Niños trabajando en el Museo de la Gran Convención
Hace
nueve años (en 2003) se abrió el Museo de la Gran Convención de Ocaña, en
cumplimiento de la Ley 10 de 1977, por parte de funcionarios del Museo Nacional
de Colombia, quienes evaluaron las colecciones existentes en ese momento, que
reposaban deterioradas y arrumadas en el Museo Antón García de Bonilla, cerrado
desde hacía más de diez años. Un año después (2004), este último se reabrió al
público, quedando ambas instituciones bajo la directa responsabilidad del
Ministerio de Cultura y la administración de la Academia de Historia.
Valga
la historia anterior, para señalar que desde que el Ministerio de Educación
determinó acabar con la Historia como asignatura e implementar eso que ahora
llaman Ciencias Sociales Integradas, tanto la Historia como la Geografía se
vinieron a menos, causando un grave efecto en el conocimiento de las historias
locales y, de paso, en la identidad cultural de Colombia. En Ocaña, por supuesto,
el efecto fue bastante devastador y hoy, incluso, aún se observa entre los
estudiantes de básica primaria, secundaria y universidad. Se conoce muy poco de
nuestra historia y circulan especies inexactas relativas a la época
fundacional, República e historia contemporánea, sin que desde la
institucionalidad se haga algo concreto para subsanar las falencias observadas.
Una visita guiada en el Museo de la Gran Convención
con funcionarios del Ministerio de Cultura
A
partir de 2003, los Museos de Ocaña abrieron los primeros espacios para buscar
que, desde las colecciones existentes de Arte, Historia y Arqueología,
comenzara un nuevo proceso pedagógico para volver por los cauces de la
enseñanza, pero esta vez no directamente desde los acervos bibliográficos que
reposan en las mal manejadas bibliotecas públicas, sino desde los objetos
mismos de los museos. Igualmente, se abrieron dos bibliotecas de la Academia de
Historia, una para cada Museo, y se pusieron en práctica mecanismos más ágiles
para que la Revista Hacaritama, órgano de la Academia ocañera, pudiera llegar
hasta los centros educativos. Poco a poco, comenzaron los docentes a llevar a
los museos grupos de estudiantes y con el servicio de Visitas Guidas, pusimos
en movimiento un nuevo mecanismo pedagógico que terminó complementándose con
las exposiciones temporales e interactivas que ahora se han vuelto frecuentes,
sobre todo en el Museo Antón García de Bonilla.
Museo Antón García de Bonilla, Sala Prehispánica
La
“didáctica de los objetos”, como la denominan los expertos, no es una práctica
nueva. La historiografía sobre el tema la ubica desde el siglo XVII; pero es María Montessori (1870-1952), quien
formula “las bases de lo que podríamos denominar una didáctica del objeto. Fue
ella la primera que planteó el axioma de que “los objetos enseñan”. Este
planteamiento coincidía en lo que en la primera mitad de aquel siglo se
denominó “escuela nueva”. Para Montessori, el uso de objetos no es un simple
accesorio para los educadores, sino que era un elemento central de su método.
Lo principal, dice Montessori, “son los objetos, y no la enseñanza de la
maestra”. Al ser el niño quien los usa, pasa a ser él la entidad activa.
Los materiales, para esta pedagoga, literalmente, reemplazan a la maestra”. Desde aquella época lejana
de Montessori, a la fecha, museólogos, historiadores, pedagogos, sociólogos y
otros profesionales de las Ciencias Sociales y la Museología, se han dado a la
tarea de investigar cómo se aprovechan las colecciones existentes en los
diferentes museos del mundo como herramienta pedagógica. Una de estas
experiencias significativas, fue la reciente “VI CÁTEDRA DE HISTORIA ERNESTO
TIRADO MEJÍA”, dedicada por entero a la “Primera Infancia y Participación en
Ámbitos Culturales: Historia, experiencia y desafíos”.
Sin embargo, para lograr
que los museos operen eficientemente como complementos de la enseñanza en el
aula, se requiere el apoyo y colaboración del docente, a quien dirigimos, muy
especialmente, estas breves notas.
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