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jueves, 26 de junio de 2008

BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA EN OCAÑA

Por Luís Eduardo Páez García

Como parte de nuestra labor de divulgación histórica, comenzamos a publicar, algunas notas relativas al proceso de Independencia en Ocaña, cuya conmemoración bicentenaria se iniciará, prácticamente, el 20 de julio de 2008 con el Gran Concierto Nacional. En Ocaña, gracias a la colaboración del Museo Nacional de Colombia, se está preparando también para esta fecha, la EXPOSICIÓN TEMPORAL "NUEVOS TIEMPOS": UNA NUEVA NACIÓN (1810-1910) Y UN NNUEVO DEPARTAMENTO (1910-2010), que se efectuará en el MUSEO ANTÓN GARCÍA DE BONILLA.

Los sucesos y los personajes vinculados al proceso de Independencia en Ocaña y su antigua Provincia, comenzaron a destacarse hacia finales del siglo XIX, en la prensa local y en revistas regionales.

Una de las primeras narraciones, se debe a don Eustoquio Quintero

, quien escribió en 1884 una Relación Histórica, en la cual entrevista a uno de los actores presenciales de la llegada de Bolívar a Ocaña (La Voz de Ocaña, serie 1 N°6, Ocaña, 15 de julio de 1884).

Posteriormente, don Rubén Sánchez N. y don Carlos Molina López, publican en la revista L

ecturas, de Bucaramanga (agosto de 1911), un interesante y completo artículo titulado Una página de historia, que recoge los pormenores de la primera visita de Bolívar a esta ciudad (1813), incluyéndose la poco conocida participación de la Compañía “Libres de Ocaña” en la Campaña Admirable.

En 1915, el doctor Alejo Amaya publica su obra cumbre, Los Genitores, noticias históricas de la ciudad de Ocaña, que recoge la historia de la ciudad desde su fundación hasta 1810.

Sobre el período de la Independencia en la región de Ocaña, señala el historiador: “Ocaña entró de lleno en el movimiento iniciado en Santafé el 20 de julio, no con animo decidido

de emanciparse de la madre patria, sino con el único y firme propósito de hacer valer sus derechos como provincia americana conforme al sentir de la junta central

de Santafé. Prueba de los que dejamos dicho es la sesión del 20 de octubre de 1810 celebraron los miembros del Ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento, para aprobar las instrucciones a las que debía ceñirse el comisionado de Ocaña a la Junta de Santa Marta, señor doctor Francisco Aquilino Jácome, instrucciones que reproducimos textualmente como comprobación de nuestro aserto y por la independencia de carácter que revelan:

Esta ciudad tan leal a su rey, como adicta a sostener su libertad y la causa común, derramará la sangre de sus moradores por defender tan sagrados objetos; prestará cuantos auxilios pueda para asegurar la unión con las Provincias, con las que se congratula por la feliz revolución de nuestras opiniones políticas; conoce hallarse restituida a sus primitivos derechos; ve la necesidad de afianzarlos y contribuye por medio de su representante al fin propuesto por la Capital del Nuevo Reyno de Granada y Santa Marta para el de establecer un nuevo Gobierno que haga floreciente a la América..

La Junta provincial de Santa Martha, reconocida en calidad de por ahora, no puede creerse en lo subsesivo (sic) con derecho a nuestra subordinación, mediante a que no se consultaren nuestros votos, y de que el excesivo número de vocales de que se compuso se opone a nuestra libertad. Nuestra intención en su reconocimiento fue evitar la desunión por seguir el sistema de obediencia capaz solamente de conservar los vínculos de amistad, de armonía y mantenernos respecto a las demás sociedades en el estado que antes; pero semejante reconocimiento no perjudicará nuestros comunes derechos a los que debemos ser restituidos caso de haberlos defraudado, como irrenunciables. Su Gobierno anterior contenía un Tribunal de Apelaciones; por consiguiente no puede recaer en la Junta Superior las funciones de una autoridad privativa de la Junta Suprema de Santafé, como que ha tenido el superior Gobierno del Distrito…

Jamás podremos subsistir sin que admitamos una autoridad que dirija nuestras cosas a un solo punto que consiste en la pública tranquilidad, pero esta deberá constituirse sin usurpar nuestros derechos; bajo esta consideración, la Junta Superior Provincial de Santa Marta, deberá disminuir su número de vocales para conservar el equilibrio o igualdad en las de los demás lugares de la provincia; pues de lo contrario será sin el consentimiento de éstas a quienes pertenece su representación, llevará el sello de involuntaria, ilegítimamente establecida e improbada por un juicio universal…´’.

