) y Antero Lemus Jácome.

Casó con don Jesús del Carmen Jácome, de cuya unión nació Luís Jácome Lemus. Doña Bárbara María Vicente Lemus formó parte, en 1813, del grupo de niñas y jóvenes que coronaron la frente de Simón Bolívar a su entrada triunfal a Ocaña durante la famosa “Campaña Admirable”. Entre estas lindas delegadas de la mujer ocañera, se encontraban también, Nicolasa Ibáñez, Eusebia Sarabia, Juana de Dios Lemus, Salustiana Patiño y María de Jesús Patiño. Más tarde, en 1828, cuando se llevaron a cabo las sesiones de la Gran Convención de Ocaña, doña Bárbara María ingresó disfrazada de hombre al templo de San Francisco, a escuchar los debates enconados de la Convención Constituyente, en especial, las intervenciones del general Francisco de Paula Santander. Durante los días que duraron sesionando los convencionistas, la residencia localizada en la calle Real,  de doña Bárbara Vicente, se convirtió en lugar de tertulia obligada de Santander y sus amigos, así como la estancia campestre de Villa Barbosa, al sur de la ciudad.

JOSÉ EUSEBIO CARO

José Eusebio Caro

Poeta, periodista y político nacido en Ocaña el 5 de marzo de 1817 y fallecido en Santa Marta el 28 de enero de 1853.

Fue hijo de Antonio José Caro y María Nicolasa Ibáñez. Durante su juventud desempeñó varios cargos públicos y participó como militar en las contiendas civiles, entre 1840 y  1842, bajo las órdenes del ejército legitimista.

José Eusebio y su familia salen de Ocaña en 1818, radicándose en Santafé. Allí se dedica a estudiar y luego a trabajar en un cargo menor de la Dirección de Crédito Público. Una vez que estalla la guerra civil, se une a las tropas del general Pedro Alcántara Herrán, regresando a su tierra natal el 20 de enero de 1841. Luego, el 11 de agosto, después de haber servido como agente del gobierno para lograr la paz con el jefe de los revolucionarios, Lorenzo Hernández, regresa nuevamente a Ocaña donde permanece durante cinco meses. En su “Diario”, Caro narra los acontecimientos y detalles de su estancia en La Cruz (hoy Abrego) y Ocaña, donde se alojó en casa de su tío político, Manuel María Trigos, quien era dueño de la antigua casona de El Molino. Don Manuel María estaba casado con la tía de José Eusebio, doña Carmen Ibáñez, cuya residencia quedaba cerca de la Plazuela de San Francisco. Para esta época, Caro ya es un poeta conocido en Santafé; sus primeros versos los publica en el periódico La Estrella Nacional (1836); hacia 1845 sus poemas son reconocidos nacionalmente. En 1849 redacta, junto con Mariano Ospina Rodríguez, la primera declaración del Partido Conservador.

Durante su vida, Caro no publicó ningún libro. Sólo hasta 1857, ya fallecido, aparece su primera selección de versos.

José Eusebio Caro casó en Santafé con doña Blasina Tovar, el 3 de febrero de 1843.

José Eusebio está reconocido como uno de los poetas románticos más representativos de Hispanoamérica.

El Romanticismo se inscribe en la categoría de lo “romántico”, de lo “afectivo”, como reacción del sentimiento frente a los seres, los acontecimientos y las cosas, lo cual implica la exaltación de lo emocional, lo legendario, lo evocador, lo novelesco y lo misterioso. La escuela romántica, propiamente dicha, hace alusión a una forma especial del lenguaje y de la creación estético-literaria que no se ajusta a las normas clásicas de la retórica y la poética grecolatinas.

Todos estos elementos se conjugan en la obra poética de José Eusebio Caro, sobre quien escribieron completos ensayos y apreciaciones críticas, sus contemporáneos. Tres etapas señala Miguel Antonio Caro, en la producción de su padre: “En la primera de ellas predomina la imaginación; la segunda se distingue por el sentimiento; en la tercera habla la razón”. De acuerdo con esto, José Eusebio Caro va aumentando el nivel de trascendencia en cada una de las etapas anotadas. Autores críticos, y a la vez poetas, como Jaime García Maffla, han generalizado el Romanticismo, afirmando que se caracterizaba por “la hostilidad al mundo, al padecimiento como constante de vida y la imposibilidad de la comunicación humana”. Ciertamente, Caro demuestra tales características, al igual que lo hará buena parte de los poetas ocañeros durante el siglo XIX y XX.

Veamos lo que José Eusebio Caro entendía por poesía: “Desterrada la ficción, quedaría la verdadera, la poesía de los sentimientos y de la historia; quedarían las glorias de la virtud y las armonías de la naturaleza. Esas glorias y armonías nunca faltarían, ni en el corazón que las sintiese, ni en una voz que las cantase. La poesía así quedaría reducida a su elemento esencial, que es la poesía lírica, la oda. La poesía es el canto del hombre y nada más. En ese canto hay dos cosas: la voz y el sentimiento; las dos cosas juntas son la poesía. La voz sin el sentimiento expresado, es sólo música; el sentimiento sin la voz, es sólo pasión.

A manera de ejemplo, veamos el siguiente poema:

DESALIENTO

Acabaron mis sueños de gloria,
Acabaron mis sueños de amor,
Resta sólo su triste memoria,
Y mi mente perdió su esplendor.

Al salir de mi tímida infancia
A encontrar mi primer juventud,
¡Cuál corría con tierna ignorancia
¡A embriagarme de amor y virtud!

¡Y ese amor que buscaba es mentira!
¡La virtud una amarga irrisión!
¡Los suspiros que daba mi lira!
¡No movieron ningún corazón!

Dulces sueños de amor y de gloria
Si es posible olvidar cuanto fue,
¡Ah! ¡cerrad de mi vida la historia
Cual se abrió, con virtud y con fe!
(Enero 20 de 1840)

JOSÉ MANUEL LOBO Y RIVERA

Sacerdote y escritor. Nació en Ocaña el 6 de junio de 1813 y falleció en Abejorral (Antioquia) el 6 de noviembre de 1873.

Llevó a cabo sus estudios en el Seminario de Santa Marta, bajo la dirección del Dr. José María Estévez. Fue ordenado como sacerdote el 29 de junio de 1833. En Bogotá, adelantó estudios de jurisprudencia doctorándose en la universidad Central. Se desempeñó como capellán del Colegio de San Bartolomé; catedrático de Teología en el Seminario de Medellín; tesorero de la iglesia catedral de Antioquia (1842-1848); cura de Belén (1840-1853), y cura de Abejorral hasta su deceso. También ocupó un escaño en la diputación de la Cámara Provincial de Antioquia y en la legislatura del Estado; Examinador sinodal de los obispos de Antioquia y Santa Marta y Vicario Foráneo de esta última ciudad.

Obras: Nuevos métodos filosóficos en las ciencias morales e intelectuales  o Revista general de las teorías materialistas aplicadas a la revolución del 18 de julio. Medellín, 1868; Manual portátil del sacerdote y párroco. Imprenta de J.A. Cualla. Bogotá.

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