Monumento a la Santa Cruz
Se celebra desde la época colonial. La siguiente es una narración hecha por don Manuel Ancízar en su obra “Peregrinación de Alpha” (1852):
FIESTA DE LA CRUZ DE MAYO "La CRUZ DE MAYO se festeja en el barrio llamado La Playa, situado al pie de la ciudad y a orillas del modesto rio que lleva el pomposo nombre de Grande. Desde las ocho de la noche comienzan a dirigirse allá los curiosos del barrio alto; ellos en el traje común o democratizados con la tolerante ruana, y ellas de pañolón y sombrerito jipijapa, no faltando ciertos grupos de caritas frescas y alegres, custodiadas por hombres vestidos con largos sobretodos negros, ajustados al talle y en las perfumadas cabezas borlados sombreros de nacuma o de fieltro; estos ciudadanos no llevan corbata sino collarín partido en dos zonas, blanca y negra. Los golpes acompasados del sonoro tamboril anuncian desde lejos dónde está el baile; conforme se baja, la gente aumenta en las calles y en las tiendas de yantar, y por último se descubre un remolino de sombreros frente a una puerta de calle que arroja sobre aquel núcleo central de los paseantes copiosa luz emanada de las velas de sebo que alumbran la sala, la cual no es grande ni puede serlo, por cuanto el baile pertenece a la cuarta clase. En el local preside un altarito lleno de flores ocupado por tres cruces que se procuran fabricar primorosamente, como conviene al pretexto de la función, agrupando a su rededor toda la iluminación. En torno de la sala reina, contra las blanquedas paredes, una fila de asientos aforrados en cuero, y encima de ellos la porción espectadora o sea la milicia de reserva en los bailes; el espacio de en medio lo llena la milicia activa congregada y movida por el tamboril, señor absoluto de los clarinetes, que a rato le acompañan perfectamente desacordados. Los bailadores funcionan en mangas de camisa, o en chaquetillas ligeras; las jóvenes sencillamente vestidas sin otro adorno que un esmerado aseo, ni más galas que la risa en los labios, la flexibilidad en los cuerpos y la confianza en el magnetismo animal de que están saturadas. El vals y las enredadas contradanzas que algún enemigo ciego de la armonía de los movimientos nos trajo, hacen el gasto de estos bailes, en que se echan de menos las danzas nacionales, tan nuestras que hasta lo malo de ellas parece bueno…"
El monumento fue construido en 1945, gracias a la iniciativa de don Rafael Pineda y al trabajo voluntario de habitantes del barrio de La Costa.
Fotografías de Carlos Jorge Vega, Mario Castellabos Chinchilla, John Leonardo Polaco Arenas y Luis Eduardo Paéz.
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