No consta en el protocolo que el comisionado doctor Jácome hubiese conseguido hacer parte de la Junta de Santa marta, porque esta instalada en Agosto con tanta solemnidad y regocijo y con las bendiciones del Prelado Don Miguel Sánchez Serrano, fue disuelta violentamente por su Presidente, el Gobernador de la Provincia don Tomas Acosta. Esta contrarrevolución dejó a los ocañeros de nuevo sometidos al gobierno español y ni siquiera a un gobierno monárquico como había antes, sino a uno tirano y despótico que auguraba claramente el terrorista que vino después”.

Hasta aquí el libro de Los Genitores.

Por su parte, el historiador Justiniano J. Páez, en sus Noticias históricas de la ciudad y provincia de Ocaña desde 1810 hasta la guerra de los tres años (Imprenta del Departamento, Cúcuta 1924), escribe:

“Cierto es que los dirigentes de los negocios públicos, como la mayor parte de los notables de la población, eran de prosapia española y adictos por ende a la causa del rey, como lo demuestran las instrucciones dadas por el muy ilustre cabildo, justicia y regimiento al comisionado de Ocaña a la junta de Santa Marta, pero no es menos cierto, que al aproximarse Bolívar a la ciudad (1813) ya se habían hecho conocer de sus moradores las ideas que le animaban y el objetivo de la campaña, consignados de manera muy clara en la Memoria que dirigió a los granadinos antes de marchar a Barranca”.

“A acentuar el sentimiento patrio entre los habitantes de Ocaña, contribuyo en gran parte el joven Antonio Quintero Copete, quien “por el año de 1810 se hallaba en Pamplona haciendo estudios secundarios y tomó parte activa en el movimiento que allí se levantara contra el corregidor Bastús, y fue de los que apresaron a este arbitrario gobernante. Algunos días después de la insurrección, Quintero regresó a Ocaña y trajo, como era natural, la noticia de los sucedido, y también la del movimiento del Socorro: mas no se limitó simplemente a hacer conocer de sus amigos y compañeros estos hechos, sino que se propuso despertar en el ánimo de aquellos las simpatías por la causa de la independencia, lo que consiguió sin mucho esfuerzo, principalmente después de que por la indiscreción de un correísta se supo en la ciudad lo acaecido en Bogotá el 20 de julio de ese mismo año. Cuando las autoridades se percibieron del núcleo que estaba formándose de patriotas, empezaron a ejercer presión sobre ellos y a hostilizarlos de todas maneras. En esta situación los patriotas se vieron precisados a salir, los unos a sus haciendas y los otros a los pueblos a los pueblos circunvecinos a esperar, fuera de la ciudad, una reacción favorable a la causa de sus simpatías. Así pasaron dos años, hasta que a fines de 1812 circuló por todo el lugar la noticia de los triunfos de Bolívar, noticia que en vano pretendieron disimular las autoridades, pues su inquietud, la aceleración de los movimientos y algunas otras demostraciones revelaban la zozobra en que se hallaban.

Esta situación favoreció en mucho a nuestros patriotas; a la sombra de ella pudieron efectuar sus reuniones y mandar expresos a Puerto Nacional a recoger datos ciertos de lo que ocurría en el río.

Los comisionados regresaron inmediatamente trayendo la noticia del desembarco de las fuerzas libertadoras, en Puerto nacional. Esta noticia fue confirmada con la actitud que asumieron las autoridades, quienes principiaron a hacer los preparativos de marcha, y a la tarde del día siguiente dejaron sola la población, llevándose consigo a todos sus adictos. Componían estas autoridades los señores Joaquín María Rizo, jefe político; Francisco Solano Jácome, síndico procurador de la ciudad; Francisco Gómez Navarro, escribano público; Ramón Trillos, Miguel Antonio Villareal y Francisco Quintero Príncipe, miembros del cabildo.

Sea que muchos realistas resolvieron abrazar la causa de la Patria, o que Bolívar llamara a las autoridades, es lo cierto que a su entrada y durante su permanencia en Ocaña, algunas de las referidas personas se encontraron aquí desempeñando funciones públicas.

´En este estado de cosas, los patriotas acordaron formar una reunión para establecer una junta patriótica, la cual quedo instalada y fue presidida por los señores José Quintana y Juan B. Sánchez. La junta dispuso enviar una comisión de tres individuos a entenderse personalmente con Bolívar. Esta comisión recayó en los señores Antonio Quintero Copete, Manuel E. Trigos y Juan de Francisco García, quienes esa misma tarde se pusieron en camino a cumplirla. Cuando la comisión llego, ya Bolívar había determinado pasar a esta plaza, y al efecto daba las disposiciones del caso para emprender la marcha. Sabedora la comisión del proyecto de Bolívar, envió expresos a la junta comunicándole la resolución de este jefe, para que se aprestaran a hacerle el recibimiento. La junta procedió enseguida a dar las disposiciones convenientes para hacer la recepción. Una de estas fue la de nombrar una comisión de señoritas para presentarle a Bolívar una corona de flores y darle, en un breve discurso la bienvenida. Esta comisión recayó en las señoritas Bárbara Vicenta Lemus, María de Jesús Patiño, Juana de Dios Lemus, Nicolasa Ibáñez y Eusebia Sarabia; la encargada de llevar la palabra y presentar la corona fue la señorita doña Barbará Vicenta Lemus, en quien concurrían los dones especiales de vivacidad, belleza y espíritu público’.

Al atardecer de uno de los primeros días de febrero de 1813 (9 y 10 de enero, según documento histórico publicado por el historiador Jorge Pacheco Quintero en la revista Hacaritama), a semejanza de aquella tarde de 1625 en que la ‘multitud abigarrada y parlanchina amontonábase en la Punta del Llano con el decidido ánimo de presenciar la entrada del primer obispo que venía a visitar la ciudad’, aparecía en el mismo sitio una inmensa y alegre muchedumbre de todas las clases, condiciones y edades, después de haberse oído los disparos que eran la señal de la aproximación de las fuerzas patriotas, disputándose la vista del vencedor del Magdalena. Los primeros jinetes que penetran en la empinada entrada de la plazuela hacen despejar el paso. Son los oficiales venezolanos que, por insinuación del cura párroco Doctor Alejo María Buceta, y del alcalde ordinario, hacen alto y comunican a su jefe los deseos de la población.

Pocos momentos se suceden, y un oleaje de cabezas humanas deja comprender que todos buscan un punto para contemplar al vencedor. A recibir los saludos del padre Buceta, del alcalde y de varios notables se apea un apuesto joven de sólo veintinueve años cumplidos, de mediana estatura, rostro moreno encendido, cejas arqueadas y espesas, ojos muy negros, grandes, llenos de fuego y penetración, expresivos de energía de imaginación y grandeza de alma, frente grande cubierta en parte por el cabello desgreñado, boca grande y graciosa, bigotes y patillas negros y nacientes. La multitud se persuade de que es Bolívar y redobla los vivas y aclamaciones, que fueron el primer saludo dirigido por el pueblo a él y a sus tropas. A la presentación de la corona que con palabras de sabor patrio le ofrece la señorita doña Bárbara Vicenta Lemus, corresponde aquel joven con la galante expresión, con la elocuencia de quien más tarde debía causar la admiración del mundo con su múltiple actuación de ‘guerrero, legislador, tribuno, diplomático, escritor, pensador y fundador de pueblos’.

‘Después de cambiar los saludos correspondientes, se dispuso seguir a la ciudad. El grupo de señoritas de que se ha hecho mención encabezaba el desfile. Detrás de este seguía uno de los caballeros, en medio del cual iban Bolívar y el Presbítero Buceta. Finalmente seguían los oficiales y la tropa. El entusiasmo del pueblo era grande, y sus vítores y aclamaciones se confundían con las alegres dianas de la banda militar de los patriotas; de las casas arrojaban flores a la calle, la cual había sido arreglada anticipadamente con arcos, banderolas y cortinas’.

Bolívar, escoltado por los oficiales y la tropa, por el alcalde y varias autoridades, precedido de las afamadas bellezas ocañeras y rodeado de millares de personas que le aclaman ¡Libertador! La mano puesta sobre la empuñadura de su espada, mirando hacia uno y otro lado, aparece con aquella cara risueña que hacia brillar el espíritu sobre su fisonomía, que Perú de la Croix observaba en él cuando estaba contento.

‘La comitiva llegó a la casa destinada para alojamiento, la cual estaba preparada con las comodidades que permitía la época, y la tropa fue acuartelada en el local de la plaza mayor, hoy Plaza del 29 de Mayo, destinada para este servicio. Al día siguiente fue invitado Bolívar a una misa solemne con Te Deum en acción de gracias al Todopoderoso por su feliz arribo a la ciudad. Concluida la ceremonia, la comitiva se dirigió a casa de la señora Carmen Ibáñez, donde debía terminar el obsequio con un suntuoso banquete. En los días siguientes Bolívar y sus oficiales fueron objeto de numerosos regalos y felicitaciones’.

‘Como el tiempo era angustioso, Bolívar decidió emprender la marcha hacia Cúcuta cuanto antes y dictó las providencias para hacer los preparativos del viaje. Ínterin se hacían éstos, Bolívar dispuso nombrar al señor don José Quintana, persona de grande influencia en la localidad, jefe de esta región, con plenos poderes y lo encargó de formar un batallón cívico. Nombró además como segundo de Quintana, al señor don Juan B. Sánchez, y Quintana nombro como su secretario al señor don Luis Jácome Morinelly. Como Bolívar había creado ya especial estimación por los jóvenes Antonio Quintero Copete y Juan Francisco García, quienes le manifestaron su deseo de acompañarle a Cúcuta, resolvió nombrar al primero su ayudante, y al segundo, jefe de una compañía que él formara con los voluntarios, la cual llevaría por nombre Compañía Libres de Ocaña’.

‘Llegó por último el 16 de Febrero, día señalado por Bolívar para emprender la marcha. En las primeras horas de la mañana las cornetas dieron los toques respectivos. Una muchedumbre compuesta de mujeres, ancianos y niños se aglomeró en las afueras de la población para presenciar allí las salidas de la fuerza. Al aparecer esta, un rumor sordo, mezclado de dolor y regocijo, se escapó del tumulto. En seguida hubo, como en todas las veces, patéticos cuadros de separación: madres que ven alejarse a su hijos; hijos que dejan a sus madres; esposos que se confunden en un abrazo interminable mientras que un hilo de dolor desprendido de los ojos se abre paso por sus mejillas, y todo bajo la presión de un futuro cuajado de perspectivas inciertas, que era como un amago de la muerte sobre aquel haz de vidas. Perdidos los últimos soldados en las primeras vueltas del sendero, la muchedumbre regresó al lugar pausada y melancólicamente…’

Esas unidades de momposinos y ocañeros, insignificantes al parecer como factores valiosos de los que necesita un buen cuerpo del ejercito, pero que llevaban latentes en sus pechos la bravura indomable y el heroísmo legendario, fueron la base de organización del ejercito con que el brigadier Simón Bolívar acometió la famosa campaña que según expresión del general Rafael Urdaneta, parecía deber tragarse hombres y recursos, y que abierta en los valles de Cúcuta con la derrota de Correa, fue seguida de los triunfos de la Campaña Admirable…”

La mayor parte de los integrantes de la Compañía Libres de Ocaña, incluyendo su jefe, perecieron en el combate de Cúcuta.

“Es esta una pagina de gloria para el patriotismo de los valerosos hijos de Ocaña, que debe tenerse en cuenta cuando desfile ante nuestra vista el sangriento cuadro de la facción de los colorados, para no imputarle a la ciudad el haber sido hostil a la noble causa de la independencia por los hechos que posteriormente atrajeron de una manera seria la atención del gobierno republicano hacia esta región durante varios años.

Tal facción fue la obra del Pacificador Morillo; fue la estela de sangre dejada a su paso por el fuego del odio que logro infundir en unos pocos realistas de aviesos sentimientos y que fácilmente se propago por algunos pueblos y campos vecinos.

Es constante que Bolívar dio a la ciudad el título de Ocaña Independiente en premio de la adhesión de sus habitantes. Los documentos oficiales eran encabezados así: ‘Ocaña Independiente.- Gobierno de Cartagena, etc. etc.’. Al margen un sello con el busto de La Libertad.”

El historiador Justiniano J. Páez, tomó los datos anteriores, del escrito de Rubén Sánchez N. y Carlos Molina L, Una pagina de historia, artículo basado en el relato de testigos presenciales de la recepción del libertador y en documentos auténticos, y publicado en Lecturas, de Bucaramanga, correspondiente a agosto de 1911. Además, el autor de estas noticias, conoció personalmente a algunos soldados de la Compañía libres de Ocaña, quienes fallecieron de más de 90 años y cultivó relaciones de amistad con el soldado Andrés Cáceres.

Con fecha, 25 de octubre de 1884, el Presbítero Justiniano Sánchez Lobo escribe un artículo titulado “Ocaña”, cuyo original reposa en el Archivo Eclesiástico de la ciudad (Libro de bautismo Nº 25), en el cual rescata los sucesos que produjeron el Acta de independencia de Ocaña y los nombres de sus signatarios. Así mismo, narra el sacerdote la conformación de la compañía Libres de Ocaña, denominándola batallón Libertador de Ocaña, e indicando el número de sus componentes, oriundo de Ocaña y de la vecina población de Río de Oro. Este documento se reprodujo en la revista Hacaritama 252 a 254, enero a diciembre 1974, p. 119).

El 22 de diciembre de 1935, la revista Hacaritama da a conocer el artículo La visita del héroe, del historiador y poeta Jorge Pacheco Quintero, quien transcribe la Proclama de Simón Bolívar a los ocañeros, documento que se encontraba en el archivo privado del doctor Francisco Aquilino Jácome, y que fue suministrado al autor por don Eliseo Jácome, descendiente del primero. Se aclara aquí, que la presencia de Bolívar en Ocaña corresponde a los días 9 y 10 de enero de 1813 y no del mes de febrero como se venía afirmando hasta entonces, con base en la firma inserta en la citada proclama.

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